jueves, 13 de julio de 2017

LA PAJA EN EL OJO AJENO


 UNO

La derecha se regodea con la fractura del Frente Amplio. Pica, muerde, ríe, cachondea. En una palabra, jode.

Sin ánimo de subestimar la nueva división de ese sector de la izquierda, sin embargo podemos afirmar que la derecha está mirando la paja en el ojo ajeno, se resiste interesadamente a ver las tremendas vigas que adornan sus ojos.

¿Cuántos partidos o movimientos de la derecha han desaparecido de la escena política en las últimas décadas? ¿Cómo andan los partidos derechistas vigentes?

Podríamos tranquilamente hacer mención al pradismo, al odriismo o al beltranismo, cuyas organizaciones se hicieron polvo en medio de la crisis de la vieja oligarquía y la emergencia de nuevas fracciones burguesas en las nuevas fases de la  expansión del capitalismo semicolonial.

DOS

Empero, bastará con referirnos al Movimiento Libertad que insurgió con bombos y platillos en los 90, para lanzar la candidatura de Mario Vargas Llosa. Formalmente era un frente político moderno, político y técnico, con líderes de primera. Si nos apoyamos, sin embargo, en lo escrito por el Nobel en El pez en el agua, fue un frente que por momentos parecía una bolsa de gatos, donde cada cual quería ganar agua para sus molinos. Lo peor ocurrió después de las elecciones de ese año, ganadas por Fujimori; y en especial después del golpe del 92. Salvo honrosas excepciones, figuras claves de ese conglomerado político, como los empresarios que pusieron el billetón, se alinearon raudamente con el fujimontesinismo. Pragmatismo, le llamaron, mientras metían bajo el colchón sus banderas de libertad y democracia con las que encandilaron a un sector importante de la ciudadanía.

En los últimos años, otroras connotados partidos de la derecha son ahora nomenclatura y nada más. El todavía renombrado PPC por ejemplo, que formó parte de Libertad y que llegó a cogobernar el Perú en los tiempos de Belaúnde Terry, como aliado fue del Apra en las últimas elecciones presidenciales, es ahora una sombra. Su fundador, Bedoya Reyes ha devenido en un espectro de la política criolla, al que la derecha cazurra, a falta de otros cuadros y líderes, le revienta cuetes cuando la coyuntura lo impone -la hija del caco lo propuso como garante del reciente diálogo en palacio- mientras que sus seguidores son nombres, individualidades, profesionales de éxito y punto. 

Perú Posible, la criatura de Toledo, fue una estrella fugaz. Se fue apagando conforme los hechos demostraron que era más de lo mismo en la trajinada política peruana. El propio padre de  ese muñecón, hoy perseguido, liquidó lo poco que quedaba de organización. Sus figuras, sueltas en plaza se arrimaron al mejor postor, encumbrándose algunas de ellas en el actual gregario gobernante. Lo mismo puede decirse de Solidaridad, el partido del alcalde limeño, hoy en franca bancarrota, criticado hasta por la propia derecha que lo marketeó una y otra vez.

TRES

En cuanto al Apra, su minúscula representación parlamentaria dice a las claras de su estado actual. Las disputas últimas en torno su congreso agravan su agonía. Del viejo partido fundado por Haya de la Torre solamente queda el nombre y una parvada de viejos dirigentes -"momias vivientes" las ha llamado la congresista León- que descaradamente, con todos los anticuchos que llevan encima, se arrebatan los despojos, los restos de un barco en el que las ambiciones personales  lo mantienen a flote. 

No es casual por ello que para sobrevivir, se hayan convertido en simples furgones de cola del fujimontesinismo; mientras que su máximo líder,  el gran titiritero, después de haber pasado dos veces por palacio de gobierno, ha terminado de reo de la opinión pública, acusado, no sin justificación, de mil y un latrocinios, sin que hasta el momento, por el blindaje judicial y político del que goza haya saldado cuentas con el país.

El trabajo de Pedro Cateriano: El Caso García, publicado en 1994 y reeditado recientemente, es una buena puerta de entrada para entender la agonía del Apra, a despecho de la bonanza pletórica de sus principales dirigentes.

CUATRO

En cuanto a Fuerza Popular, el partido del fujimontesinismo, bien puede ser el modelo en lo negativo de lo que debe ser un verdadero partido político en el Perú de nuestros días. Que no nos confunda su clientela, masiva, aluvional, pero políticamente en cero. "Luego de 15 años el fujimorismo pasó de ganar tres curules a 73", acaba de escribir  muy orgullosamente Miguel Angel Torres, uno de los epígonos de la jefa. Las prebendas, el humillante  asistencialismo, la corrupción, el crimen y el rampante  autoritarismo no pueden  sustituir  un ideario,  un programa,  una ética, una estrategia de poder para cambiar el país, ideales todos que deben permear las conciencias de dirigentes, cuadros, militantes, seguidores y electores.

