viernes, 1 de enero de 2021

LOS GIRASOLES


 
Esta nota debió salir anoche, al cierre del 2020, un año letal, catastrófico, para la humanidad y el Perú La escribo ahora, al rayar el nuevo año ante un país donde la esperanza, el optimismo y las ganas de salir del hueco donde hemos caído no se han perdido. Y eso es bueno.
 
No es que el pesimismo de por si esté mal, sobre todo si se trata de rechazo al orden de cosas establecido, de la negación de un sistema, como el capitalismo, donde vamos a encontrar las primeras causas de las desgracias que carcomen el mundo. (Lo vemos, por ejemplo, en esa relación rapiñesca que ha aflorado brutalmente en el mercado de las vacunas contra el coronavirus.) Pero negación, como sostenía Mariàtegui, que al mismo tiempo debe afirmar, apuntalar el optimismo del futuro, del ideal para cambiar ese orden viejo y caduco que está llevando al mundo al holocausto.
 
Asimismo, no lo obviemos, hay un pesimismo malo, inocuo, que en la pràctica juega a favor de quienes propician la mantención de ese sistema. Maldicen, escupen, se jalan de los cabellos, pero se quedan en el mismo sitio, no dan un paso adelante. Año tras año rumian su rabia, pero finalmente domesticados por el sistema lo apuntalan con su pasividad.
 
En la actualidad, para bien del país, hay situaciones, como escribió Vallejo, en la que vale ponerse el alma, y jugársela por la primera opción: la rebeldía de los jóvenes, su indignación ante el asalto del poder y de la razón por el golpismo mafioso. Es cierto que todavía hay pan por rebanar en ese gran movimiento que estremeció el territorio patrio el pasado noviembre, como también en el alzamiento de los trabajadores agrícolas de las últimas semanas; lo importante está en saber rescatar, valorizar, esa protesta multitudinaria, ese hartazgo con el manejo indolente, voraz, mafioso, del país, por parte de quienes tienen la manija del poder económico, polìtico, ideológico.
 
En la práctica, aunque amplios sectores de esas multitudes rebeldes no sean conscientes de ello, en la pràctica decimos, existe ahí una negación de la injusta realidad en la que vivimos. Ese es el magma que debe alimentar nuestro espíritu de cambio, de transformación.
 
Vale finalmente una aclaración: no estoy pensando únicamente en términos electorales. Como señaló el vate Arturo Corcuera, hay que ser como los girasoles, "que miran más allá del horizonte"...
 
Puente Piedra, 1 de enero de 2021

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