sábado, 8 de noviembre de 2014

¿LLEGAR A LOS 70 ES UNA JODA?

Llegar a los 70 años es una joda, por lo menos es lo que pensarán los profesores universitarios que después de una larga estadía académica, se han convertido de la noche a la mañana en los malos de la película, especialmente después de la dación de la última ley universitaria.

Cuando usted lea esta nota, por ejemplo, la docencia sanmarquina setentera estará reunida con las autoridades de esa Universidad en lo que se ha llamado un desayuno de desagravio. ¿Razón? Pues apenas se dio la ley, desde la alta dirección se corrieron listas de los profesores que ya tenían esa fatídica edad -incluyendo al propio rector- y que según una lectura supuestamente ajustada a la norma, deberían irse a sus casas.

En Chiclayo los licenciaron sin pestañeo alguno. En algunas Facultades sanmarquinas no les dieron carga académica, no faltando quienes haciendo las sumas y las restas entregaron proyecciones de cuantos profesores setenteros se tenían que ir en los próximos 5 años. ¡Nuevas plazas para nuevos profesores¡ dijeron los más entusiasmados.

No negaré que hay profesores de sententa años, e incluso de mucho menos edad, que hace rato deberían dedicarse a otros menesteres. Pero absolutizar ello nos llevaría a perder de vista lo central de la crisis de la universidad peruana, que no pasa únicamente por el tema docente. Los profesores veteranos podrían irse y ser reemplazados por docentes jóvenes cargados de títulos y grados, y la universidad seguiría sin rumbo, convertida en una mera fábrica de profesionales, divorciada de una verdadera investigación científica, de espaldas a los álgidos problemas del país y del mundo y por supuesto que de rodillas ante el poder establecido, que siempre ha buscado domesticarla, a la fuerza o muy sutilmente, a través de un academicismo huero, como el que hoy proyecta el neoliberalismo, como lo han denunciado los docentes y estudiantes de diferentes latitudes.

La misma ley universitaria,que sin duda es un avance frente a una norma que venía de los años 80, no da en el blanco. Bajo conceptos altisonantes como calidad académica, excelencia, competitividad, etcétera, se nota la mano tecnocrática y descontextualizada, que se orienta a ajustar a la docencia de mayor edad, en el entendido, desde su perspectiva, de que allí está la madre del cordero; apostando abiertamente por disciplinas y docentes, jóvenes sobre todo, que se identifiquen con esa manera de pensar.

No es la primera vez, ni será la última, que los profesores veteranos paguen los platos rotos de la crisis. Obsèrvese, sin embargo, que estos movimientos han arreciado en los últimos tiempos, no solamente en la universidad, también en el campo empresarial. De otra manera no entenderíamos el cuarto de hora de éxito que vivieron los yuppies (jóvenes profesionales entre los 20 y 40 años) en los Estados Unidos de Norteamérica, pero que la vida misma - la falta de experiencia- los sacó de los circuitos de la popularidad. 

Ya lo dijeron los chinos hace mucho tiempo: los jóvenes tienen la fuerza, la dinámica, el entusiasmo, la beligerancia, que los adultos ya no la tienen. Pero esos jóvenes no cuentan con las horas y horas de las experiencia de sus mayores, que si bien han perdido - los años no pasan en vano- virtudes como las señaladas, cuentan para si con el tesoro de un activo - en el caso de la universidad un activo intelectual- insoslayable.

Los docentes jóvenes jóvenes y los mayores tienen mucho que decir y hacer en torno al futuro de la universidad peruana, que no se esterilicen en mutuas exclusiones.

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