viernes, 5 de enero de 2018

MAL OLOR




Decía Pessoa que el triunfo puede oler a podrido...

Eso es lo que está pasando con el indulto al viejo Fujimori: una victoria para él y su dinastía, de hecho también para PPK, pero la hediondez de la farsa, de la burla, es inocultable.

Ese indulto, lo dicen todos los que no están comprometidos con la fetidez de la tramoya, es el producto de un arreglo de 2 grandes timadores de la política criolla.

El uno, además de los crímenes y latrocinios por los que purgaba condena, hizo de la política un chiquero para rellenar sus faltriqueras, todavía no encontradas. Los 90 fueron eso: un porquerizo, y el indulto una chanchada clásica a las que el país se había acostumbrado, por obra de la dupla Fujimori-Montesinos.

El otro, convirtió la gobernanza en un mercado. El canje de votos por el indulto para ponerse a salvo, ha sacado al sol su total falta de escrúpulos, su espíritu de mercachifle, tan propio de la burguesía nativa y de los operadores del capitalismo en el Perú.

Lo decía el patricio Víctor Andrés Belaúnde, criticando el oncenio legüiista:

"...Más llegó al Perú la moda pragmática que quería en el gobierno el tipo de hombre práctico, de educación puramente utilitaria, como si la administración de los negocios públicos fuese comparable a un negocio particular" (El origen de la tiranía).

Para Belaúnde, el Perú, entre 1919-1930 (años del oncenio) se debatió "en un mar de fango"; Leguía y su cogollo, decía el maestro, habían liquidado el capital moral del país.

Como vemos, la pestilencia no es reciente. Cada impulso del capitalismo en el Perú huele siempre a estiércol. Así ha sido, desde los tiempos del guano y el salitre en el siglo XIX.

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