Son las mujeres del gabinete que preside Salvador Del Solar. Todas ellas
con hojas de vida respetables y una nada desdeñable experiencia
profesional. Hay que reconocerlo, el
presidente Vizcarra ha dado en el clavo: en un contexto donde los machos
cabríos tienen siempre la última palabra, la mayor presencia femenina en la
gobernanza del país coloca al gobierno peruano
en una situación expectante en lo que atañe atención a las reivindicaciones
femeninas.
Pero con todo lo importante que
pueda ser el raciocinio, la mirada, el toque femenino, en las decisiones que
puedan o deban asumirse, nada de ello sin embargo garantiza que los problemas
económicos y sociales que afronta el
país vayan a ser atendidos y resueltos al margen o en contra de las coordenadas
económicas y políticas imperantes en el país. De haber cambios, van a haberlos,
e incluso desde una perspectiva independiente habrá que luchar por ellos, como
viene ocurriendo con el combate a la corrupción; pero siempre habrá un corset:
el modelo económico imperante y a su sombra, los intereses de las oligarquías
vigentes, limeñas y provincianas, las
transnacionales que con buenas y malas artes han echado raíces en nuestra
economía, los negocios de los grupos delincuenciales que han sacado cabeza en
los últimos tiempos…
En otros términos, mientras la
lógica del capital y los paradigmas del neoliberalismo sigan vigentes en el
país, nada sustancialmente nuevo podrá
esperarse, y las crisis económicas y políticas, mayores o menores, se
presentarán y pasarán, y las desigualdades e inequidades sociales se multiplicarán.
No nos hagamos entonces ilusiones, a la hora en que las papas quemen por los
reclamos de los pueblos y los sectores sociales vulnerables, los hombres y mujeres del gobierno de Vizcarra, responderán de la misma manera en
defensa del orden establecido. Ya sucedió con Humala.
Por eso es que los pueblos, los
olvidados, ninguneados e invisibilizados,
los hombres y mujeres víctimas de las irracionalidades del sistema, sólo tienen
una alternativa: reafirmarse en la defensa de su propio camino, de sus propios
intereses, de sus propias alternativas de poder, de su sueño de construcción de
un país nuevo, sustancialmente diferente, donde, como dicen los uruguayos,
nadie sea más que nadie.
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