Cuando en la segunda mitad de los años 50 del siglo XX matábamos por el
club de nuestros amores: Alianza Lima; y otros por Universitario, sin
que faltasen los hinchas del Muni, nuestros referentes futboleros eran
ese endiablado trío de negros: Valeriano, Barbadillo, Vides Mosquera,
por un lado, hasta Lolo Fernández y Terry al otro canto, sin olvidarnos
de Tito Drago o el chino Rivera, héroes del Muni. Había sin embargo,
otros referentes, los políticos. Haya de la Torre ya le había bajado la
cerviz a los gringos y a los dueños del Perú, pero seguía siendo una
leyenda para los de abajo. Los años de la clandestinidad o sucesos como
los de la insurrección de Trujillo del 32 o el levantamiento de los
marineros en los 40 lo habían encumbrado en el imaginario popular.
Belaúnde emergía. Haber pretendido darse a la fuga desde El Frontón o
haber impuesto en las calles su candidatura presidencial en las
elecciones del 56, como su programa democrático y popular, le habían
abierto un espacio. Como también lo tenía Alfonso Benavides Correa en su
titánica lucha parlamentaria en defensa del petróleo nativo,
monopolizado por la IPC; no quedando a la zaga el joven Cornejo Chávez
que aterrizaba en Lima con la aureola de la insurreción urbana
arequipeña en los 50. Como se suele decir, desde esos años al
presente,mucha agua ha corrido bajo los puentes. En los espacios
políticos de hoy, lo que faltan son figuras señeras como las citadas.
Hay jóvenes como Verónika Mendoza o el moradito Julio Guzmán, que están
luchando a brazo partido por hacerse un lugar, o viejos cuadros de la
izquierda de masas, como Rolando Breña o César Barrera, pero,
aceptémoslo, no hay muchos más granos por escoger. La política se ha
devaluado. En los últimos años se ha banalizado o vuelto espectáculo;
pero lo más serio es que se ha prostituido, se ha lumpenizado.
Delincuentes de todo tipo se han metido a hacer de las suyas en tan
noble actividad. La responsabilidad recae principalmente en el
fujimontesinismo. Los años 90 fueron fatales. Esa corriente surgió,
creció y se hizo fuerte en el fango, en los estercoleros de la sociedad.
Sus líderes históricos, como la canalla con y sin uniforme que los
acompañó en el saqueo fue a parar a las cárceles. Pero las fuerzas
sanas, de izquierda o derecha liberal, no zanjaron con las malas hierbas
ideológicas que la mugre había sembrado. Se contentaron con ver a los
mafioso en la cana, pero no desarrollaron las cruzadas ideológicas de
corto y largo plazo que la emergencia imponía. La mala hierba volvió a
crecer y a extenderse en Costa, Sierra y Selva. Los resultados están a
la vista. En este contexto, es explicable que la niñez y la juventud no
tengan otros referentes, otros modelos, otros patrones de conducta que
los que brinda el fútbol. Sus héroes visten de corto, mejor si llevan la
blanquirroja en el pecho. Paolo Guerrero, el pundonoroso capitán del
seleccionado patrio, es en ese sentido el ejemplo. ¿Que le ve usted a
Guerrero? le pregunté a un taxista. No solamente es un extraordinario
jugador, me dijo. Además, agregó, es bravo, macho, incansable, está en
todas, se pone el equipo al hombro, nunca arruga...es un verdadero
capitán. Algo más, señaló el taxista sobre Guerrero: es un hombre que
sale de la pobreza y ahora que está arriba no se olvida de su gente...La
derecha, aquí y en la Cochinchina, ha hecho del fútbol el circo, el
opio adormecedor que requiere para hacer de las suyas. Pero figuras como
Guerrero y sus calidades deportivas y humanas que lo adornan, en un
proceso de emputecimiento de la política -los narcos ya están en cancha-
han llenado ese marco referencial del imaginario popular, que la
derecha renuente a los cambios quisiera mantener eternamente. Es
indudable, que como hinchas a forro de tal o cual equipo nos merecemos
figuras de la talla de Guerrero; pero como ciudadanos comprometidos con
el presente y futuro del país y sus gentes, urgimos de héroes que estén
dispuestos, como el gran capitán, a dar hasta la vida por las
transformaciones que la realidad peruana necesita a gritos. No caigamos
en el juego de esa derecha que está empleando el fútbol y a los grandes
jugadores como taparrabo ideológico para sus latrocinios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario