Esta vista es patética. En solitario y con los clarooscuros de la foto, revela los avatares de la derecha conservadora y reaccionaria en el Perú de nuestros días, expresados ideológica y partidariamente por ambos personajes. El patriarca Luis Bedoya Reyes, fundador del PPC, ve hoy, desde sus cuarteles de invierno, como su creación partidaria, que algún día le permitió encumbrarse en los picos más altos del poder, lucha hoy por sobrevivir en una alianza con el partido de Acuña -APP- que un grueso de seguidores del tucán no avala. Con anterioridad, bajo el mando de Lourdes Flores se aliaron con Alan García y su partido. Se pelaron, cuesta abajo era la rodada.
¿Por qué esta alianza con la agrupación de Acuña es mal vista por los seguidores del tucán, entre ellos sus familiares? Es un tema de dignidad para los señorones que siempre controlaron el PPC y que piensan que nada ha cambiado. Antes, ellos decidían que capitostes de provincias se sumaban a sus movidas políticas, todo por cierto desde Lima. Ahora, en medio de la orfandad de Bedoya y su gente, son los cholos emergentes, que tienen plata como cancha, y partidos que no son tales sino verdaderas máquinas de hacer dinero, sobre todo con el tema de educación, los que le están imponiendo condiciones a la pituquería tradicional: Acuña por el Norte, y Añaños desde el centro del país, ambos podridos en plata, están roncando fuerte, es la burguesía provinciana, con mucho poder en sus reductos, los que se meten por los palos en las ligas mayores. En este sentido, el PPC ya fue, es historia. Cuesta abajo es su rodada.
Pero no es solamente ello. Para los vientos que soplan en el campo del capital internacional y nativo, los abogados, políticos y partidos de antes, son una rémora. Fueron buenos para espacios semifeudalizados, oligárquicos y pacatos. No son operativos para los espacios transnacionalizados de nuestros días, donde mandan la fuerza aplastante del capital y sus lobistas, sean cuales sean sus origenes, los Estados capturados por políticos y tecnócratas pragmáticos hasta el tuétano, ideologizados en las mismas matas educativas e institucionales del capitalismo internacional; operadores de peso del capital que no le hacen ascos a la corrupción, a la que le dan pase si de "modernización" se trata -¿recuerdan lo que dijo PPK al respecto- y que tampoco se hacen bolas para trabajar en democracia o en dictadura. ¿Y los partidos políticos? Les resbala si existen o no existen. En su pensamiento, los políticos, sus partidos, la democracia, al viejo estilo, sobran, son lastres para los tiempos modernos del turbocapitalismo. En ese contexto, el PPC es una antigualla.
Desde este ángulo, Cateriano es una rara avis del sistema. Al lado de Mario Vargas Llosa promovieron el neoliberalismo, el partido Libertad fue su trinchera, y luego de la derrota electoral de los 90, cuando los grandes empresarios e ideólogos que lo poblaban, fueron migrando hacia las filas del fujimontesinismo, Cateriano se constituyó en algo así como el último mohicano de ese movimiento político, que al marchar Vargas Llosa al extranjero, perdió a su gran referente. Nadie le puede negar a Cateriano su fuerza y consecuencia para combatir al fujimontesinismo y la corrupción, batallar que incorporó al alanismo, que fue otro de sus grandes blancos. Antecedentes que en verdad de poco le valieron para que el congreso mafioso y golpista actual le diera el pase para su posicionamiento en el premierato del gabinete de Vizcarra.
Cateriano ha tenido que treparse a un vientre de alquiler, aspira según se afirma, a una candidatura presidencial. Es un buen ideólogo del neoliberalismo, pero no lo quieren. En los años que atravesamos, tan preñados de corrupción y malas artes en la acumulación del capitalismo, personajes como Cateriano, aunque resulte dificil creerlo, no calzan con esos espíritus mafiosos. Tendrá que acostumbrarse a vivir en modo ¡Hola Soledad!
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