sábado, 26 de mayo de 2018

FÚTBOL Y POLÍTICA


Cuando en la segunda mitad de los años 50 del siglo XX matábamos por el club de nuestros amores: Alianza Lima; y otros por Universitario, sin que faltasen los hinchas del Muni, nuestros referentes futboleros eran ese endiablado trío de negros: Valeriano, Barbadillo, Vides Mosquera, por un lado, hasta Lolo Fernández y Terry al otro canto, sin olvidarnos de Tito Drago o el chino Rivera, héroes del Muni. Había sin embargo, otros referentes, los políticos. Haya de la Torre ya le había bajado la cerviz a los gringos y a los dueños del Perú, pero seguía siendo una leyenda para los de abajo. Los años de la clandestinidad o sucesos como los de la insurrección de Trujillo del 32 o el levantamiento de los marineros en los 40 lo habían encumbrado en el imaginario popular. Belaúnde emergía. Haber pretendido darse a la fuga desde El Frontón o haber impuesto en las calles su candidatura presidencial en las elecciones del 56, como su programa democrático y popular, le habían abierto un espacio. Como también lo tenía Alfonso Benavides Correa en su titánica lucha parlamentaria en defensa del petróleo nativo, monopolizado por la IPC; no quedando a la zaga el joven Cornejo Chávez que aterrizaba en Lima con la aureola de la insurreción urbana arequipeña en los 50. Como se suele decir, desde esos años al presente,mucha agua ha corrido bajo los puentes. En los espacios políticos de hoy, lo que faltan son figuras señeras como las citadas. Hay jóvenes como Verónika Mendoza o el moradito Julio Guzmán, que están luchando a brazo partido por hacerse un lugar, o viejos cuadros de la izquierda de masas, como Rolando Breña o César Barrera, pero, aceptémoslo, no hay muchos más granos por escoger. La política se ha devaluado. En los últimos años se ha banalizado o vuelto espectáculo; pero lo más serio es que se ha prostituido, se ha lumpenizado. Delincuentes de todo tipo se han metido a hacer de las suyas en tan noble actividad. La responsabilidad recae principalmente en el fujimontesinismo. Los años 90 fueron fatales. Esa corriente surgió, creció y se hizo fuerte en el fango, en los estercoleros de la sociedad. Sus líderes históricos, como la canalla con y sin uniforme que los acompañó en el saqueo fue a parar a las cárceles. Pero las fuerzas sanas, de izquierda o derecha liberal, no zanjaron con las malas hierbas ideológicas que la mugre había sembrado. Se contentaron con ver a los mafioso en la cana, pero no desarrollaron las cruzadas ideológicas de corto y largo plazo que la emergencia imponía. La mala hierba volvió a crecer y a extenderse en Costa, Sierra y Selva. Los resultados están a la vista. En este contexto, es explicable que la niñez y la juventud no tengan otros referentes, otros modelos, otros patrones de conducta que los que brinda el fútbol. Sus héroes visten de corto, mejor si llevan la blanquirroja en el pecho. Paolo Guerrero, el pundonoroso capitán del seleccionado patrio, es en ese sentido el ejemplo. ¿Que le ve usted a Guerrero? le pregunté a un taxista. No solamente es un extraordinario jugador, me dijo. Además, agregó, es bravo, macho, incansable, está en todas, se pone el equipo al hombro, nunca arruga...es un verdadero capitán. Algo más, señaló el taxista sobre Guerrero: es un hombre que sale de la pobreza y ahora que está arriba no se olvida de su gente...La derecha, aquí y en la Cochinchina, ha hecho del fútbol el circo, el opio adormecedor que requiere para hacer de las suyas. Pero figuras como Guerrero y sus calidades deportivas y humanas que lo adornan, en un proceso de emputecimiento de la política -los narcos ya están en cancha- han llenado ese marco referencial del imaginario popular, que la derecha renuente a los cambios quisiera mantener eternamente. Es indudable, que como hinchas a forro de tal o cual equipo nos merecemos figuras de la talla de Guerrero; pero como ciudadanos comprometidos con el presente y futuro del país y sus gentes, urgimos de héroes que estén dispuestos, como el gran capitán, a dar hasta la vida por las transformaciones que la realidad peruana necesita a gritos. No caigamos en el juego de esa derecha que está empleando el fútbol y a los grandes jugadores como taparrabo ideológico para sus latrocinios.

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