sábado, 22 de junio de 2019

TRIBUTO A LA CUMBIA PERUANA (A 25 años de la muerte de Chacalón).


Cuando se examina el origen y evolución de la cumbia peruana, y por ende la de sus creadores y seguidores, nos daremos cuenta de algunos rasgos que la definen como una creación eminentemente popular; con una letra y un ritmo que si bien no puede gustar a quienes tienen una formación musical académica,o a quienes tienen otro tipo de gustos musicales, no por ello niega la trascendencia cultural de una expresión que se ha abierto paso a puro pulso en el conjunto del territorio nacional.

Veremos así, que los espacios sociales que ocupa la cumbia peruana, sea cual sea su matiz, no están situados en San Isidro, tampoco en Miraflores, menos en el exclusivo balneario de Asia. Estamos hablando del Cerro San Cosme, La Parada, Collique, San Juan de Miraflores, Carabayllo, entre otros lugares de la nueva Lima, poblada casi exclusivamente por migrantes de dos o tres generaciones; o también del Perú profundo: Huancayo, Cerro de Pasco, La Oroya, Pucallpa, Moyobamba, sin dejar de lado a Piura, Chimbote o Monsefú, en Lambayeque.

En cada uno de estos lugares vamos a encontrar manifestaciones claras de una fusión musical (huayno, cumbia, rock,pasillos, etc) y una letra, que van a expresar, a este nivel, la vida y pasión de miles y miles de peruanos a los que el Perú oficial no les supo dar, ni les da, una alternativa decente de vida.

Por ejemplo, los migrantes que llegaron a Lima desde los años 40 del siglo XX tuvieron que arrancar con sus propios esfuerzos su derecho a la sobrevivencia, creándose sus propios oficios u ocupando aquellos trabajos rechazados por los limeños apitucados, al considerárseles de ínfima categoría; sufriendo, en este proceso todo tipo de agresiones por el color de su piel, sus costumbres, el uso de su lengua materna y también por sus gustos musicales, traidos desde su terruño.

Esos hombres y mujeres resistieron, trabajando, cantando y bailando, tomando para si todo aquello que pudiera ser útil para posicionarse en una ciudad que terminó rindiéndose ante la laboriosidad, persistencia y creatividad

de quienes, instalados ya en cerros, terrenos eriazos o arenales, no dejaron por ello de cantarle a la vida, a su vida sencilla, de mucho trabajo y de pocos ingresos.

Muy tempranito
salgo de mi casita
tratando de encontrar
un cachuelito
Y si lo encuentro
trabajo de sol a sol
con sólo la ilusión
de llevar algo
a mis hijitos
y a mi cholita

Esta canción, de Pedro Egas, fue un éxito del grupo Karicia.

Otrosi digo

En el envío de ayer, obvié dos nombres paradigmáticos de la cumbia peruana, que hoy ya no están con nosotros: Enrique Delgado Montes, considerado el padre de dicha vertiente musical, y que con Los Destellos (¿se acuerdan de El avispón y La ardillita?) quebró los cánones musicales vigentes en la segunda mitad de los años 60, y quien nos abandonó en 1996.

Asimismo, se me quedó en el tintero el nombre de Lorenzo Palacios Quispe, el gran Chacalón, que hizo bailar a los cerros de los alrededores de Lima y que se fue en olor de multitud en 1994, no sin antes dejarnos como herencia El provinciano: soy muchacho provinciano/ me levanto muy temprano/para ir con mis hermanos/a trabajar.../ no tengo ni padre ni madre/ni perro que a mi me ladre/sólo tengo la esperanza/de progresar, con la que, al igual que Gardel, sigue cantando, mejor que antes...

En ambos casos, la fanaticada hizo fuerza del dolor, y siguió avanzando. Con el grupo Néctar sucederá igual, estamos seguros. 

Puente Piedra, mayo de 2007

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