Si alguien pensó que el presidente Humala saldría de la crisis política que le ha costado la cabeza a 2 de sus ministros volviendo a las fuentes ideológicas y políticas de la gran trasformación – no faltaron quienes especularon con el regreso de Lerner al gabinete- se equivocó de punta a cabo. El presidente, al nombrar a los sustitutos de los ministros en desgracia ha vuelto a ratificarse en sus coordenadas neoliberales y autoritarias, que le han permitido ganarse el respaldo y la adulación de la derecha, incluyendo a la bruta y achorada, que ve en el comandante al gran constructor de un nuevo piso del modelo que Fujimori y Montesinos inauguraron en la década de los 90 del siglo pasado.
La presencia de un nuevo ministro en la cartera de defensa, teniendo como prioridad de prioridades la atención al Vrae o a la selva del Cusco, en esencia no cambia en nada el estado de cosas, como tampoco es trascendental el relevo de los mandos militares y policiales de esas áreas. Aquí han fallado los hombres indudablemente, sus cambios eran imperativos; pero lo más trascendente es el raciocinio estrictamente castrense y autoritario, con el que esos mandos han operado, al cual no han sido ajenos ni el premier ni el propio presidente Humala y que se ha visualizado en todos los escenarios donde el régimen ha afrontado algún problema social de envergadura.
Situación crítica de por sí, pero que se agrava por la falta de un apoyo presupuestario, derivado directamente de la lógica de “mano corta” con la que funciona el Ministerio de Economía para estos rubros, y de las corruptelas detectadas pero no sancionadas. Hablamos de una misma concepción porque militarizar Cajamarca, Bambamarca o Celendín, para sacar adelante el proyecto Conga, o meterle bala a los mineros de Madre de Dios o a los pescadores de Paita – por citar algunos casos- evidencian el mismo desprecio a las más elementales normas democráticas y de manejo racional que se exhiben en el Vrae o la selva del Cusco, que a la fecha ha causado bajas en las fuerzas militares y policiales, pero que asimismo ha sembrado el terror entre los pueblos que directamente nada tienen que ver en el conflicto, pero que al igual que en el pasado, se ven obligadas a abandonar sus predios en busca de seguridad y auxilio.
En ese marco, la nominación del congresista José Urquizo – de cuestionables credenciales democráticas y profesionables - como nuevo titular en la cartera de Defensa, no alientan esperanzas de cambios radicales en el raciocinio que estamos criticando. Además de no haber levantado las serias denuncias que contra su gestión en el ministerio de producción formulara la doctora Patricia Majluf, ex viceministra de pesquería – léase su carta de renuncia al cargo y declaraciones posteriores- Urquizo, a decir de los entendidos, no da la talla para hacerse cargo de una responsabilidad tan compleja como la que se le ha encargado; dando la imagen mas bien de estar dispuesto a ser simplemente un epígono, un hombre de paja, de quienes tendrán realmente la batuta: el premier y el asesor Villafuerte del presidente Humala, ambos militares, el primero entusiasta admirador del fujimorismo, y el segundo, ex secretario de un general fujimontesinista, hoy prófugo.
¿Qué ha dicho la doctora Majluf, además de calificar de pobre diablo a Urquizo? Pues sencillamente que el mar peruano, probablemente el más rico del mundo, está hoy manejado a su antojo por los intereses de los grandes industriales de dentro y fuera del país, sin que el ministerio esté dispuesto a hacer algo en defensa de nuestros recursos, atrapado como está por esos intereses. ¿Qué hizo el ministro Urquizo ante las denuncias y exigencias de su viceministra para cambiar el rumbo de las cosas? Pues nada; y cuando se presentó la emergencia de Paita, por el tema de la merluza, que epilogó con la muerte de un menor de edad y el abaleamiento de manifestantes, la denuncia de la doctora Majluf es muy puntual: el ahora ministro de defensa se fue de viaje al exterior…
En relación el nuevo ministro del Interior, Wilber Calle, las cosas no son mejores y lo que es más grave, huelen mal. Ante las acusaciones públicas de que este ministro, general en retiro, fue uno de los firmantes, en 1999, de un acta de sujeción de los mandos militares y policiales al fujimontesinismo, el mismísimo Vladimiro Montesinos ha salido a afirmar: primero, que tal acta de sujeción no existe, que lo que se firmó en esa cita castrense fue únicamente una relación de asistencia a un acto convocado por los altos mandos de las Fuerzas Armadas, versión que coincide con lo dicho por el militar; y segundo que no conoce al mencionado general Calle (¿?).
¿Acta o relación de asistentes? César Lévano, acucioso como siempre, ha dado conocer en el diario La Primera los puntos principales del documento suscrito por los mandos de las fuerzas armadas en la cuestionada cita castrense:
“…1. La participación de las Fuerzas Armadas, de la Policía Nacional del Perú y de los estamentos del Sistema de Inteligencia Nacional en la decisión adoptada por el gobierno del señor Presidente de la República, el 5 de abril de 1992, fue un acto consciente y serenamente meditado, por lo que el respaldo y apoyo brindado a tal decisión fue la expresión de la voluntad institucional unánime…
“3. Las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional del Perú y los estamentos del Servicio de Inteligencia Nacional conjunta e institucionalmente defenderán y protegerán a sus miembros en el caso de que se pretendiera responsabilizarlos individualmente por el apoyo institucional otorgado a la decisión del 5 de abril de 1992, lo cual se consideraría como una ofensa contra las instituciones tutelares, que obligará a los respectivos comandos en el futuro a defender irrestrictamente al miembro comprometido de manera institucional...”
Como se puede observar, tal documento es realmente un acta de subordinación, aceptación y defensa consciente de un golpe de estado que cambió la historia del Perú, al abrirle las puertas a una banda de ladrones y asesinos que se auparon en el poder del estado para beneplácito y beneficio, además, de una derecha cavernaria que encontró en el neoliberalismo el modelo idóneo para llenar sus arcas, y en la dictadura el medio para acallar protestas y reclamos de los sectores sociales y pueblos afectados por el desembalse del capitalismo salvaje
El ahora ministro Calle no puede soslayar su responsabilidad; como tampoco el presidente Humala, al defenderlo con argumentos pueriles como que “el general ya reconoció su error y que ahora como ministro quiere demostrarle al país su potencial” puede pretender voltear así porque sí una de las páginas más oprobiosas de la historia peruana.
En conclusión, nada bueno puede esperarse de los últimos cambios ministeriales, es más de lo mismo, con el agravante de que tras esos cambios se perfila la cabeza de medusa del fujimontesinismo.
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