lunes, 13 de julio de 2020

LA MENTADA DE MADRE


En el congreso, dizque, están buscando al boca sucia que le mentó la madre al presidente Vizcarra en plena sesión virtual. Algunos han sindicado al congresista Columbus, que corre con las sedas anaranjadas, pero la última palabra no está dicha. Salvo blindada de última hora, al irreverente le espera una suspensión con un ajustón salarial que lo dejaría medio hilacha a las puertas de las fiestas de fin de año. Salvo que vaya a palacio y le lustre las tabas al presidente Vizcarra, a manera de disculpas.

Yo escribí, hace algunos días, que en mi colonial barrio de Monserrate, en el corazón de la vieja Lima, una mentada de madre se borraba con sangre, a combo y patada. Lo que no había escrito es que semejante improperio. en mis tiempos de adolescente, era algo así como el non plus ultra de las procacidades barriales. Se aguantaban ajos y cebollas, pero sacar a la madre en una disputa era un pecado, que rompía los códigos establecidos. Se podía estar en la escuela, en un partido de fútbol, en la cantina, en la calle, pero nadie llegaba fácilmente a tal atrevimiento. Y si lo hacía, se exponía a las consecuencias.

Tales códigos no solamente regían en Monserrate. Todo barrio que se autoestimara mantenía esas reglas de conducta. Eduardo Arroyo Laguna, que nació en el Callao, y que ha escrito sobre el tema ("La mentada de madre") señala exactamente lo mismo. La madre era intocable, nadie podía insultarla. No faltaba quien le diera su merecido al faltoso. Y si miramos más atrás, y nos posicionamos en el Rímac,nos daremos cara a cara con el duelo entre Carita y Tirifilo, dos causas del hampa de las primeras décadas del siglo XX, a los que Ciro Alegría inmortalizó en su historia "Duelo de Caballeros".

Ambos delincuentes eran uña y mugre, pero un buen día Tirifilo le faltó el respeto a la progenitora de Carita. Razón más que suficiente para que al mejor estilo de los usos y costumbres de los ricachos limeños, Carita retara a duelo a Tirifilo, con padrinos de por medio. El lance a chavetazos, en una pampa rimense, terminó con la vida de Tirifilo.

Las pautas de conducta barrial se cumplían. Nada había escrito, pero en el barrio todos sabían que es lo que podía o no podía hacerse, incluso en las broncas.

En los tiempos que corren las cosas han variado. Los barrios se han maleado y la mentada de madre se ha devaluado, se ha trivializado. Arroyo Laguna señala que ahora la mentada de madre está prácticamente en todas las bocas, hasta se saludan con tamaña procacidad. 

En un congreso de malogrados como el que tenemos, no llama la atención entonces que existan individuos que hayan hecho de la mentada de madre una especie de santo y seña para sus correrías. Es un signo de los tiempos que corren, totalmente relajadazos.

Otrosi digo: A los 15 años salí de Monserrate, regresé 10 años después, con esposa y una hija, a vivir no a la misma casa, sino en una quinta de medio pelo, al lado de la escuela donde cursé mi primaria. La vecindad de primera, sana y cordial; pero ahí me encontré con un piurano con un lenguaje de letrina. Nunca olvido que a su hijo de pocos años lo llamaba al orden mentándole la madre...

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