jueves, 5 de abril de 2018

ASÍ NO JUEGA PERÚ


Pese a que un otoño friolento está agarrando fuerza, refrescando algunos ambientes  y temperamentos, la temperatura política, sin embargo, no está siguiendo ese mismo curso: el flamantísimo presidente Vizcarra y su novísimo premier, están recibiendo los primeros fierrazos del soberano. Razones existen.

La gente comienza a decepcionarse más rápido de lo que se pensaba. Es cierto que el moqueguano, en las formas tomó rápidamente distancia del felón; pero es cierto también que esa aparente búsqueda de colocarse por encima del bien y del mal - superar "odios" le dice-  para articular una unidad de perro, pericote y gato, sin aparente hegemonía, comienza a vislumbrarse como la gran salida que la derecha requería, preocupada como estaba por los alcances que estaba tomando la crisis con la presencia de PPK en el gobierno.

El felón se había convertido en una carga pesada, cada día que pasaba conllevaba nuevas metidas de pata. El escándalo Odebrecht se lo había tragado entero, y sus pataleos no hacían otra cosa que llevar más agua a los molinos del jaleo; contexto en el que  la consigna ¡Qué se vayan todos! seguía expandiéndose, tornándose peligrosísima para los intereses de la gran burguesía en el poder, siempre renuente a los ruidos políticos de la confrontación social.

No es la que la unidad a la que convoca el presidente Vizcarra sea mala de por sí; lo que ocurre es que esa unidad, expresada por ejemplo en el gabinete conformado bajo la presidencia del tarapotino Villanueva, aparentemente neutral, laxa, light, - además de semejar un mero reparto de la torta-  esconde las mismas concepciones ideológicas y políticas hegemónicas en el país, -incluyendo sajidos a la corrupción-  que le permiten a la derecha en el poder seguir manejando las cosas a su antojo. 

La mayoría de rostros de ese gabinete pueden ser nuevos; pero lo que no es nuevo, salvo una que otra excepción, es el raciocinio, la visión de las cosas, las coordenadas conceptuales vigentes desde hace 26 años. Matices más o matices menos, no hay nada nuevo bajo el sol. Por ello es que la bolsa, el dolar, la Confiep, los medios, los ideológos de la derecha ...ni se han alterado, hay neoliberalismo para rato y eso a la derecha es lo único que importa.

Claro, no se puede negar que algo ha cambiado: el presidente, el premier, los ministros, los secretarios, sus orígenes provincianos, los estilos de trabajo y de contacto con el populorum, etcétera, pero sustancialmente -que es lo que principalmente debe interesar- todo sigue igual, hasta la carga de anticuchos que los funcionarios de nuestros días suelen llevar bajo el fajín que ostentan;  que ponen en duda la anunciada lucha a muerte contra la corrupción, mal de males del país.

Ello explica el júbilo, los abrazos, las bienaventuranzas del fujimontesinismo hacia la nueva administración, que no pocos los ubican en un contexto de pacto bajo la mesa, que habría incluido una tramoya para forzar la salida del felón y sentar a Vizcarra en el sillón presidencial. 

Con PPK, el fujimontesinismo  tenía un pleito aparte,  que en salvaguarda del capital se dejaba de lado, cuando la ocasión lo apremiaba, pero la procesión iba por dentro. Hoy, sus votos mayoritarios le han permitido a Vizcarra sentarse en el sillón de Pizarro, lucir orgulloso la banda presidencial, poner a Moquegua y su gestión como gobernador en el centro de la atención pública...pero sabe también que el libreto tiene que seguir siendo el mismo, al igual que la condescendencia con quienes hoy se consideran los dueños del mundo.

Ya Vizcarra les mostró la cerviz. Fue el día en que a todo viento rubricó la ley de fortalecimiento de la contraloría general, que dejaba al congreso - la pampa del fujimontesinismo- la designación de sus jefes y personal de control. ¡Gol peruano! escribiría jubiloso uno de los jerarcas del conglomerado naranja, era el presidente que estaban buscando...



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