Cuando se examina el origen y evolución de la cumbia peruana, y por
ende la de sus creadores y seguidores, nos daremos cuenta de algunos
rasgos que la definen como una creación eminentemente popular; con una
letra y un ritmo que si bien no puede gustar a quienes tienen una
formación musical académica,o a quienes tienen otro tipo de gustos
musicales, no por ello niega la trascendencia cultural de una expresión
que se ha abierto paso a puro pulso en el conjunto del territorio
nacional.
Veremos así, que los espacios sociales que ocupa la
cumbia peruana, sea cual sea su matiz, no están situados en San Isidro,
tampoco en Miraflores, menos en el exclusivo balneario de Asia. Estamos
hablando del Cerro San Cosme, La Parada, Collique, San Juan de
Miraflores, Carabayllo, entre otros lugares de la nueva Lima, poblada
casi exclusivamente por migrantes de dos o tres generaciones; o también
del Perú profundo: Huancayo, Cerro de Pasco, La Oroya, Pucallpa,
Moyobamba, sin dejar de lado a Piura, Chimbote o Monsefú, en Lambayeque.
En cada uno de estos lugares vamos a encontrar manifestaciones claras
de una fusión musical (huayno, cumbia, rock,pasillos, etc) y una letra,
que van a expresar, a este nivel, la vida y pasión de miles y miles de
peruanos a los que el Perú oficial no les supo dar, ni les da, una
alternativa decente de vida.
Por ejemplo, los migrantes que
llegaron a Lima desde los años 40 del siglo XX tuvieron que arrancar con
sus propios esfuerzos su derecho a la sobrevivencia, creándose sus
propios oficios u ocupando aquellos trabajos rechazados por los limeños
apitucados, al considerárseles de ínfima categoría; sufriendo, en este
proceso todo tipo de agresiones por el color de su piel, sus costumbres,
el uso de su lengua materna y también por sus gustos musicales, traidos
desde su terruño.
Esos hombres y mujeres resistieron,
trabajando, cantando y bailando, tomando para si todo aquello que
pudiera ser útil para posicionarse en una ciudad que terminó rindiéndose
ante la laboriosidad, persistencia y creatividad
de quienes, instalados ya en cerros, terrenos eriazos o arenales, no dejaron por ello de cantarle a la vida, a su vida sencilla, de mucho trabajo y de pocos ingresos.
Muy tempranito
salgo de mi casita
tratando de encontrar
un cachuelito
salgo de mi casita
tratando de encontrar
un cachuelito
Y si lo encuentro
trabajo de sol a sol
con sólo la ilusión
de llevar algo
a mis hijitos
y a mi cholita
trabajo de sol a sol
con sólo la ilusión
de llevar algo
a mis hijitos
y a mi cholita
Esta canción, de Pedro Egas, fue un éxito del grupo Karicia.
Otrosi digo
En el envío de ayer, obvié dos nombres paradigmáticos de la cumbia
peruana, que hoy ya no están con nosotros: Enrique Delgado Montes,
considerado el padre de dicha vertiente musical, y que con Los Destellos
(¿se acuerdan de El avispón y La ardillita?) quebró los cánones
musicales vigentes en la segunda mitad de los años 60, y quien nos
abandonó en 1996.
Asimismo, se me quedó en el tintero el nombre
de Lorenzo Palacios Quispe, el gran Chacalón, que hizo bailar a los
cerros de los alrededores de Lima y que se fue en olor de multitud en
1994, no sin antes dejarnos como herencia El provinciano: soy muchacho
provinciano/ me levanto muy temprano/para ir con mis hermanos/a
trabajar.../ no tengo ni padre ni madre/ni perro que a mi me ladre/sólo
tengo la esperanza/de progresar, con la que, al igual que Gardel, sigue
cantando, mejor que antes...
En ambos casos, la fanaticada hizo fuerza del dolor, y siguió avanzando. Con el grupo Néctar sucederá igual, estamos seguros.
Puente Piedra, mayo de 2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario