Máxima Acuña
Mientras nuestras mejores vibras se descargaban sobre los once
muchachos que en Rusia se iban a jugar su permanencia en el mundial de
fútbol, en el Perú,concretamente en Tarapoto, se producía un hecho que
creo no ha merecido mucha atención. La señora Keiko, defendiendo a capa y
espada "la ley Mulder", o "ley mordaza", le dio un jalón de orejas al
presidente Vizcarra, por pretender, a través de una acción de
inconstitucionalidad, traerse abajo la mencionada norma recientemente
aprobada en el congreso, y con la que se busca anular la publicidad
estatal en los medios de información.
La intervención de la jefa
del fujimontesinismo prueba dos cosas. La primera de ellas es que son
los fujimontesinistas los más rabiosamente interesados en que la "ley
mordaza" se aplique sí o sí. Que Mulder aparezca como el padre de la
criatura, además de probarnos la alianza de los restos del Apra con la
bankada mononeuronal, revela el triste papel de chacales que hoy cumplen
los alanistas.
Lo segundo es que al fujimontesinismo, a despecho
de lo que haya dicho la señora Fujimori en Tarapoto, lo que menos le
interesa es la llibertad de expresión. Basta con echar una mirada a lo
que en los años 90 hizo el fujimontesinismo con la prensa, para darnos
cuenta que toda referencia a dicha libertad no es más que un taparrabo
de lo que realmente buscan.
Ya lo han dicho los analistas: con
la "ley Mulder" lo que señora Keiko quiere es vengarse de los medios que
a su entender posibilitaron, en la campaña electoral pasada, su derrota
a manos de PPK. Pretendiendo, además, curarse en salud, ante las
próximas elecciones municipales y regionales. El que se sigan ventilando
en los medios las mil y una trapacerías del fujimontesinismo -como está
ocurriendo con lo que acontece en el porquerizo congresal- obstaculiza
sus pretensiones de poder, que como bien sabemos tienen en la cúspide su
arribo a palacio de gobierno en el 2021.
El fujimontesinismo,
hay que decirlo con todas sus letras, está expresando los intereses de
los sectores más conservadores y reaccionarios del país, a los que la
libertad de prensa les interesa un carajo. Ellos solamente tienen ojos
para toda medida o hecho que les permita seguir repletando sus arcas.
Por eso es que toda denuncia o señalamiento de hechos que vayan contra
sus apetitos debe ser invisibilizado o reducido a su mínima expresión. Y
sus corifeos lo proclaman a todo viento.
El Montonero, por
ejemplo, señala vía Internet, que la "ley Mulder" es tremendamente
positiva para el Perú, porque a su juicio "se reducirán las campañas
contra la inversión y el empresariado", o "disminuirán los elogios a
Máxima Acuña, el emblema del antisistema minero", ni se tendrá en cuenta
"siquiera la posibilidad de apoyar a Verónika Mendoza".
No es
pues el amor a la libertad de prensa; lo que la derecha quiere es
sencillamente tener la cancha libre, sin obstáculos de ningún tipo, para
vendernos sus cuentos e ilusiones, para hacer de las suyas con el
erario nacional sin que nadie los denuncie, para corromper el alma
nacional.
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