El Perú es un país abortivo. Lo dijo Pablo Macera hace un montón de años en una tertulia con Jorge Basadre.Se apoyaba en la historia de nuestra formación social, que está hecha - sostenía- "de cosas que no ocurrieron, que se malograron a mitad de camino". Su afirmación la ejemplificaba con lo ocurrido con el Incario, cuyo desarrollo autónomo fue cortado a sangre y fuego por los españoles en 1532. Pero también hacía referencia a la República burguesa, inaugurada en el siglo XIX, con una burguesía "que fue una caricatura de los grandes burguesías internacionales". Fue una burguesía de sobaco, afirmó.
Desde ese ángulo, pueden existir otras referencias. La experiencia velasquista (1968-1975) fue guillotinada por el general Morales Bermúdez (1975-1980) que le puso marcha atrás al proceso, para finalmente entregarle el poder al mismísimo Belaúnde Terry, a quien en 1968 los militares habían sacado en pijama de palacio de gobierno. O más recientemente, la lucha contra la dictadura fujimontesinista se redujo al simple encarcelamiento de la dupla Fujimori-Montesinos y de sus compinches civiles y militares. El marco ideológico y político de esa caterva quedó sin embargo intacto, habiéndose convertido a la fecha en una verdadera mugre conceptual que mueve a las organizaciones criminales que operan en el campo de la política.
Esa vocación por quedarse a mitad de camino, bien puede hacerse extensiva a otros espacios sociales, el fútbol por ejemplo. La reciente campaña del seleccionado peruano en el mundial de Rusia puede convertirse simplemente en periódico de ayer si es que prosperan algunos brotes figurativos, inmediatistas, triunfalistas, que complotan contra el proceso liderado por el Ricardo Gareca, los que no han pasado desapercibidos para el estratega y su comando técnico.
Gareca ha dicho que "el Perú necesita enfocarse en una política deportiva", que lo lleve a mirar y actuar en función del largo plazo. Y esa visión de futuro, que el Perú no la tiene ni como país, tampoco la posee para el fútbol. En los últimos años, el fútbol peruano, como la pelota, ha ido dando bote de un lado a otro por la inexistencia de esa capacidad, esas ganas, esa vocación, por mirar más allá de las narices de las mandamases deportivos. Gareca, no ha descubierto la pólvora. No hay director técnico nacional o extranjero, con dos o tres dedos de frente, que no diga, con otras palabras, lo que el seleccionador argentino ha expresado ayer en una conferencia de prensa. Lo que ocurre es que hay intereses de por medio, estrechos, mezquinos, logreros, mafiosos, que campean en el ámbito futbolístico.
Al respecto, los chinos nos están dando lecciones de como salir adelante. Ellos tienen una política de Estado para el fútbol. Se han trazado objetivos y metas que deben llevar a China a convertirse en el año 2050 en una superpotencia futbolística de primera línea. Patricia Castro Obando, una académica peruana que reside en ese país desde hace muchos años, acaba de escribir que los chinos están trabajando a todo vapor para ser campeones mundiales de fútbol en el año 2045. Previamente, en el 2030, deben haber organizado el campeonato mundial de ese deporte.
Una política de esa envergadura supone una gigantesca movilización, arriba y abajo. Castro Obando, en el artículo publicado en el diario El Comercio de esta capital, señala que para alcanzar esas metas, China tiene proyectado que para el año 2020 habrán 50 millones de niños y adultos practicando el fútbol, en academias, canchas, colegios, estadios, etcétera. que gozarán de todo el apoyo habido y por haber. El propio presidente chino Xi Jinping lidera esta espectacular cruzada en pro de hacer del fútbol un deporte realmente de masas.
Tomar el cielo del fútbol por asalto, le ha significado a los chinos - siguiendo siempre a Castro Obando- deshacerse de toda la escoria rufianesca que había echado raíces en el popular deporte. La profilaxis ha alcanzado a futbolistas, dirigentes, clubes, empresarios, árbitros, etcétera. Nuevos vientos soplan en los ámbitos futbolísticos. Los chinos entendieron que con esas mafias y pillerías no llegaban a ningún sitio.
¿Habrá capacidad para continuar el camino trazado por Gareca y sus muchachos, o como siempre ha ocurrido seguiremos siendo partícipes de las carreras de caballo y paradas de borricos?
En términos de Macera, ¿seguiremos siendo en el fútbol un país abortivo?

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