jueves, 7 de marzo de 2019

UNA DE SHENSHI...

Foto: Elbita Vásquez Vargas

"Shenshi malvado" -léase Miguelito Recavarren- duerme ya el sueño eterno. Su chaplín, bien ganado en los turbulentos años 70 y 80 de la cuatricentenaria, invita no pocas veces al equívoco. Su manera de tomar distancia ante los adversarios políticos de entonces, lo han retratado como un hombre de pocas pulgas, siempre hosco y poco dado a la concertación. Realmente, era todo lo contrario. La foto tomada por Elbita lo pinta de cuerpo entero: un gordo bonachón, de risa fácil, y conciliador, con sus defectos, como todos nosotros, pero un hombre bueno en el fondo. Les cuento una. 

En esos tantos deslindes y confrontaciones ideológicas de los años indicados, en San Marcos nos ganamos amigos y enemigos, así como se lee. Mucho tiempo después, nos enteramos que un otrora furibundo adversario había caído gravemente enfermo. Los médicos lo habían desahuciado, y ya en casa sus familiares solamente esperaban el inevitable final. En esas circunstancias, el duro "Shenshi" apareció por mi oficina, para hacerme una propuesta: "hay que ir a despedirnos del hombre", me dijo; "el pasado, pasado fue", agregó, para luego, ante mi escepticismo, abundar en argumentos para convencerme de ir a la casa del colega, darle la mano, dar por zanjado todo, y despedirnos.

El intransigente "Shenshi" se había ablandado, pero no logró persuadirme. Con algunos años más de experiencia, y creyendo conocer mejor las debilidades y fortalezas de nuestro "archienemigo", me negué rotundamente a pasar por ese aro conciliador. Cuando prácticamente me había quedado sin razones para justificar mi negativa ante un supercontemplativo Shenshi, me animé a decirle, un poco en serio, pero también en broma:

-Y si voy a ver al tío ese, ¿qué le voy a decir a mi madre?
-¿Qué tiene que ver tu madre en esto, respondió
- Tu que crees, le dije, ¿que las mentadas de madre que ese fulano me ha lanzado en todos estos años es moco de pavo? 

El benevolente "Shenshi" tiró la esponja. Se paró, me dio la mano y se fue. A la semana volvió, medio compungido. Fiel a su idea, había ido a la casa del colega enfermo. La familia lo recibió y le agradeció el gesto, pero a la hora en que fueron a anunciarlo, luego de unos minutos de demora, Recavarren pudo escuchar un débil pero contundente: ¡He dicho que no carajo! procedente de la alcoba del enfermo.

Así terminó uno de los esfuerzos contemporizadores del duro "Shenshi malvado"., que ahora descansa en paz...

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