jueves, 16 de agosto de 2018

EL VIEJO TOPO DE LA LUCHA DE CLASES


Al viejo Marx - lo recordaba Hugo Neira hace algunas semanas en un diario de la capital- no le correspondió el mérito de descubrir las clases sociales ni la lucha entre ellas. En una famosa carta a Weidemeyer, escrita el 5 de marzo de 1852, Marx escribió: "Mucho antes que yo, los historiadores burgueses habían descrito el desarrollo histórico de esta lucha de clases, y los economistas burgueses la anatomía económica de las clases"; agregando a continuación: "Los patanes ignorantes como Heisen, que no solo niegan la lucha de clases, sino la existencia de las clases, sólo prueban que, a pesar de sus gruñidos aterradores y de los aires humanitarios que se dan, consideran a las condiciones sociales en las cuales domina la burguesía, como el producto final, el non plus ultra (límite final) de la historia".

La crisis política que sacude el país, ha sacado al sol las vísceras del sistema, la gangrena que corroe el orden establecido, y en medio de esa descomposición el viejo topo de la lucha de clases se va abriendo paso a trompicones, agudizando la inestabilidad, pero al mismo tiempo, desde una perspectiva democrática y popular, generando condiciones para un nuevo despertar  y avance del movimiento de masas. Las multitudinarias movilizaciones populares contra la corrupción, a lo largo y ancho del territorio patrio, bajo la consigna de ¡que se vayan todos!, la rebeldía campesina en Sihuas que desembocó en la toma de la fiscalía, símbolo de las corruptelas contra los pobres del campo, o la exigencia, a voz en cuello, del pueblo arequipeño al presidente Vizcarra para que le ponga candados al congreso dominado por el fujimontesinismo, van configurando una situación explosiva que no tiende a amainar, sino a acrecentarse.

En ese sentido, las últimas encuestas, que muestran la repulsa popular al congreso, al sistema de justicia herido de muerte por las mafias de todo calibre, y a los figurones de la derecha, empezando por "la señora K", constituyen indicadores del cómo, desde la indignación inmediata, visceral, el pueblo alzado a la pelea se va constituyendo en un protagonista de primera línea en la actual crisis política. No hay actores más consecuentes en la lucha contra la corrupción y por la dignidad, la transparencia y la moralización a fondo, que ese pueblo insurgente, esos hombres y mujeres, jóvenes, niños, veteranos, de Costa, Sierra y Selva, que en las calles y plazas de las urbes y en el campo van configurando esa reserva moral, ese capital moral que  el país requiere con urgencia para salir de la crisis actual, pero para asumir también responsabilidades mayores de cambio total.

El hartazgo de la ciudadanía, instintivo o consciente, a la podredumbre reinante en las principales instancias del Estado, la complicidad descarada de jueces, fiscales, congresistas y funcionarios estatales con las organizaciones criminales en boga, están jugando el papel de detonante de esa confrontación social, en la que el pueblo ha retomado la iniciativa. El propio presidente Vizcarra, en su deslinde con el fujimontesinismo y las fuerzas que se oponen a la lucha contra la corrupción y a la implementación del referéndum propuesto por el ejecutivo, lo ha reconocido explícitamente en más de una oportunidad, en Lima y provincias.El mandatario ha percibido que las multitudes ciudadanas han marcado la cancha de la confrontación, para diferenciarse de los "cuellos blancos" de la política criolla, promotores de la corrupción y la criminalidad.

Pero el topo de la lucha de clases está también abriendo brechas en el seno de las clases dominantes y sus operadores políticos. La decisión del presidente Vizcarra y el ejecutivo de llevar adelante el referéndum, al que incluso le ha puesto posibles fechas de realización, como la oposición abierta y descarada del aprofujimontesinismo a la consulta popular, no es un producto de la casualidad. Hay evidentemente - como ocurrió a los finales de los 90- sectores empresariales, burgueses, nativos o extranjeros, que desde una perspectiva netamente crematística quieren sacudirse de la plaga delincuencial, de la imagen criminal que hoy están mostrando al mundo, por obra y gracia de las mafias tipo Odebrecht o de los "cuellos blancos" que habían organizado un sistema judicial paralelo al formalmente establecido. Esos sectores quieren referéndum, apoyan al ejecutivo, impulsan la profilaxis.

Esos empresarios, que se mueven estrictamente en las fronteras del orden establecido, están dispuestos a mandarse mudar del país si es que no se da ese referéndum. Eso es lo que ha revelado Jorge Chávez Álvarez, ex presidente del BCR y hombre fuerte de Maximixe: "...de no producirse el referéndum del 7 de octubre anunciado por el presidente Vizcarra, muchas empresas extranjeras saldrían corriendo del país, a buscar horizontes más promisorios para sus inversiones". Las cosas están claras para esas fracciones burguesas.

No ocurre lo mismo en el seno de la lumpemburguesía que ha hecho de la corrupción, del narcotráfico, del lavado de activos, de las actividades criminales que han aparecido en los últimos tiempos, sus fuentes principales de acumulación. En Lima y provincias, donde han echado raíces con la complicidad de las autoridades, esos sectores y sus operadores políticos en el Estado, empezando con los aprofujimontesinistas, se oponen rabiosamente a las reformas anticorrupción como al referéndum mismo. Apelan a la instrumentación de una normatividad engorrosa y leguyelesca para blindar a los corruptos sorprendidos con las manos en la masa, o para bloquear las medidas de limpieza idóneas para los tiempos de emergencia ética que vive el país. 

En ese escenario que puede irse haciéndose más crítico, los trabajadores de la ciudad y el campo, los hombres y mujeres de avanzada, los intelectuales y jóvenes comprometidos con las mejores causas de la Patria, los desposeídos de toda la vida, el pueblo todo y sus avanzadas políticas,  tiene ante sí un gran desafío: hacer de esa lucha contra la corrupción, de esa cruzada ética, de esa confrontación entre el bien y el mal, la gran palanca democrática para avanzar, con plena independencia programática, en el trazado de su propio camino hacia el poder. 

¡Basta ya! de ser instrumentos de caudillos que prometiendo el oro y el moro embaucan a las masas, secuestran su adhesión, para después terminar llevándose hasta las alcancías de las iglesias y apuntalando el orden económico y social caduco. La lucha de clases en el país está pautando el futuro del pueblo.

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