El presidente Castillo está contra las cuerdas. La feroz embestida de la ultraderecha, y los propios errores de gestión del mandatario, lo han colocado en una difícil situación. Si hasta hace algunos días el anunciado golpe congresal parecía una locura, un globo de ensayo para calcular fuerzas en el congreso, hoy, la vacancia presidencial estaría a tiro de piedra.
El poder mediático de esa derecha, con informes calculados que dejan más dudas que certezas, han terminado sin embargo por minar las defensas del profesor chotano, en un contexto donde las fronteras entre sospecha y culpabilidad han sido barridas por el accionar mafioso de partidos y políticos pendencieros.
En ese sentido, la credibilidad, la confianza total en el maestro y rondero han sido puestas en tela de juicio por esos informes, en los que movidas nocturnales del presidente no lo dejan bien parado. Peor todavía cuando su ex secretario ha resultado ser una verdadera joya para las pesquisas fiscales.
Y esto era lo que buscaba el golpismo, al que poco o nada le interesa la verdad. Para sus fines sediciosos a la derecha le importa el ruido, el escándalo, el estrépito, el tumulto. Para ello controla la prensa, la TV, la radio, como emponzoña también las redes sociales; mejor todavía si hay fiscales, jueces, defensores del pueblo, intelectuales, gremios empresariales, etcétera, dispuestos a sumarse a la comparsa conspirativa.
Lo cierto es que de hacerse realidad el golpe congresal, el Perú se hundiría más en el descrédito, al colocarse de facto al nivel de cualquier republiqueta bananera. 5 presidentes en 5 años no es motivo de orgullo en ninguna parte del mundo. Lo que evidencia que en 200 años de vida republicana no hemos aprendido a hacer de la democracia una forma de vida y convivencia digna.
Ello, porque en manos de quienes dirigen el país la democracia ha terminado por convertirse en una verdadera pata de cabra, con las que se destapan todas las puertas del poder. Para estos fines, los tanques y las bayonetas han pasado a un segundo plano. Son las bancadas congresales, y los votos de multicolores congresistas de nebulosos orígenes, los que hoy deciden lo que es blanco y lo que es negro, lo que es verdad y lo que es falso.
Porque, valgan verdades, en esos procesos de vacancia, en cada uno de ellos, ha estado presente esa despiadada lucha por el poder, para satisfacer intereses particulares y corporativos de los sediciosos y sus encumbrados amigotes. Unos quieren librarse de la cárcel, acogotados como están por la justicia. Otros quieren seguir engordando la billetera a expensas del Estado, al que niegan, pero al que muy bien utilizan para sus fechorías, aunque los pueblos se pudran.
Cierto. A estas alturas del partido, debe quedar en claro que a la burguesía nativa y a sus operadores políticos y mediáticos poco o nada les interesa el presente y el futuro del país y sus ciudadanos. Lo dijeron Mariátegui, el joven Haya, Basadre, el primer Riva Agüero… en el siglo XX. Para esos sectores, el Perú siempre será una isla guanera, una mina, un yacimiento de petróleo, una factoría…Y los peruanos sus cholos baratos, a los que simplemente hay que exprimir.
En otras palabras, hay que reconocer que el capitalismo en el Perú, que echó sus bases en el siglo XIX no ha logrado alumbrar una burguesía verdaderamente democrática. Lo que hemos tenido, y tenemos, no son más que muñones de clase, siempre dispuestos a hacer de las dictaduras y regímenes autoritarios sus caballos de batalla. Con la dictadura fujimontesinista de los años 90 esa burguesía hizo su agosto. Consiguió de todo, hasta una constitución que para ella ha sido escrita en piedra, y por lo tanto es irrevisable. Volver a esos años dorados, donde tengan las manos sueltas y las carteras boyantes, es el gran anhelo de esa derecha, por ello están detrás de los golpes congresales. Los animan, los financian, los camuflan, les dan cobertura, como ocurrió hace un año con el golpe del inefable Merino.
Ahora bien, lo que llama la atención en la presente coyuntura golpista es el rol que está jugando Perú Libre. Que los partidos de la Fujimori, López Aliaga, o Hernando de Soto trabajen rabiosamente por el golpe contra el maestro Castillo no llama la atención. Pero que en esa aventura participe también el sector cerronista de Perú Libre, el partido que llevó a Castillo al gobierno, resulta aparentemente inexplicable.
En esa búsqueda de respuestas, en principio hay que indicar que no es la primera, ni será la última vez, que una obnubilada izquierda radical, termine finalmente de furgón de cola de la derecha reaccionaria. Porque esto es finalmente lo que está sobre el tapete.
A continuación, constatemos que el ala cerronista de Perú Libre – hay otro sector que está con Castillo- acusa al presidente de ser un apóstata, es decir de ser una persona que ha abandonado el ideario, el programa, las promesas electorales, levantadas por el partido.
Como consecuencia de esa traición, dicen que Castillo se ha aliado con fuerzas reaccionarias y oportunistas, entre ellos, los repudiados caviares, -léase Cevallos, Francke, Vásquez, etcétera- Para el cerronismo, solamente la gente del partido, tipo Bellido, debe estar en el gobierno. Y como el partido no está hoy en el gobierno, no hay razón entonces para defender a un desleal, a un apóstata.
Con esa óptica tal elemental y tan alejada de la confrontación social, de su análisis concreto, si el presidente Castillo expresa la apostasía, el cerronismo es la expresión transparente de la ortodoxia, de la pureza partidaria, que hay que fortalecer y extender prioritariamente, sobre todo si se marcha a lo que denominan el segundo tramo de su recorrido al poder.
El primer tramo, con Castillo, han evidenciado errores, no han sabido seleccionar a sus representantes. Han cargado hasta con un apóstata, al que, si leemos entre líneas, ya le bajaron el dedo. Si hay que vacarlo para seguir avanzando, pues hay que hacerlo.
En ese marco, sin alejarnos un milímetro del raciocinio cerronista, podemos afirmar que en los hechos, que son los que mandan, sobre todo si hablamos de política, el cerronismno está trabajando para la derecha golpista. Puede o no haber alianza con ellos, lo concreto es que las acusaciones contra el profesor Castillo, que las levantan aquí, allá y acullá, le quitan piso al presidente, minan su credibilidad. Y esto es exactamente lo que el golpismo derechista ha buscado, desde que el profesor y rondero asumió el mando gubernamental.
Finalmente, lo dijo el viejo Lenin, quien se supone es el maestro y guía del cerronismo: la pureza no existe, ni en la naturaleza, ni en la sociedad. De otra manera no nos hubiera dejado ese delicioso texto de deslinde y esclarecimiento sobre lo que llamó la enfermedad infantil del izquierdismo.
Puente Piedra, diciembre de 2021
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