lunes, 9 de octubre de 2017

¡ASÍ NO JUEGA PERÚ!


¡Así no juega Perú!

En el Perú, la violencia contra la mujer es como el pan de cada día.

La agreden en la casa, en la calle, en el trabajo, en todos los escenarios sociales. La razón es una sola: es considerada como la última rueda del coche.

Por eso es que el hombre la golpea inmisericordemente: a puñetazos y patada limpia, cuando no la mata; con la mirada ninguneadora, o con el lenguaje de alcantarilla que utiliza en las relaciones de pareja.

Violencia que se hace ostensible además, cuando el hombre somete sexualmente a la mujer.

Pero en el trabajo las cosas no son mejores para la mujer, incluyendo a las que pueden ostentar grados académicos y títulos. Siempre ganarán menos que los hombres, o no tendrán las mismas oportunidades para ascender, por no hablar del acoso sexual, denunciado pero no atendido, o del pecado de salir embarazada, que le puede costar el puesto.

La propia OIT se ha visto obligado a reconocer que si las cosas van como van en el tema salarial, por ejemplo, las mujeres tendrán que esperar -teóricamente se entiende-  hasta el 2087 para alcanzar la nivelación, salvo que los hombres y mujeres nos pongamos las pilas en la pelea por la igualdad de derechos.

El problema no es nuevo en el país. El machismo y el patriarcalismo son tan viejos como el hilo negro. Lo paradójico es que con la modernidad neoliberal, el tan mentado crecimiento económico, no se ha orientado a resolver el problema, lo ha agudizado.

La cosificación de la mujer como un mero objeto de deleite sexual o visual, presente en los medios, es un producto neto de los tiempos utilitaristas que vivimos.

Algo más. La GGTP ha denunciado más de una vez , que en las áreas laborales que han despuntado en los últimos años no rige la disposición de a igual trabajo, igual remuneración. Las mujeres, afirma la central, ganan un 30% menos que los hombres, a pesar de efectuar las mismas labores. 

Sin contar claro, a las trabajadoras informales que cubren las calles de las principales ciudades del país y sus extramuros. Ese es su refugio laboral.

Lo peor o lo más complejo está en el manejo ideológico de esos graves problemas, que no auguran nada promisorio. 

La lucha frontal de los sectores más cavernarios del país contra el enfoque de género de esos temas, orientado a analizar y buscar soluciones desde el plano de la igualdad de hombres y mujeres y de los derechos humanos, es una gran barrera para la atención de conjunto de las diferentes aristas que comprende la violencia contra la mujer.

Visión retrograda que tiene en el Estado o en la Iglesia oficial, puntos de apoyo para su desborde y expansión.

Pero cuidado, no es un tema únicamente educativo o cultural, tampoco es un asunto que involucre únicamente a los sectores más pauperizados del país. 

Últimamente un connotado académico de la universidad del Pacífico y de San Marcos -¿ya se pronunció la decana?- le metió cuello a su pareja, como ayer, otro empingorotado sujeto, barrió las calles miraflorinas con el cuerpo de su novia.

El problema, como vemos, hay que abordarlo en todas sus dimensiones y no por partes. El combate por la plena igualdad entre el hombre y la mujer y el manejo del problema como expresión consustancial de la defensa de los derechos humanos, deben constituir por ello elementos claves en toda opción democrática y renovadora, cara al siglo XXI.

No hay comentarios:

Publicar un comentario