viernes, 12 de octubre de 2018

ORGANIZACIÓN CRIMINAL


Tienen razón el fiscal Pérez y el juez Carhuancho al calificar de organización criminal al conglomerado fujimontesinista. Lo acaba de demostrar la banda que asola el congreso: han aprobado una ley que pondrá en la calle a los mayores ladrones de la historia republicana: Fujimori y Montesinos; y de paso a todos sus compinches, ladrones y asesinos, civiles y militares que se levantaron el país en los años 90.

Haciendo uso de sus derechos de chacra, esa banda pisoteó su propia normatividad, se zurró en la resolución de la Corte Suprema que devuelve a prisión al caco Fujimori -anulando el indulto trucho sancionado por PPK- y escupió sobre las recomendaciones de la Corte Internacional de Derechos Humanos, en cuya aplicación la Suprema adoptó la decisión señalada.

Fujimori y Montesinos son los líderes históricos del fujimontesinismo. El golpe de 1992 los catapultó al poder total, mientras que las organizaciones políticas a las que dieron vida, siempre cubiertas de mugre y barro, fueron su cobertura legal. Con ese patrocinio, la Constitución de 1993 fue la excusa para que el gran capital y las transnacionales entraran a saco a nuestra economía.

Resulta cómico por ello, que "la señora K", desde la prisión, diga que su detención no frustrará su "proyecto político". El fujimontesinismo nunca tuvo proyecto, lo que siempre han tenido han sido planes de pillaje, de saqueo de las arcas estatales, de capitalización ilícita, de corrupción ilimitada. 

No es casual por ello que a sus filas congresales, municipales o regionales, se hayan plegado operadores de mafias de diferente tipo, y que la lucha contra la corrupción haya sido convertida en letra muerta. Si las cosas sucediesen al revés de estas afirmaciones, Fujimori y Montesinos, los mayores referentes del hurto, de la estafa, del tráfico de armas y drogas, no estarían ahora a un paso de confundirse con la gente de a pie de nuestras ciudades.

Decíamos por ello hace algunos días, que si bien el fujimontesinismo y sus paquebotes apristas iban de revés en revés, no estaban sin embargo vencidos. Los resultados electorales los han reducido prácticamente a la nada. Bajo otras reglas de juego, que no sean las vigentes en la democracia a la peruana, esos señorones y señoronas de la bankada naranja hace rato que habrían tenido que marcharse a su casa, y no pocos de ellos a la cárcel. No obstante, siguen ostentando poder. El congreso es la principal de sus trincheras. Anoche, esa capacidad de decisión les permitió blindar a dos de sus secuaces, esta tarde han sacado la ley Fujimori, mañana podemos tener otras sorpresas.

Hay que sacarlos al fresco, en calles y plazas, seguir desenmascarándolos. La lucha por el cierre de ese congreso, en el marco de la propia normatividad vigente no debe ser descartada, pese a los vaivenes del presidente Vizcarra, como tampoco debe asumirse una actitud pasiva ante el referéndum programado para el 9 de diciembre; y mucho menos dejar para las calendas griegas la pelea, desde las bases, por una nueva constitución.

Desde esos escenarios hay que poner al descubierto, punto por punto el trasfondo gansteril, antipolítico, rufianesco, de las concepciones de esa derecha en el poder; como también hay que sacar al sol las vacilaciones y ambigüedades de aquellas fracciones burguesas que se expresan a través del presidente Vizcarra y de su premier Villanueva, que a pesar de cierta radicalidad y contraste con la derecha gansteril, no dejan de conciliar sobre todo en el manejo económico y social. Es la hora de la acción, pero también de la lucha de ideas y de propuestas para cambiar de raíz este país.

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