Lo escribí anoche: en la actual crisis política, la última palabra
la tiene el pueblo, el soberano. Vuelvo a reiterarlo. Algunas gentes
esperaban hoy una respuesta firme, contundente, del presidente Vizcarra
ante el caballazo fujiaprista en el establo. Las ambigüedades y
generalidades del premier Del Solar, luego del archivamiento del
proyecto presidencial de adelanto electoral, está alimentando
desconciertos y pesimismos, como si esta batalla contra la corrupción,
las mafias y sus operadores ya estuviese perdida. En este clima
enrarecido, la pregunta de rigor es si acaso el pueblo, los miles de
miles de hombres y mujeres de a pie, están enganchados en su movimiento
contestatario a las iniciativas del presidente Vizcarra. Si así se ha
entendido, malo. No se puede negar el rol dinamizador que Vizcarra ha
jugado en la lucha contra las mafias.El haber tomado distancia del
fujiaprismo en el combate contra la corrupción, y haberlos puesto
prácticamente de cabeza con sus propuestas de reformas y la ejecución
del referendum, ha sido positivo.Pero si no entró a matar
-metafóricamente hablando- en esas circunstancias, es porque Vizcarra y
su gente no está ideológicamente lejos del fujiaprismo y de las otras
tiendas de derecha. La defensa del orden establecido, y del
neoliberalismo imperante, une a unos y otros. Por eso es que la Confiep y
las agrupaciones empresariales que agrupa ha soltado hoy un comunicado
en el que apuesta por el diálogo, la concertación. A la gran burguesía,
dicho sea de paso, le interesa un pito la lucha contra la corrupción, lo
que quiere es garantías - a eso le llama gobernabilidad - para seguir
usufructuando de las riquezas del país.A esa relación tácita entre
Vizcarra y el fujiaprismo- más allá de la confrontación- habría
obedecido la confianza del Mandatario en que su propuesta de adelanto
electoral iba a ser finalmente aprobada. Hasta donde se ve, no ha tenido
un plan de contingencia. He ahí la razón por las que las declaraciones
del premier han dejado mucho que desear.
En el lado del pueblo
las cosas deberían estar claras. Las coincidencias con el presidente
Vizcarra en la lucha contra la corrupción y las mafias, son
sencillamente eso: coincidencias. El pueblo debe actuar desde una
perspectiva diferente, autónoma, sin dependencias con uno u otro bando
en pugna. En ese sentido, la consigna ¡qué se vayan todos! tiene, para
las avanzadas populares, una connotación propia, ajena, ideológica y
políticamente, a la propuesta de adelanto electoral del ejecutivo, como
también es extraña a todo manejo anarquista, alpinchista. No se trata de
rehuir el o los procesos electorales en ciernes. Hay que tomarlos como
parte de un proceso mayor, de largo alcance, de entendimiento cabal de
que es el pueblo el que tiene tomar en sus manos su propio destino. La
experiencia con los Toledo y los Ollanta ha sido nefasta para los
intereses populares. ¡Basta ya de ser burros de carga de aventureros,
oportunistas, y ladrones de cuello y corbata!
Desde ese punto de
vista, resultaría contraproducente para el avance del movimiento
popular, el bajar los brazos en la presente lucha contra la corrupción y
las mafias. Lo que haga o no el presidente Vizcarra no puede ser
determinante en el desarrollo del propio camino de los trabajadores, de
los excluidos, ninguneados o invisibilizados. Hay que barrer con la
corrupción, con las mafias, con los ladrones de todo tipo, estén donde
estén, y por supuesto que hay que pugnar por cerrar el establo
congresal. No subestimemos la fuerza de la calle, las fortalezas
democráticas de las masas populares, la firmeza de los pobres de la
ciudad y el campo alzados a la pelea. Bienvenidas sean iniciativas como
las de movilizarse esta tarde desde la plaza San Martín, que seguramente
han de multiplicarse en los próximos días.
¡Qué se vayan todos!
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