martes, 29 de agosto de 2017

CUESTA ABAJO EN MI RODADA


UNO 

Definitivamente, PPK y sus tecnócratas han perdido la chaveta. 

Si el presidente fuese aficionado al tango, la letra de Cuesta abajo, la inolvidable composición de Le Pera, con música de Gardel, reflejaría la crisis de su administración:

Ahora, cuesta abajo en mi rodada/Las ilusiones pasadas/Ya no las puedo arrancar./Sueño, con el pasado que añoro/El tiempo viejo que hoy lloro/Y que nunca volverá/

La justa huelga magisterial, sea cual sea el ángulo por donde se la desee examinar, ha revelado la incapacidad congénita de la burguesía peruana y de la tecnocracia neoliberal para decidir los destinos de un país tan complejo y singular como es el Perú. Burguesía que desde siempre le negó la educación y la cultura de calidad a las mayorías nacionales; tecnocracia, que se computa estar por encima del bien y del mal,  que comenzó a copar el Estado en los años 90, con el fujimontesinismo, y que hoy reina a sus anchas, confundiendo el país con sus empresas, democracia con una junta de sus ministros-gerentes, en cuyo marco los reclamos del pueblo deben procesarse en la oficina de recursos humanos y punto.

Esa huelga estaba recontraanunciada. No por obra de Sendero, de Movadef o de cualquier otra radicalizada agrupación política. Las inequidades de todo tipo generadas por el capitalismo,  particularmente por el neoliberalismo en los últimos 25 años, son hoy por hoy la mejor fuente de agitación, de efervescencia social espontánea de nuestros días. Mírese cualquier sector, en cualquier punto del territorio, y se encontrará leña seca, lista para arder, ante cualquier chispazo. Que el radicalismo, sea cual sea su signo, cabalgue sobre esa pampa inflamable es algo que no debe llamar la atención por la propia inacción de los partidos, de derecha o izquierda.

Es que no se necesita ser marxista para reconocer que en el país existen las clases sociales y la lucha de clases. El propio Vargas Llosa, ideólogo del neoliberalismo lo admite, como acepta también la lucha por el poder. Esas clases están en permanente pugna, económica, política, o ideológicamente, sean o no conscientes de ello;  y los silencios, al igual como sucede con los sismos, suelen anunciar verdaderos terremotos sociales, como el actual levantamiento magisterial, gestado sobre la base de las reivindicaciones más sentidas de los miles de maestros, pero que por la estulticia gubernamental terminó desnudando políticamente las incapacidades de la administración de turno, su verdadera naturaleza antipopular, con el consiguiente desmejoramiento de su imagen y posicionamiento.

DOS 

Como afirman los especialistas, no puede existir una verdadera reforma educativa con los sueldos de hambre del magisterio, ni con las condiciones miserables en las que los maestros tienen que laborar, sea en las grandes ciudades - especialmente en los planteles de sus extramuros, que algunos llaman "la otra cara de la luna"- como en las áreas más alejadas del país, donde no llegan policías ni curas, pero si llega el profesor. 

Alguien lo dijo: el neoliberalismo quiere una educación a la finlandesa, pero con salarios y condiciones laborales africanas.

A esos profesores pauperizados, que desarrollan mil oficios para poder subsistir con sus familias y que día a día tienen que lidiar con una población escolar desnutrida y maltratada por sus condiciones de existencia,  a esos profesores decíamos, les quieren aplicar una evaluación elaborada con coordenadas ajenas a nuestras realidades económicas y sociales;  y además, como decía un viejo profesor sanmarquino: ¿quién evalúa a los evaluadores?... 

La ministra Martens es un buen ejemplo, en lo negativo, de esos evaluadores de ocasión. Su negativa a sentarse a la mesa de negociaciones con los dirigentes de las maestros en huelga, la pinta de cuerpo entero. La soberbia nunca ha sido una buena consejera en este tipo de tratativas. El resultado cayó por su propio peso: los maestros se sienten despreciados.

PPK  y sus tecnócratas, hábiles para los negocios desde la empresa privada o desde el Estado, incluyendo los lobbies que han escandalizado al país, no vieron lo que se les venía. Sus destrezas empresariales o financieras, sus enjundiosos estudios en exclusivas universidades peruanas o foráneas, de poco o nada sirvieron para hacer de la política la quintaesencia de su quehacer gubernamental, en un país tan singular como el Perú. Si la política la hubiesen empleado  como telescopio y microscopio -chinos dixit-  de los crónicos problemas sociales que arrastramos, otro hubiera sido el cantar. La política la entienden simplemente como el arte de hacer más ricos a los ricos y sanseacabó.

TRES 

El Niño costero  empujó a PPK y sus tecnócratas a ensuciarse los zapatos, a darle rostro a las miserias de nuestros pueblos. Hasta lágrimas soltaron. Pero fueron visitas de médico, flores de un solo día, porque después volvieron a su hábitat social, exclusivo y excluyente, a su autismo social, a sus prácticas de socio privilegiado de algún club de cogotudos. Así no se conoce el Perú, sus diversidades geográficas, económicas sociales, culturales, lingüisticas y religiosas, que constituyen sus fortalezas. Menos todavía: así no se quiere el Perú, porque no se puede querer lo que no se conoce.

A lo sumo se desarrollan dadivosidades como las de los viejos oligarcas que a la salida de las misas dominicales de la iglesia La Merced, en el jirón de la Unión, ya tenían sus pordioseros escogidos para darles sus limosnas.

