Con ese atrevimiento que solo puede ser producto de la ignorancia,
el fujiaprismo y sus paquebotes de tercera, se esmeraron en las últimas
semanas en despreciar al pueblo, a las multitudes ciudadanas.
Fue
Carlos Mesía, dizque constitucionalista, el que se lució, ante el
aplauso de los operadores de las mafias, diciendo que "al pueblo no se
le hace caso", o que al pueblo "solamente hay que gobernarlo" porque "no
sabe lo que es el bien común"; recreando en pleno siglo XXI un
raciocinio colonial que se consideraba largamente superado.
El ex
congresista Sheput no se quedó atrás, al calificar de "turba" a los
pueblos alzados a la pelea contra la Southern y sus pretenciones
nefastas de implementar el proyecto Tía María.
A su turno,
Milagros Salazar, quien fuera vocero de la bancada naranja, sin salirse
de ese libreto reaccionario quiso dorar la píldora, manifestando que "no
todo lo que el pueblo diga vamos a tener que hacer".
Ese pueblo,
siempre ignorado o despreciado, nos acaba de dar una nueva lección de
democracia que la historia ya está registrando. Sus exigencias
recurrentes en calles y plazas de ¡que se vayan todos! para resolver la
crisis política, fue ganando conciencias y voluntades. Nadie podrá negar
que esos pueblos estuvieron en la primera fila a la hora de reclamar el
adelanto de elecciones proyectado por el presidente Vizcarra.
Y
cuando, superando sus temores y ambigüedades, Vizcarra se animó por
fin a decretar la disolución del congreso mafioso, ante los desplantes
soberbios del fujiaprismo en torno a la cuestión de confianza planteada
por el Ejecutivo, las masas en estado de alerta no dudaron en volcarse a
las calles, a las avenidas y alamedas, a expresar su respaldo a la
medida adoptada.
La decisión de Vizcarra, amparada en la
Constitución, ha sido sin embargo legitimada por el apoyo democrático de
esos pueblos. La disolución del congreso, lo estiman todos los
observadores imparciales, no solamente es legal, también está
legitimada. Sin la presencia activa y gallarda de esas multitudes, para
Vizcarra hubiera sido dificil lograr el aval que rápidamente ha obtenido
en la mayoría de sectores sociales.
En la vereda del frente el
cuadro es desolador. Arrojados a la realidad común y silvestre de los
ciudadanos de a pie, los otrora arrogantes y soberbios congresistas, no
hacen sino cargar sus costales de denuncias y quejas. La misma
"presidenta", Aráoz ha tenido que recular. Sus ambiciones se han
estrellado contra el desprecio masivo de que es objeto. Ella misma lo ha
admitido, y su renuncia a ese encargo "presidencial", hace minutos
conocida, tiene que ver con ese rechazo que se lo ha ganado a pulso, no
ahora, sino siempre, desde que asomó a la política criolla.
No
obstante lo dicho, los pueblos no pueden todavía cantar victoria. Se ha
librado apenas una batalla. hay todavía mucho camino por recorrer. La
derecha reaccionaria tiene gran capacidad de maniobra, el comunicado de
la Confiep dice bastante de sus apreciaciones y proyecciones. A
diferencia de las desorbitadas afirmaciones de la señora Bartra que
considera a Vizcarra un operador de lo que denomina "castrochavismo", el
gran capital sabe que el mandatario no escapa a las coordenadas
ideológicas hoy predominantes.Los trabajadores, golpeados por las
políticas que Vizcarra ha implementado en su gestión, también lo saben.

No hay comentarios:
Publicar un comentario