miércoles, 4 de septiembre de 2019

LA CALLE COMO ESCUELA POLÍTICA



Se ha afirmado, con razón, que en el Perú la política se ha emputecido, se ha degradado a niveles mercantilistas, o se ha pervertido por obra de quienes han hecho de ella un simple instrumento de posicionamiento malero. Esa es la razón por la que no pocos partidos políticos, o instituciones como el Congreso y el mismo Ejecutivo, arrastran la hediondez de las moledoras de carne putrefacta o de las acequias de aguas servidas.

Las propias universidades, otroras semilleros de políticos de fuste, de derecha o izquierda, están hoy, en ese terreno, venidas a menos. El extremismo neoliberal, el emprendurismo como banderola del individualismo rampante, ha ganado amplios espacios en las otroras trincheras de la discusión política, de la rebeldía juvenil, del cuestionamiento permanente y sistemático del orden de cosas establecido.

No caigamos sin embargo en el pesimismo. Aunque parezca contradictorio, de ese mismo orden fluyen las motivaciones para que espontáneamente, los pueblos, los jóvenes y mujeres, las organizaciones indígenas, los jubilados, los trabajadores en general, comiencen a desmarcarse de los malolientes mandatos y costumbres de quienes han hecho de la política un negocio, o una fuente de corruptelas y criminalidad.

La lucha contra la corrupción en el país, a todo nivel, se ha convertido así en un gran estímulo para retomar, paso a paso, las banderas de la ética y la política, pugnando por devolverle a ésta sus esencias primigenias: ciencia, arte, vocación de servicio, aspiración de cambio y desarrollo. 

En ese sentido es ilustrativa la convocatoria a la marcha nacional : ¡que se vayan todos! que ha de efectuarse mañana jueves 7 en distintos puntos del país y el extranjero; como punto más alto de una serie de reclamos colectivos e individuales para que el presidente Vizcarra haga de su propuesta de adelanto electoral una cuestión de confianza, que le permita disolver la madriguera congresal.

Sin embargo, hacen bien los organizadores de la cita, y los colectivos políticos y culturales que la están impulsando, en proclamar su autonomía, su independencia, en relación a los bandos de la derecha en pugna.Lo que el pueblo necesita hoy, políticamente hablando, es afirmar su propio rumbo, su propio camino, sus propios liderazgos, su propia propuesta de cambio y desarrollo. No se trata de luchar por luchar, para después terminar convertido en furgón de cola de los caudillos de moda, de operadores remozados del sistema vigente. ¡Basta ya de Toledos y Ollantas! 

En resumen, en las actuales circunstancias, la calle es una excelente escuela política, de unidad popular, de democracia a la plebeya, de afianzamiento de consignas y propuestas, de reforzamiento de la autoestima en las propias fuerzas, de insurgencia de nuevos liderazgos. Esa es la trascendencia de la cita de mañana. No le recortemos el filo con propósitos seguidistas o inmediatistas.

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