Parece que fue ayer cuando les decía a mis alumnos -después de
haberme dado una vuelta por la Facultad, mirando pizarras y avisos- que
me llamaba la atención su silencio frente a los grandes problemas que
vivía el país, el mundo, la humanidad.
¿Qué encontraba en esas
pizarras y avisos? Pues comunicaciones centradas única y exclusivamente
en los temas de la Facultad, ni siquiera en los de la universidad. Que
los horarios, que los profesores, que los baños,
que el nuevo pabellón...Todos ellos rubros importantes, pero que de
ninguna manera podían opacar o reducir la perspectiva de un estudiante
sanmarquino, tradicionalmente atento a las vueltas y revueltas de las
realidades locales y mundiales.
¡Dejen de mirarse el ombligo! les decía medio en broma o medio en
serio, saliendo al paso de aquellos raciocinios, hoy lamentablemente
prevalecientes en la universidad peruana -camuflados en un academicismo
huero e interesado- que han alejado a los estudiantes de esa visión
universal, social, solidaria, que las circunstancias actuales reclaman y
que en otros tiempos movían voluntades multitudinarias.
La crisis de los partidos, en medio de una agresiva como orquestada campaña individualista y deshumanizadora, ha generado situaciones como las que comentamos. En Ayotzinapa, Méjico, hay casi medio centenar de estudiantes normalistas que han desaparecido, probablemente asesinados, y los gremios o representaciones estudiantiles siguen mirando a otro lado.
El mundo está indignado con lo ocurrido: gobiernos, parlamentos, organizaciones sociales de diferente índole, incluyendo las estudiantiles, exigen el esclarecimiento inmediato de los hechos, pero aquí en el Perú seguimos obnubilados con lo que la sociedad del espectáculo nos brinda: circo congresal, humor de baja estofa, fútbol mafioso, culos y más culos...
Lo más grave es que lo que ocurre en Méjico es el espejo en el que debemos mirarnos. Como alguien lo ha dicho: ante las mafias pagaban a los políticos, hoy, éstos forman parte de esas mafias, en la que también están comprometidos las autoridades de diferentes niveles estatales. Lo ocurrido en Ancash, o lo que está ocurriendo en otros lugares como Amazonas, Chiclayo, Madre de Dios, etcétera, es el mismo camino que con anterioridad recorrió Méjico o Colombia y que epilogó en lo que ha dado en llamarse el narcoestado.
Curarse en salud, en el Perú del presente, significa tomar conciencia desde nuestra solidaridad con Ayotzinapa, en la imperiosidad de cortarle el vuelo a la corrupción y mafias de toda naturaleza.
Pensar que los sectores sociales más explosivos como son los estudiantes, siguen mirándose el ombligo...
La crisis de los partidos, en medio de una agresiva como orquestada campaña individualista y deshumanizadora, ha generado situaciones como las que comentamos. En Ayotzinapa, Méjico, hay casi medio centenar de estudiantes normalistas que han desaparecido, probablemente asesinados, y los gremios o representaciones estudiantiles siguen mirando a otro lado.
El mundo está indignado con lo ocurrido: gobiernos, parlamentos, organizaciones sociales de diferente índole, incluyendo las estudiantiles, exigen el esclarecimiento inmediato de los hechos, pero aquí en el Perú seguimos obnubilados con lo que la sociedad del espectáculo nos brinda: circo congresal, humor de baja estofa, fútbol mafioso, culos y más culos...
Lo más grave es que lo que ocurre en Méjico es el espejo en el que debemos mirarnos. Como alguien lo ha dicho: ante las mafias pagaban a los políticos, hoy, éstos forman parte de esas mafias, en la que también están comprometidos las autoridades de diferentes niveles estatales. Lo ocurrido en Ancash, o lo que está ocurriendo en otros lugares como Amazonas, Chiclayo, Madre de Dios, etcétera, es el mismo camino que con anterioridad recorrió Méjico o Colombia y que epilogó en lo que ha dado en llamarse el narcoestado.
Curarse en salud, en el Perú del presente, significa tomar conciencia desde nuestra solidaridad con Ayotzinapa, en la imperiosidad de cortarle el vuelo a la corrupción y mafias de toda naturaleza.
Pensar que los sectores sociales más explosivos como son los estudiantes, siguen mirándose el ombligo...
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