martes, 27 de junio de 2017

ZURRÁNDOSE EN LAS LEYES


Los cotarros de la derecha nativa están alborotados. Ante el anuncio por PPK de lo que algunos consideran inminente indulto del caco de la Diroes, los patrones y sus ujieres se desviven por darle sustento, racionalidad, a una medida que coronaría la capitulación del liberalismo burgués frente a aquellas fracciones del capital, que en Lima y provincias, durante los años de la dictadura fujimontesinista, o engrosaron espectacularmente sus arcas o emergieron a trancas y barrancas en los marcos del naciente neoliberalismo.  

Gobernabilidad es la palabra mágica que suena día y noche en los predios de la burguesía, de sus acólitos y de las mafias de todo tipo  que sueñan desde hace tiempo con el patriarca de los Fujimori suelto en plaza- Tras ella esconden sus verdaderas intenciones: demostrar consecuencia con su héroe - el otro es Montesinos, aunque lo nieguen- a quien consideran el factótum de la última etapa de modernización capitalista en el Perú; pero también pretendiendo jugar a ganador con las diferentes fracciones burguesas unidas política y económicamente para sacar adelante los buenos negocios que se avisoran en el país; que presuponen, además, pisotear las reivindicaciones más sentidas de las masas populares.

Esos sectores que se la están jugando por el indulto, paradójicamente, son los que siempre insisten en el respeto escrupuloso del Estado de derecho, de la democracia, sus leyes y sus valores. En los hechos, sin embargo, demuestran su verdadero naturaleza. Nunca han creído en el Estado de derecho. Cuando Fujimori, en 1992,  lo hizo trizas, esos banqueros, industriales, comerciantes, etcétera,  que habían estado promoviendo la candidatura de Vargas Llosa, no tuvieron empacho en colocarse, en un abrir y cerrar de ojos, detrás del dictador  y apuntalar la dictadura. No se la jugaron por el respeto a la democracia, la apuñalaron, sintiéndose satisfechos, hasta ahora, con la constitución de 1993, hija del golpe y de la dictadura.

Esos misma gentes cerraron los ojos ante los latrocinios cometidos por la dupla Fujimori-Montesinos en los 90. Lo más importante eran los negocios, la rentabilidad a como de lugar, sea cuales sean los medios. Pragmáticos hasta el tuétano les interesó un carajo los crímenes de lesa humanidad, el saqueo de la casa fiscal, las ladronerías, el chantaje, la corrupción, el emputecimiento de la vida política, la inversión total de los valores del buen vivir, etcétera. No es raro por ello que ahora pretendan zurrarse en lo dispuesto por un tribunal peruano sobre el reo Fujimori, que fue a parar a la cárcel luego de un juicio impecable.

En su desesperado afán por ver al caco en la calle, se llevan de encuentro la decisión del tribunal peruano, pero también la normatividad internacional amparada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El periodista Ricardo Uceda, en una nota publicada hoy en el diario la República, recuerda a sus lectores que el Estado peruano ya fue condenado en el 2004 por no haber sido un fiel cumplidor de la Convención Americana de Derechos Humanos, que obliga a perseguir, sentenciar y no amnistiar a responsables de crímenes como los que llevaron a la carcel al dictador. Existiendo, además, otros casos - dice Uceda- donde la Corte ha insistido en "que los Estados no pueden evadir el cumplimiento de las sentencias".

En esa jurisprudencia se amparan los organismos y defensores de los derechos humanos en el Perú para señalar que si acaso Fujimori fuese indultado, la Corte, apoyándose en ella  anularía la resolución.  En el 2012, indica Uceda, la Corte ordenó anular una sentencia que le reducía la pena a Montesinos y a los miembros del tenebroso grupo Colina, los sicarios del régimen fujimontesinista.

¿Y el indulto humanitario? Fujimori es un farsante, lo ha sido siempre en su vida pública. En 1990 ofreció todo, menos aplicar la mano dura en el manejo de la economía que ofrecía  Vargas Llosa.  Apenas se apoltronó en el sillón de palacio de Gobierno, comenzó a trabajar en aquello que había prometido no hacer. Ya se había puesto de rodillas ante el gran capital y los organismos financieros internacionales. El shock económico, el golpe del 92 y la aplicación a sangre y fuego del neoliberalismo constituyeron el paquete tras el cual se pusieron en fila india los que hoy abogan por su libertad.

Chinochet, así le gustaba que lo llamen, se presenta ahora como casi un moribundo para impresionar a la ciudadanía. Patricia Salinas, lo ha sorprendido en falta. Ese hombre que aparentemente se está despidiendo de la vida es capaz, no obstante, de reclamar la paternidad de lo actuado en los 90. “El arquitecto de la democracia moderna, perdón que les diga, fui yo. Quien generó la Constitución que hoy todos respetan” (cinco de abril) o “Recuerden o averigüen: Las elecciones de 1995 dieron 64% al autor del 5 de abril y 22% al Dr. Pérez de Cuéllar” (ídem). Como dice Patricia, le salió el otro yo del doctor Merengue, el clásico personaje del genial Divito.

Vistas así las cosas ya sabemos quienes son los que empujan el carro del indulto. La carne de cañón, en éste como en otros casos, está en los de abajo, en los hombres y mujeres a quienes el fujimontesinismo les guillotinó la esperanza, los sueños, la utopía, para sustituirlas por las dádivas, el baile y el trago, tal como lo recomendaba el doctor Montesinos.





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