viernes, 4 de septiembre de 2020

EL REGRESO DEL CAPITÁN CUEVA


 
El capitán Cueva, el mismo que tuvo que salir de escena por sus métodos nada amigables para poner en orden a los rebeldes sin causa que rompían los protocolos de seguridad sanitaria, sí ese mismo, parece haber regresado por todo lo alto. Porque si nos atenemos a la última campaña propagandística contra los infractores de los protocolos sanitarios, es fácil deducir que es ese famoso capitán o su pensamiento el que ha moldeado los mensajes gubernamentales, justificados por el propio presidente Vizcarra, pues a su entender: "cuando estamos en una guerra tenemos que ser duros, directos y claros".
 
¿Que dicen esos mensajes? Veamos tres de ellos:
 
- "Si vas a visitar a tus abuelos, pregúntales donde quieren que pongas sus cenizas".
 
- "Si sales a tomarte unos tragos, que sea con amigos de verdad, los necesitarás en el funeral"
 
- "Si te gusta salir a pinchanguear, pisa
bien el balón, lo recordarás cuando necesites uno de oxígeno".
 
Es evidente que lo que se quiere es meter miedo, sembrar el terror, para que los infractores reculen, se metan en sus casas como ratones, y no sigan convirtiéndose en transmisores potenciales del corononavirus. Para el gobierno, el propio presidente Vizcarra lo ha manifestado, las reuniones familiares, amicales, o las fiestas a todo vapor que se están realizando en todo el país, se han convertido en los principales focos infecciosos.
 
El apelar al miedo, es un recurso comunicacional que se utiliza mucho en Europa, los autores de la campaña en el Perú, lo saben. El problema está en que una cosa es instrumentar el miedo en Europa, y otra cosa es hacerlo en el Perú. Hace mucho que con razón, alguien escribió que no era lo mismo un desnudo griego que un peruano calato.
 
Veamos algunas de nuestras particularidades.
 
Hace algunos días indiqué, que al examinar el tema de los rebeldes sin causa que transgreden una y mil veces las prohibiciones sanitarias, había que fijarse, antes que nada, en la crisis de los hogares peruanos, originada por las desigualdades, inequidades y exclusiones estructurales, propias del orden económico y social vigente. En medio de esas quiebras y precariedades hogareñas, aparecen por decenas, centenas y miles esas juventudes frustradas, alienadas, castradas en sus potencialidades.
 
Juventudes, sin horizonte y sin referentes éticos, de vida. Porque si dentro del hogar no encuentran esas flechas, tampoco la hallan fuera del mismo.Me resisto a creer que los ex presidentes procesados por pillajes de todo tipo, o los congresistas - que se computan "padres de la patria"- convertidos en polichinelas de mafias de todo color, sean buenos ejemplos para nuestras juventudes, para señalar solamente dos casos, de la podredumbre del Perú oficial.
 
De esos espacios sociales, provienen también las pandillas, los drogos contumaces, los sicarios, los delincuentes en sus diferentes variedades, los narcos, que hoy asolan el país; todos ellos, en medio de las balaceras con las que son confrontados, y a un paso de la muerte o de la cárcel, suelen exclamar un "ya perdí", o un "hoy me tocó perder", como expresiones de la ruleta rusa en la que conscientemente se han metido, y en la que suelen hacerle desplantes a la muerte, porque sencillamente le han perdido el miedo a la parca.
 
En la búsqueda de explicaciones a esas conductas disonantes, que algunos pretende corregir a latigazo limpio, nos damos con otro hecho: la manera de ser del peruano. ¿Cómo es el peruano? se preguntaron hace algún tiempo los promotores de un estudio auspiciado por una conocida marca de aguas gaseosas. Los resultados indicaron que los peruanos de las diferentes regiones somos querendones, pateros, amables, cariñosos. Cuando nos juntamos entre conocidos o no, nos gusta la cercanía .- hoy prohibida- el alborozo grupal y los convites siempre bien asentados.
 
Es una manera de ser que evidencia un comportamiento cultural que se nutre en la casa, la escuela, el barrio, el centro laboral. Ese rasgo querendón se hizo visible en el último mundial de fútbol, donde miles de miles de peruanos, procedentes de todas las latitudes, dieron un ejemplo de patería multitudinaria en todos los estadios, ciudades, calles o plazas rusas, espíritu gregario y fiestero, al que incorporaban a los ciudadanos de otros rincones del planeta. Que el fútbol, el himno, la bandera, las canciones del zambo Cavero, el cebiche, etcétera, suman, congregan, sobre todo en el extranjero es cierto. Pero debajo de esa piel, hay un ADN cultural que con fútbol o no, nos lleva a congregarnos.
 
Contra esa forma de ser tan acendrada están chocando los capitanes Cueva del área comunicacional del gobierno, que están haciendo de los mensajes violentos -meterle miedo, terror, a la gente es eso- mecanismos de persuasión, que se suman a otras salidas coercitivas como el toque de queda, cuarentenas, multas...que a tantos meses de haberse implementado han sido bastante limitadas en su eficacia. La existencia de la campaña del miedo que estamos comentando lo demuestra.
 
En conclusión, estimo que el gobierno está subestimando, o ignorando, el rol que pueden jugar los maestros y los científicos sociales, llámense sociólogos, antropólogos, y psicólogos, en la explicación y atención de los problemas sociales que se han convertido en trabas para una adecuada implementación de las salidas sanitarias que correspondan a las circunstancias críticas que vivimos. 
 
Si, como afirman los especialistas, la pandemia y el acuartelamiento están originando desajustes mentales en la población, que nadie está atendiendo, una campaña de terror, de miedo, como la que estamos observando, los ahondará, irremediablemente. En otros términos, dejemos al capitán Cueva en sus cuarteles.

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