Años atrás, en otras circunstancias políticas, la juramentación de
un nuevo gabinete concitaba una atención especial de la ciudadanía.
Ministros hubo, que por sus calidades personales, y a pesar de los
gobernantes, arrastraba simpatías y esperanzas. Un Basadre o un Cueto en
Educación, o también un Uriel García en Salud, le daba prestancia al
gabinete y auguraban no pocas decisiones importantes.
Con el gabinete que juramentaría en las próximas horas, no está
ocurriendo lo mismo. Los nombres poco importan, como tampoco interesa
que los altavoces del gobierno de PPK lo estén presentando como el
equipo de la reconciliación.
La razón es una sola: ese gabinete nace muerto porque está cargando una
felonía: la de sus propios auspiciadores, responsables de un indulto
que no solamente ha vulnerado el Estado de derecho, sino que además ha
pisoteado la dignidad de un pueblo, el dolor de las víctimas de los
familiares caídos en la guerra interna, el respeto a los restos de
compatriotas esparcidos aquí o allá, pero que claman justicia, haciendo
añicos la palabra empeñada a quienes respaldaron a PPK con su voto, dándole legitimidad a su administración.
El gabinete de la felonía, mal llamado de la reconciliación, tiene en el papel una sola misión: limpiar las heces de PPK y la Aráoz. Algunos sectores de la derecha ya le perdieron la fe. Para éstos como para gran parte de la ciudadanía, PPK ya abdicó, debe irse a su casa y someterse como cualquier mortal a las investigaciones sobre sus relaciones con Odebrecht u otros anticuchos que pueda cargar en la mochila.
Esa derecha no es tonta, ha escuchado el rugido de las multitudes en las calles y plazas del país y también en el extranjero. Calcularon mal. Pensaron que soltando al viejo Fujimori en Navidad, la reacción se iba a perder entre las bombardas, saludos, comidas y tragos. Al revés de lo proyectado, la indignación de la ciudadanía ha ido en crecimiento, mientras que las baterías legales, dentro y fuera del país, comienzan a dejar malparado a PPK, a la Aráoz y a todos los comprometidos en la farsa.
En ese contexto, para esas tiendas derechistas, la permanencia de PPK en el gobierno ya no es negocio, en el exacto sentido del término. Salvo que apele, como ha ocurrido en otros tiempos, a la represión abierta, descarada, sobre las masas declaradas en rebeldía. Y PPK, como ex miembro de los gobiernos de Belaúnde y Toledo, sabe de esas cosas; como también la Aráoz, ex integrante del gabinete de García, no por algo la conocen como Miss Bagua...
El gabinete de la felonía, mal llamado de la reconciliación, tiene en el papel una sola misión: limpiar las heces de PPK y la Aráoz. Algunos sectores de la derecha ya le perdieron la fe. Para éstos como para gran parte de la ciudadanía, PPK ya abdicó, debe irse a su casa y someterse como cualquier mortal a las investigaciones sobre sus relaciones con Odebrecht u otros anticuchos que pueda cargar en la mochila.
Esa derecha no es tonta, ha escuchado el rugido de las multitudes en las calles y plazas del país y también en el extranjero. Calcularon mal. Pensaron que soltando al viejo Fujimori en Navidad, la reacción se iba a perder entre las bombardas, saludos, comidas y tragos. Al revés de lo proyectado, la indignación de la ciudadanía ha ido en crecimiento, mientras que las baterías legales, dentro y fuera del país, comienzan a dejar malparado a PPK, a la Aráoz y a todos los comprometidos en la farsa.
En ese contexto, para esas tiendas derechistas, la permanencia de PPK en el gobierno ya no es negocio, en el exacto sentido del término. Salvo que apele, como ha ocurrido en otros tiempos, a la represión abierta, descarada, sobre las masas declaradas en rebeldía. Y PPK, como ex miembro de los gobiernos de Belaúnde y Toledo, sabe de esas cosas; como también la Aráoz, ex integrante del gabinete de García, no por algo la conocen como Miss Bagua...
No hay comentarios:
Publicar un comentario