domingo, 9 de julio de 2017

LAS VIEJAS TRETAS DE LA DERECHA


Esta foto, del chino Dominguez, registra un hecho trascendental en la historia política del país. El Apra de Haya de la Torre, con sus aurorales banderas antioligárquicas en el suelo, participa de un convite con sus adversarios políticos: Odría, Beltrán, Ravinez, que en nombre de esa oligarquía proimperialista, en alianza con militares y policías orquestaron durante largos años una campaña de satanización y persecución contra el viejo partido. 

¿Cuántos apristas murieron en Trujillo en la insurrección del 32? ¿Cuántos apristas fueron torturados, encarcelados, perseguidos o deportados en esas décadas?  ¿El propio Haya no pasó largos años confinado en la embajada colombiana de Lima?

El almuerzo fue sinónimo de olvido, de amnesia, de borrón y cuenta nueva. Los más felices fueron los dueños del Perú, los oligarcas de todo pelaje, los gamonales de horca y cuchillo que celebraron a rabiar el inicio de lo que la historia política conoce como el periodo de la convivencia, que años después, sumándose Acción Popular, el partido de Belaúnde Terry, se convirtió en superconvivencia. 

Todo en nombre de la democracia, del progreso, de la estabilidad política para el desarrollo...palabras bonitas, pero falsas, truchas, en boca de quienes las utilizaban para esconder lo que realmente ocurría en el Perú de entonces: la mantención y apuntalamiento del oprobioso régimen oligárquico, que se caía a pedazos, pero que seguía siendo una mina de oro para los cogotudos de siempre. 

En ese  inalterable estado de cosas, donde la confrontación social entre explotados y explotadores marcaba el día a día, se incubaron las condiciones para la insurgencia guerrillera de la mitad de los años 60 y más adelante la emergencia de los militares reformistas del 68. 

En vísperas del diálogo PPK-Keiko, es bueno mirar hacia atrás, hacia la historia del movimiento de los grupos de poder y sus operadores para tomar nota de sus viejas tretas, celadas y amagues  con las que suelen sembrar ilusiones para llevarnos de furgones de cola de sus intereses. El contexto será otro, los protagonistas también, pero la voracidad y ambiciones del gran capital que se mueve tras bambalinas, que hoy aplaude y promueve la cita, sigue siendo el mismo. 

El convite de los años 50 no le trajo nada nuevo al pueblo, solo beneficios a las clases que lo auspiciaron, que limaron sus asperezas y desencuentros para de consuno seguir guillotinando las esperanzas de los pobres del Perú.

La cita del martes, no hay que ser adivinos, correrá igual suerte; es un converse entre los operadores de quienes parten el jamón en el país, deseosos de que acabe lo que llaman "ruido político" para seguir metiéndole diente, esta vez con más ganas, a las riquezas del país. Entre fujimontesinistas y ppkausas no hay diferencias insalvables: tienen el mismo raciocinio económico y sus tecnócratas, como lo indican los hechos, se sienten cómodos en uno u otro lado. Por ende, entre sus prioridades no está prestar oidos a las reivindicaciones más sentidas del pueblo. 

Los reclamos sin atender de los médicos, maestros, jóvenes, mujeres, pueblos andinos y amazónicos, lo demuestra hasta la saciedad. Que los ideólogos y publicistas de la derecha se muestren eufóricos por la realización de "la cumbre", sobredimensionando sus probables efectos, se explica por lo dicho. 

Al pueblo solo le queda una gran tarea: desde una posición de plena independencia, sin tutorías ni manoseos, construir su propio camino, su propio programa con sus propios objetivos, retomando una abandonada estrategia de poder. Jornadas como las de ayer, contra el indulto al caco de la Diroes, fortalecen la confianza en esas propias fuerzas, y abren esperanzas fundadas de que es posible un nuevo amanecer para los siempre olvidados de la Patria.

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