Este es el rostro de Eyvi Ágreda, la joven de 21 años a la que un
desquiciado le prendió fuego en Miraflores por negarse a aceptar sus
requerimientos sentimentales. El caso ha espantado al país; hecho que se
produce inmediatamente después del asesinato a balazos de la lideresa
shipibo-konibo Olivia Arévalo en el corazón de la amazonía y de otras
tantas agresiones contra la mujer en diferentes puntos del territorio.
Como era de esperarse, la indignación de la
opinión pública ha sido inmediata: Eyvi y Olivia simbolizan la
necesidad de resistir una pandemia que está destrozando la vida y el
futuro de miles de mujeres. Las mismas autoridades, han vuelto a
reeditar su ritual: rechazo, promesas de leyes, declaraciones
altisonantes etcétera, pero en los hechos ni mierda, como escribe una
encolerizada cronista de un diario local. Es que esa pandemia, en una
sociedad como la que vivimos, tiene hondas raíces económicas, sociales,
ideológicas, culturales. El machismo o el patriarcalismo imperantes, hoy
son fenómenos consustanciales al capitalismo, a las desigualdades que
genera, a las degeneraciones que propicia en su desbocada avidez de
lucro. Por ejemplo, las diferencias salariales, que ensanchan las arcas
de los explotadores, agravian la dignidad de las mujeres, su
autoestima; , alimentando de paso la supuesta superioridad del hombre y
el machismo, que considera a la mujer como la última rueda del coche; a
la que se puede poseer, explotar, acosar, golpear, insultar, violar,
matar o incendiar, porque el entorno social, los justificativos
culturales e ideológicos, asimilados desde la cuna constituyen un
excelente caldo de cultivo para ello. En ese sentido, más cárcel, más
penas, más rigores...podrán paliar el fenómeno, pero no liquidarlo,
siempre se mantendrá, rebrotará o alcanzará nuevas dimensiones. Es
indispensable por ello, además de denunciar multitudinariamente la
pasividad real de las autoridades y exigir justicia para las afectadas,
emprender campañas integrales, totalizadoras, de concientización sobre
los alcances del problema y en torno a las demandas del presente y del
futuro; deslindando en este terreno con quienes se pasan la vida dando
vueltas sobre los efectos, soslayando interesadamente o no las causas
del mal.
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