El
coronavirus ha empezado a enlutar a las familias peruanas. Oficialmente
hay un fallecido, pero los diarios están dando cuenta de uno más. Lo
cierto es sin embargo que la peste ya empezó a cobrar víctimas, y
seguramente que la lista se irá incrementando en los próximos días. Cuán
larga será esa lista depende de nosotros, de nuestra responsabilidad,
de nuestros sentimientos solidarios con los demás, y de la disciplina en
el acatamiento de la estrategia de sobrevivencia trazada por el
gobierno. Es cierto que estamos nadando contra la corriente. El
individualismo, el egoísmo, tan promovidos en las últimas décadas,
están muy bien posicionados en algunos sectores, y su sola existencia
juega a favor del coronavirus. Hay que pelear por ello, desde la crisis
que vivimos, por sobrepasarlos y por volver a restaurar esos
sentimientos colectivos, solidarios, fraternos, que han caracterizado a
nuestros pueblos, a nuestras gentes. Desde nuestros aislamientos hay que
abrazarnos con todos, con nuestras familias, con nuestros vecinos, con
los hombres y mujeres de nuestras comunidades. Y la mejor manera de
hacerlo es cumplir a cabalidad con las indicaciones de emergencia. Esta
guerra no podemos perderla. Que no se repitan en el Perú los trágicos
escenarios de Italia, donde los camiones militares tienen que cargar con
los centenares de muertos, de un pueblo a otros pueblos, porque los
crematorios y los cementerios ya colapsaron.
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