Cuando por primera vez asumí alguna nivel de responsabilidad
administrativa en la cuatricentenaria Universidad de San Marcos, un
trajinado amigo en esos menesteres, me recomendó que cuando tuviera
algún problema de cierta envergadura, lo que tenía que hacer era formar
una comisión. "En ella los papeles duermen y al final se archivan cuando
todo el mundo se ha olvidado del tema". Los reglamentos te facultan a
ello, sentenció.
Recuerdo ese pase ahora, al observar las idas y
venidas de las denuncias contra el fiscal Chávarry en el congreso. Las
tiene una comisión cuyo responsable, muy suelto de huesos, ha dicho que
el tema se verá en su momento y que no molesten, porque se puede
entercar más. Políticamente bien sabemos a donde apunta ese
representante naranja: al blindaje del vapuleado fiscal. Y ese señor
puede hacer lo que le da la reverenda gana porque se apoya en los
intríngulis administrativos de siempre, idóneos para ese blindaje, y que
no son otra cosa que los viejos trucos del poder.
Esos trucos
los utilizó el ex vocal Hinostroza. Se fue de vacaciones, cambió de
sala, y cuando todo lo señalaba como el cabecilla de la mafia
descubierta, se amparó en sus privilegios de vocal para tratar de zafar
el bulto. Otra vez la bendita comisión, sus gollerías administrativas,
las excepciones de su jerarquía, que los convierte en seres de otro
planeta...y casi casi la hace de no haber sido por la opinión pública.
Al final, al sentirse perdido y desnudo, no le quedó otra alternativa
que fugar.
Esos viejos trucos administrativos los aprovechan
excelentemente los mismos congresistas. la inmunidad o mejor dicho la
impunidad que ostentan los coloca por encima de los ciudadanos comunes y
silvestres. Hay quienes como el general Donayre debería estar en la
cárcel, sentenciado como está a varios años de prisión por tirarse la
gasolina que estaba destinada al Ejército. En la comisión
correspondiente le han buscado tres pies al gato y ese señor sigue
suelto en plaza, como otros de sus congéneres de cuello y corbata que
por sus latrocinios hace mucho que deberían vestir a rayas.
En
la lucha a muerte contra la corrupción, en la que se supone estamos
embarcados, esos privilegios de los que gozan congresistas, jueces y
fiscales supremos, ministros, etcétera deben convertirse en polvo. De lo
contrario, los delincuentes de cuello y corbata o de uniforme siempre
apelarán a ellos para escudarse, hacerla larga, limpiarse, para
finalmente tomar las de Villadiego o simplemente seguir haciendo de las
suyas...

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