miércoles, 29 de mayo de 2019

LOS TAHURES YA JUGARON


Los dados de los tahures fujiapristas que controlan el establo congresal, están tirados. Quien guarde ilusiones sobre la posibilidad de alguna rectificación en sus siniestras perfomances, o peca de ingenuidad o sencillamente, al margen de su voluntad, se ha convertido en los hechos en un topo de las fuerzas que en nombre de la criminalidad organizada que asola el país, han tomado el establo por asalto.

El enésimo blindaje al fiscal Chávarry, cuestionado y repudiado hasta por sus propios pares, está demostrando que el fujiaprismo, en su agonía, está dispuesto a matar. La cuestión de confianza que se le exige al presidente Vizcarra, para disolver constitucionalmente ese congreso y convocar a nuevas elecciones parlamentarias, sería el tiro de gracia contra esas fuerzas reaccionarias. 

Pero hasta el momento, las ambigüedades del mandatario propias de su extracción social, sus coincidencias ideológicas y políticas con el fujiaprismo, pero sobre todo sus compromisos con el gran capital, -a quien le interesa un rábano el color del gato porque lo importante es que atrape ratones- están impidiendo que el jefe de Estado asuma esa responsabilidad.

En estas circunstancias es el pueblo movilizado, alzado a la pelea contra la corrupción, el que tiene la palabra.Sus potencialidades en la lucha contra esa pandemia ha quedado demostrada en los últimos tiempos. Cuando parecía que no había luz al fondo del túnel, las masas la encendieron y le inyectaron fuerza hasta al propio Vizcarra; respaldando combativamente el desempeño de los fiscales y jueces comprometidos en la investigación y sanción de los corruptos y de las organizaciones criminales a las que dieron vida.

La concentración y movilización popular de anoche en Lima, los pronunciamientos de organizaciones políticas, culturales, feministas, de defensa de los derechos humanos, y hasta de los propios fiscales en pro de la cuestión de confianza y del cierre del congreso, evidencian que las reservas morales del país vuelven a la carga en defensa de la decencia, de la ética, de la política como quehacer al servicio del pueblo. 

No obstante, a mi entender, debe quedar en claro que ese reclamo, que vuelve a calentar la calle, no debe ser entendido como un apoyo al presidente Vizcarra, cuyos arreglos con el gran capital y las transnacionales impactan negativamente en las mayorías nacionales: en el empleo, en el salario, en la salud, educación,en la calidad de vida de los millones de peruanos, e incluso hasta en la atención a los pueblos castigados por los desastres naturales.

En otros términos, el pueblo movilizado tiene que saber defender sus fueros, su camino propio, sus banderas programáticas, sus aspiraciones de ser poder para construir un Perú diferente. La crisis política a la que asistimos está manifestando la caducidad del orden establecido, su podredumbre. Con la mirada puesta en el bicentenario de la independencia del Perú, en los sueños de quienes la hicieron posible, tenemos derecho a asumir el desafío de pretender alcanzar el cielo con nuestras propias manos.

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