EL MIEDO
El escritor peruano Eduardo Gonzáles Viaña, a través del correo de Salem, acaba de hacer referencia al empleo del miedo como arma de coacción por parte de aquellos sectores sociales que están detrás de la satanización de la protesta cajamarquina contra la implementación del proyecto Conga. Miedo que se difunde a través de una prensa que como en los mejores tiempos del fujimontesinismo tienen en la superchería y la desinformación sus mejores herramientas de trabajo.
El escritor peruano Eduardo Gonzáles Viaña, a través del correo de Salem, acaba de hacer referencia al empleo del miedo como arma de coacción por parte de aquellos sectores sociales que están detrás de la satanización de la protesta cajamarquina contra la implementación del proyecto Conga. Miedo que se difunde a través de una prensa que como en los mejores tiempos del fujimontesinismo tienen en la superchería y la desinformación sus mejores herramientas de trabajo.
Totalmente de acuerdo con Eduardo. Quiero agregar que ese miedo está institucionalizado en el país, es parte de la herencia colonial – a Túpac Amaru lo despedazaron para infundir pavor y la Inquisición nunca estuvo quieta por el mismo motivo- que permite a los dueños del país mantener las cosas tal como están. Desde que estamos en la cuna nos mecen en el miedo: a la oscuridad, a los fantasmas, a los diablos de mil cabezas, a la muerte; temores que se alimentan con supersticiones de diferente tipo y dogmas religiosos irrebatibles por sí y ante sí. Conforme vamos creciendo esos miedos se van acrecentando, taponando nuestras capacidades de pensar con cabeza propia, con libertad, con alegría, desbordando imaginación y creatividad, abrazando, de ser el caso, herejías ideológicas y políticas, sin temor de ser quemados en las hogueras del ostracismo o la satanización.
El miedo a la libertad de pensar, de expresarse en voz alta, de ser disonantes, de prohibir lo prohibido, de nadar contra la corriente, en suma el miedo a la democracia plena, verdadera, existentes en no pocos sectores, responden a deformaciones ideológicas, muy cuidadosamente trabajadas como para encementar ideas, verdades absolutas, fatalismos de todo tipo. Es así como se infunde el temor al cambio, a la transformación social, a la posibilidad siquiera de que puedan existir caminos diferentes a los establecidos. En tal sentido hoy, supuestamente, no hay mejor sistema que el capitalismo, ni hay un mejor modelo que el neoliberal, a pesar que a nivel mundial la realidad indique lo contrario, y de que en el propio país, luego de 20 años de sacrificio, no hayamos alcanzado el bienestar prometido. (La ONG Save the Children acaba de dar a conocer que en algunos lugares del Perú los niveles de desnutrición infantil son similares a los que existen en África)
¿Es posible superar estos miedos? Claro que es posible: el impulso de la ciencia, la educación, el arte, la política, en el país, se convierten en asuntos claves. Las oligarquías de todos los tiempos, predicadoras por siempre del oscurantismo, han sido renuentes al desarrollo pleno de esas esferas. “El pensamiento esclavo no merece llamarse pensamiento” les dijo Gonzáles Prada a sus jóvenes seguidores del Círculo Literario, corría el año de 1887; palabras vigentes en este siglo cuando la ignorancia y el embrutecimiento corroen las testas de millones de gentes, incluyendo las de los jóvenes, atrapados por el resplandor sin futuro de los medios de comunicación controlados por las oligarquías aludidas.
Hay sin embargo otro camino que puede concentrar en horas, días o semanas, el aprendizaje exorcizador de nuestros pueblos: esa otra ruta es el de la lucha franca en salvaguarda de sus sagradas reivindicaciones, lo está demostrando en estos días el pueblo de Cajamarca, que venciendo todos los temores fabricados exprofesamente por Yanacocha y sus defensores, se ha alzado al combate digno, enaltecedor, en defensa de la vida y el agua, del agua y de la vida. No sería la primera vez, que la razón se imponga sobre la sinrazón a través de la lucha callejera, las confrontaciones antidictatoriales del pasado, contra los militares en los 70 y el fujimontesinismo en los 90, lo han demostrado. Todavía resuena en mis oídos esa consigna que esas masas hicieron suya: ¡Aquí, allá, el miedo se acabó!
No hay comentarios:
Publicar un comentario