Fue
mi padre el que por primera vez se puso esas botas. Claro, él las mandó
hacer para un buen día mandarse de hacha hasta la Costa, cruzando,
desde su natal Cajamarca, la imponente Cordillera para anclar en San
Pedro de Lloc, en el 5to de Caballería. Corrían los años 30 del siglo
pasado. Al acabar su servicio militar y volver a su terruño, algo le
decía que los pagos cajachos ya le resultaban chicotes,
que su nota era la aventura; además las botas estaban hechas no para
ser guardadas sino para acerarse por los caminos de la vida, porque
finalmente arrieros somos...Y fue Lima la ciudad escogida. Y hacia ella
se dirigió mi padre cargando en su mochila todo un mundo de ilusiones...
Cuando mi viejo sentó cabeza, las botas pasaron a mis manos. Anduve por
la Costa, la Sierra y la Amazonía, crucé las fronteras una y otra vez, y
hasta Europa y China me llevó la vida. Wuhan, la hoy temida ciudad
china, la conocí en esos años de aventura, como recorrí Pekín, Shanghai,
y otras ciudades más, cuyos nombres ya escaparon de mi mente. Contar de
mis trajines por esos pagos extraños y muchos de ellos exóticos, me
sirvió siempre de carta de presentación. Reconozco que muy buenos tragos
me he ganado contando mis anécdotas.
Hasta que llegó el día,
en que al igual que mi padre tuve también que entregar las botas a mi
heredero, ávido de convertirse en arriero de la vida. Prestaditas nomás,
me dijo. Primero, como calentando motores, se dedicó a conocer el Perú;
pero cuando se dio cuenta que el mundo era mucho más ancho y profundo,
pues se dedicó a cruzar las fronteras, una y otra vez. Y allá va para
Nueva York, o para Italia, o quizá Paris, y si de Viena se trata, pues
ahí está. Pero admitiendo siempre que le había dejado la valla alta:
China.
Pero bien sabemos que todo es relativo. Hace algunas
semanas me dijo como jugando: voy para la Antártida...Ver para creer le
respondí. Esta madrugada, algunos minutos después de la medianoche, me
mandó un mensaje: "Te mando un abrazo por tu cumpleaños desde este punto
remoto del mundo. Que pases un bonito día"..
Caballero nomás.
Las botas de 7 leguas se las había prestado, estimo que ha llegado la
hora de cedérselas definitivamente. ¡Están en buenos pies!
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