jueves, 8 de noviembre de 2018

LOS VIEJOS TRUCOS


Cuando por primera vez asumí alguna nivel de responsabilidad administrativa en la cuatricentenaria Universidad de San Marcos, un trajinado amigo en esos menesteres, me recomendó que cuando tuviera algún problema de cierta envergadura, lo que tenía que hacer era formar una comisión. "En ella los papeles duermen y al final se archivan cuando todo el mundo se ha olvidado del tema". Los reglamentos te facultan a ello, sentenció.

Recuerdo ese pase ahora, al observar las idas y venidas de las denuncias contra el fiscal Chávarry en el congreso. Las tiene una comisión cuyo responsable, muy suelto de huesos, ha dicho que el tema se verá en su momento y que no molesten, porque se puede entercar más. Políticamente bien sabemos a donde apunta ese representante naranja: al blindaje del vapuleado fiscal. Y ese señor puede hacer lo que le da la reverenda gana porque se apoya en los intríngulis administrativos de siempre, idóneos para ese blindaje, y que no son otra cosa que los viejos trucos del poder.

Esos trucos los utilizó el ex vocal Hinostroza. Se fue de vacaciones, cambió de sala, y cuando todo lo señalaba como el cabecilla de la mafia descubierta, se amparó en sus privilegios de vocal para tratar de zafar el bulto. Otra vez la bendita comisión, sus gollerías administrativas, las excepciones de su jerarquía, que los convierte en seres de otro planeta...y casi casi la hace de no haber sido por la opinión pública. Al final, al sentirse perdido y desnudo, no le quedó otra alternativa que fugar.

Esos viejos trucos administrativos los aprovechan excelentemente los mismos congresistas. la inmunidad o mejor dicho la impunidad que ostentan los coloca por encima de los ciudadanos comunes y silvestres. Hay quienes como el general Donayre debería estar en la cárcel, sentenciado como está a varios años de prisión por tirarse la gasolina que estaba destinada al Ejército. En la comisión correspondiente le han buscado tres pies al gato y ese señor sigue suelto en plaza, como otros de sus congéneres de cuello y corbata que por sus latrocinios hace mucho que deberían vestir a rayas.

En la lucha a muerte contra la corrupción, en la que se supone estamos embarcados, esos privilegios de los que gozan congresistas, jueces y fiscales supremos, ministros, etcétera deben convertirse en polvo. De lo contrario, los delincuentes de cuello y corbata o de uniforme siempre apelarán a ellos para escudarse, hacerla larga, limpiarse, para finalmente tomar las de Villadiego o simplemente seguir haciendo de las suyas...

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