Cuando explotó la huelga ni bola le dieron, pensaron que se iba a resolver sola o con simples exhortaciones de la ministra. Cuando reaccionaron a lo bestia, palo y bomba en mano,  la bola de nieve los había arrastrado. Como en los tiempos de Cayo Mierda - el tenebroso brazo  derecho del dictador Odría en los años 50- el ministro Basombrío se esmeró en meter miedo: el cuco de Sendero y el Movadef constituyeron sus banderas para satanizar a la dirigencia y a los huelguistas. 

Pero lo dijo un conocedor del tema: ¿Cuáles son los actos de terror en los que esos dirigentes están comprometidos para llamarlos terroristas? Cayo Mierda no pasó de generalidades, de hipótesis policiales, de supuestos. Se ofendió a los maestros al meterlos en un mismo saco con los terroristas, soliviantando su voluntad de pelea. Peor todavía: el dobredimensionamiento del senderismo, terminó haciéndole el favor de propagandizarlo. Abimael Guzmán, debe estar desternillándose de risa: sigue en el bolo, la propia derecha lo pone en la cresta de la ola.

CUATRO
 
Al escribir estas líneas, PPK y sus ministros están jugando a la rudeza para dar fin a la huelga. Con el apoyo de los medios apostaron a la división, a la deserción y al esquirolaje, ahora asustan con el despido, los descuentos, el fin de la carrera, todas ellas viejas recetas reaccionarias. No han aprendido nada. En el pasado, la derecha satanizó, persiguió, torturó, asesinó, encarceló y despidió. No lograron sus propósitos de ahogar la protesta, de hacer polvo las reivindicaciones de los maestros y liquidar su organización gremial. El Sutep surgió y se fortaleció en esta pelea histórica, apoyado por el conjunto del pueblo peruano, mientras, como sucede ahora, los gobernantes salieron políticamente por las patas de los caballos.

La resistencia magisterial a esa rudeza: con los maestros en las calles de Lima y provincias y las banderas reivindicativas al  tope indican que el miedo se acabó y que la pelea, sin pensar que va a ser interminable, sigue golpeando a la derecha, debilitando al gobierno, desenmascarando al fujimontesinismo, resquebrajando una reforma educativa trabajada de espaldas a sus actores por excelencia: los maestros. 

En un contexto, además, en el que desde diferentes escenarios sociales y políticos el pueblo, los sectores progresistas del país y personalidades múltiples,  le exigen a PPK el cumplimiento de sus promesas electorales, empezando por la lucha frontal contra la corrupción en todas sus expresiones, y el deslinde en los hechos con la carroña fujimontesinista que quiere pescar a río revuelto.

En otras palabras,  PPK y sus tecnócratas han perdido legitimidad en un sector  que con sus  votos contribuyó a  llevarlos al poder.  Esa debilidad en aumento está repercutiendo en otros espacios sociales, acicateando incluso las contradicciones en las propias filas gobiernistas y entre éstos y los seguidores del caco de la Diroes. Las últimas encuestas indican el descrédito de los ppkausas. De pasada, el fujimontesinismo,  sale también vapuleado, el país entero ha tomado nota de su oportunismo y de su falta de ideas y propuestas. El adjetivo, la acusación fácil, la frase tremendista, no pueden camuflar su ignorancia supina en los temas educativos, demostrada hasta el hartazgo en ocasión de la interpelación y censura al ministro Saavedra. 

No nos olvidemos además que en los años 90, con su política privatizadora, el fujimontesinismo ahondó el drama de la educación peruana y la miseria de los maestros, alumnos y padres de familia de las escuelas públicas;  mientras le dio alas a los traficantes de la educación privada, que encontraron una veta donde saciar su afán de lucro, nutriendo las desigualdades y abismos sociales.

Epílogo

Con una tecnocracia inútil para la gobernanza de un país como el nuestro, o con una mayoría congresal que a lo Calígula es capaz de meter un caballo al hemiciclo, nada bueno se puede esperar, ni en el tema de la educación ni en el de la construcción de un país de desarrollo sostenible en todos los campos del quehacer social, incluyendo el ético. Comparto el escepticismo de Ignacio López de Soria, filósofo e historiador, ex rector de la UNI, quien sostiene que bajo los actuales patrones de funcionamiento de nuestra sociedad, donde la educación es la cenicienta del presupuesto, hablar como lo hacen nuestros gobernantes de educación de calidad, es puro cacareo.

La huelga magisterial, sin embargo, más allá de esos círculos gobernantes ha removido  conciencias, ha despertado el espíritu crítico en torno a un tema, el de la reforma educacional, que por inercia se consideraba ya zanjado. Las voces colectivas e individuales sobre la necesidad de construir una nueva educación se han multiplicado. Desde esta perspectiva no se mira solamente el árbol, se mira también el bosque: la camisa de fuerza neoliberal que inmoviliza nuestras fuerzas productivas, que impone privilegios  y exoneraciones a los que desde hace décadas parten el jamón en el país, utilizando para sus fines al propio Estado, desdeñando a los que menos tienen. 

En ruta hacia el bicentenario de nuestra independencia, con huelga o sin ella, hay que seguir fortaleciendo la idea de conquistar una educación de calidad como parte de ese proceso mayor que involucre a maestros, alumnos, padres de familia y ciudadanía. No lo olvidemos, la educación es un derecho, como el de la salud o el trabajo, todos ellos entrelazados a los alcances económicos y políticos del régimen imperante. 





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