Cuando un entrenador del fútbol, llámese Sampaoli o Reynoso define un
equipo para un próximo partido, la crítica y la hinchada prefiguran
inmediatamente la estrategia: de ofensiva o defensiva, dirán. De la
misma manera, al observar el equipo de operadores de un gabinete, en
este caso el de PPK, uno puede sacar inmediatamente lo que será su línea
de trabajo. Y si deja de lado subjetivismos de toda índole podrá decir,
junto con nosotros, que con ese equipo lo único que persigue
PPK es limpiarle el camino al gran capital y a las transnacionales,
para que en los marcos del neoliberalismo sigan haciendo de las suyas en
nuestra castigada economía. Las recientes declaraciones de Roque
Benavides, el hombre fuerte de la Confiep y las del mismo PPK,
reduciendo coincidentemente los problemas de la economía peruana a la
necesidad de destrabar proyectos de inversión, o a los efectos del
fenómeno de El Niño o del escándalo Lava Jato, sin echarle siquiera por
cumplir una mirada crítica al modelo vigente o al manejo gubernamental,
ajeno a las promesas electorales, daban la pauta del quehacer del
futuro. En este sentido, el gabinete de PPK, con los recambios de ayer,
presentan al país un equipo de choque que a nombre del capital buscarán,
a todo trapo, hacer realidad las aspiraciones del extractivismo minero,
de los banqueros y financistas, de los cogotudos de la exportación
agroindustrial...en pocas palabras de los grandes empresarios que desde
hace más de 25 años parten el jamón en el país. Incluso, la terquedad
del presidente y de Zavala en mantener a la cuestionada señora
Molinelli en el cogollo de mando, hay que explicarlo en ese contexto: es
una lobista de fuste. Como también las conversaciones entre PPK y la
jefa del fujimontesinismo, cuyas coincidencias en el raciocinio
económico imperantes es por todos conocido. El propio Benavides le ha
reventado cuetes a esa conversación. Los halagos no son gratuitos. Tiene
toda la razón por ello el ingeniero Zumarán de advertir que con ese
gabinete de choque ¡correrá bala! Cierto. La resistencia, las calles,
las plazas, la búsqueda del camino propio para convertir este país en
esperanza y futuro, en sueño y realidad, ha tenido un alto costo en
estos últimos veintitantos años. Pero para los desposeídos, ninguneados
u olvidados, no hay otra salida.
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