Que
en el Perú se rinde culto a los muertos es algo que ya no merece
discusión. Desde los tiempos prehispánicos hasta el presente se
registran rituales al respecto. La institucionalización del día de los
difuntos -2 de noviembre- como la fecha en que hay que recordar a los
que marcharon al más allá, es una clara demostración de lo que estamos
manifestando.
Lo singular es que ese culto se ha extendido al campo de la política. Siempre se ha dicho que en política no hay cadáveres, pero lo cierto es que si los hay, y bastantes; aunque las dirigencias de los viejos partidos, formol en mano, les inyecten nuevos bríos, para hacer de sus occisos, verdaderos zombis.
No es dificil constatar esta afirmación. Revisen las listas de candidatos de la ultraderecha peruana para las elecciones de enero, y me darán la razón. Que Mulder o la Chávez, en sus respectivas agrupaciones lideren esos listados, o que en otros partidos aparezcan los rostros de personajes archiquemados, nos dan luces sobre el tema.
Advertimos, sin embargo, que no es un tema de edad. Es un asunto que tiene que ver con el repudio de las masas a esos personajes, a sus partidos, a sus entripados, a sus corruptelas de todo tipo. El referéndum pasado, las encuestas, y el respaldo de la ciudadanía al cierre del congreso, donde esos personajes pululaban, los habían literalmente enterrado, aunque la muerte pudo producirse antes. Las vacilaciones del presidente Vizcarra y las debilidades del movimiento popular complotaron contra ello.
Leer las declaraciones de la Chávez, sobre su defensa a forro de la Constitución del 93 y del modelo económico al que da vida, o en torno a su descabellada cruzada contra el supuesto chavismo del presidente Vizcarra, además de sus viejos libretos rabiosamente macartistas, constituyen también una demostración de cuan lejos de la vida están.
Porque con lo ocurrido en Ecuador y Chile, o en Argentina y Colombia, lo primero que se tiene que poner en el centro del debate es precisamente el modelo económico, la Constitución y el sistema mismo en el que se sustentan. La vida misma está exigiendo desarrollar un espíritu reflexivo, crítico, sobre esos temas, superando la petrificación ideológica impuesta por la ultraderecha, que ha hecho del modelo económico un dogma, un tema sacrosanto, para satisfacción plena de los dueños del Perú.
Porque justamente eso último es lo que pregona la Confiep. La señora Isabel León, su presidenta, acaba de decirlo con todas sus letras, saludando una conversación con el premier Zeballos. No hay cambio de modelo, no hay cambio de la constitución, no hay espacio para aventuras económicas, ha dicho con satisfacción (Correo del 27-10-19).
La derecha cavernaria ha sacado a sus zombis para mantener ese congelamiento en el campo de las ideas, o en peor de los casos para procurar cambios epidérmicos, cosméticos, nada sustanciales.Corresponde a las fuerzas que aspiran realmente al cambio, a la transformación económica y social, cerrarle el paso a esos intentos, darle el rostro a la vida, no a la muerte, a la petrificación.
Lo singular es que ese culto se ha extendido al campo de la política. Siempre se ha dicho que en política no hay cadáveres, pero lo cierto es que si los hay, y bastantes; aunque las dirigencias de los viejos partidos, formol en mano, les inyecten nuevos bríos, para hacer de sus occisos, verdaderos zombis.
No es dificil constatar esta afirmación. Revisen las listas de candidatos de la ultraderecha peruana para las elecciones de enero, y me darán la razón. Que Mulder o la Chávez, en sus respectivas agrupaciones lideren esos listados, o que en otros partidos aparezcan los rostros de personajes archiquemados, nos dan luces sobre el tema.
Advertimos, sin embargo, que no es un tema de edad. Es un asunto que tiene que ver con el repudio de las masas a esos personajes, a sus partidos, a sus entripados, a sus corruptelas de todo tipo. El referéndum pasado, las encuestas, y el respaldo de la ciudadanía al cierre del congreso, donde esos personajes pululaban, los habían literalmente enterrado, aunque la muerte pudo producirse antes. Las vacilaciones del presidente Vizcarra y las debilidades del movimiento popular complotaron contra ello.
Leer las declaraciones de la Chávez, sobre su defensa a forro de la Constitución del 93 y del modelo económico al que da vida, o en torno a su descabellada cruzada contra el supuesto chavismo del presidente Vizcarra, además de sus viejos libretos rabiosamente macartistas, constituyen también una demostración de cuan lejos de la vida están.
Porque con lo ocurrido en Ecuador y Chile, o en Argentina y Colombia, lo primero que se tiene que poner en el centro del debate es precisamente el modelo económico, la Constitución y el sistema mismo en el que se sustentan. La vida misma está exigiendo desarrollar un espíritu reflexivo, crítico, sobre esos temas, superando la petrificación ideológica impuesta por la ultraderecha, que ha hecho del modelo económico un dogma, un tema sacrosanto, para satisfacción plena de los dueños del Perú.
Porque justamente eso último es lo que pregona la Confiep. La señora Isabel León, su presidenta, acaba de decirlo con todas sus letras, saludando una conversación con el premier Zeballos. No hay cambio de modelo, no hay cambio de la constitución, no hay espacio para aventuras económicas, ha dicho con satisfacción (Correo del 27-10-19).
La derecha cavernaria ha sacado a sus zombis para mantener ese congelamiento en el campo de las ideas, o en peor de los casos para procurar cambios epidérmicos, cosméticos, nada sustanciales.Corresponde a las fuerzas que aspiran realmente al cambio, a la transformación económica y social, cerrarle el paso a esos intentos, darle el rostro a la vida, no a la muerte, a la petrificación.
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