Estas fotos son premonitorias: García luego de un buen baile,
festejado por sus ayayeros de siempre, luce cansado, agotado, sin
pilas...
La derecha y sus plumíferos a sueldo siempre
presentaron a García como uno de los políticos más hábiles de esta parte
del mundo. Por eso es que calificaron de jugada maestra su solicitud
de asilo a Uruguay. Y batieron palmas, pensando en que ya tenían
candidato para el 2021.
Pero los años no pasan en vano. El otrora bullidor García ha demostrado
con esa huida en falso que hasta el olfato lo ha perdido. Políticamente ya no es nada. Las últimas elecciones han demostrado que su viejo
partido está quebrado. Y que si no fuera por una mañosería del Jurado,
los Mulder y los Del Castillo estarían también, como su mentor, en sus
cuarteles de invierno.
En
los acelerados y pragmáticos tiempos de la política de nuestros días,
las personalidades sin masas, sin multitudes a sus espaldas, valen poco o
nada, peor todavía si llevan una mochila de anticuchos como las que
carga García. En el Perú solo la ultraderecha le da sajidos, como
también se los da a "la señora K", hoy en prisión. Otros sectores de la
derecha -ojo al último Cade- muy elegantemente han tomado distancia de
esos fardos pesados. Otras son ahora sus opciones, no es casual que le
revienten cuetes a Vizcarra...
Tavaré, en Uruguay, y sus
asesores, otearon ese panorama, miraron hacia donde corre el viento en
esta parte del mundo en los temas de corrupción, y si bien demoraron su
respuesta, al final no se hicieron bolas para dejar en la calle al
viejo García. Desde un punto de vista formal, el fallo se justifica.
Hasta los ayayeros han tenido que aceptar el revés. Su perorata de rojos
y caviares, de golpes de Estado o persecución política, ante el fallo
uruguayo ha quedado sin piso.
García no la vio. Con el rabo entre
las piernas pernocta hoy en su domicilio. Pero cuidado, sigue
moviéndose, al igual que su claque, no quiere ir a prisión, su ego no lo
soportaría. Por eso es que ha pedido la cabeza del fiscal Pérez, el
incorruptible magistrado. Está cansado, extenuado, agotado, luego del
bailecito en la embajada uruguaya, pero no está muerto, le quedan las mañas, seguramente que
entre ceja y ceja tiene grabado aquel viejo aserto criollo, que bien
puede ser aplicado a la esfera política: gallo viejo con el ala mata...
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