En el caso de Fuerza Popular, además, desde sus raíces en los 90, la ética es una palabra sin sentido. Insistir tozudamente en proclamar la inocencia del caco de la Diroes, el fundador del movimiento, a pesar de que todo lo condena, no solamente le es útil para machaconamente reclamar su libertad, sea cual sea la forma que  adquiera, sino  que además los pinta de cuerpo entero. 
CINCO

Fuerza Popular, no acepta sus pantanosos orígenes. Torres, por ejemplo, no solamente se vuelve un acróbata verbal para pretender separar Fuerza Popular  de sus comienzos, cuando Fujimori y Montesinos batuteaban ideológica y políticamente el movimiento; nos habla también de "todo lo bueno" que hizo el caco en los 90 "junto a hombres y mujeres bien intencionados"  Con este raciocininio, el tenebroso Montesinos, compinche del dictador, termina convertido en un alma caritativa, a la que moralmente nos sentiríamos obligados a alimentar y apapachar en su encierro de la Base Naval.

La inexistencia de un cimiento de valores éticos en Fuerza Popular explica que la mayoría de sus dirigentes o cuadros, comenzando por la jefa, sus hermanos y la dinastía en su conjunto, tengan más de un cuestionamiento no por errores o faltas, sino por delitos que en otras circunstancias los podría llevar a la cárcel o en el mejor de los casos a la inhabilitación política. Acusaciones de narcotráfico, lavado de activos, extorsiones, corrupción, tráfico de influencias, plagios, etcétera etcétera parecieran ser la mejor presentación de las hojas de vida de los líderes de esa organización. La afirmación popular de que en ese partido no hay que presentar curriculum sino prontuario, tiene plenamente asidero. 

La derecha nativa siempre pragmática,  - Deng Xiaoping, quien acuñó el dicho de que "no importa el color del gato sino que cace ratones" le quedó chicote - acostumbrada por tanto a mirar solamente sus faltriqueras, no se hace bolas por el pasado nauseabundo del fujimontesinismo ni por su presente plagado de máculas. Sus sectores más recalcitrantes lo apoyan, lo banderean, buscando muy conchudamente por cierto, separar la mugre, del modelo neoliberal - impuesto a sangre y fuego por la dupla Fujimori-Montesinos- como si esta propuesta económica, gran burguesa y neocolonial no fuese obra también, en su generación y expansión, de un raciocinio y una praxis cochambrosa que embarró a políticos, tecnócratas, militares, ideólogos y publicistas afines a la dinastía.
 
SEÍS

Ese apoyo descarado al fujimontesinismo no cae del cielo. Como tampoco fue obra del espíritu santo el respaldo que le otorgó a García en su lance electoral definitorio con Humala. García, para los desmemoriados, en su primer periodo periodo gubernamental, como después de éste, fue la bestia negra de esa derecha, odiado, vilipendiado, satanizado. Pero a la hora de la definición con Ollanta, que presumía ser de izquierda, esa derecha lo convirtió en su abanderado, en su chochera, en su hijo pródigo. El propio Vargas Llosa - lean El Pez en el agua y el libro de Cateriano- ideólogo de la derecha y del neoliberalismo a nivel planetario, que si llegaba a palacio en los 90 lo hubiera metido a la cárcel por sus bribonadas, terminó bendiciéndolo. Eso de votar por García "tapándose la nariz", fue simplemente un recurso literario. 

Para el Nobel, como para la derecha, huérfana de nuevos cuadros y dirigentes, García les aseguraba la rentabilidad de sus capitales, particularmente de los dedicados al extractivismo, en el momento en que los precios del mercado les eran altamente favorables. Algo más. A falta de ideólogos, García asumió ese rol, a sabiendas de que en tierra de ciegos, el tuerto es rey. Sus escritos sobre El perro del hortelado, publicado en el siempre paquidérmico El Comercio, otrora enemigo a muerte del Apra, terminó coronándolo, pero siempre flotando en las aguas sucias de la corrupción, aunque él, como en los 80 lo niegue una y otra vez.

La derecha y sus partidos tradicionales, los más pintaditos, no tienen pues nada que ofrecer que no sea una crisis que los erosiona, a unos más rápido que a otros. Su incapacidad genética para resolver los problemas álgidos de la sociedad peruana, y la propia confrontación social que los desenmascara - como actualmente está ocurriendo con PPK y sus tecnócratas, está en la base de desmoronamiento.

Finalmente si estos partidos del orden, como gustan llamarse, son en el papel las columnas de nuestra democracia criolla, pendeja y trapichera, no se necesita tener gran imaginación para darse cuenta que hace rato que las trompetas de Jericó están sonando para sustituir ese orden viejo por uno nuevo.

Lima, julio de 2017









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