Lo comentaba hace días en una sobremesa con gente
de mi promo: nosotros no conocimos la leche de tarro ni la leche en
polvo, menos las controvertidas mezclas lácteas que hoy nos ofrece el
mercado. Apenas nos destetaban era la leche fresca la que sustituía a la
leche materna. No había la controversia de si la leche es necesaria o
no. Se tomaba leche, sí o sí, porque eran los propios pediatras de esos
tiempos los que la recomendaban. La leche fresca venía en porongos, de
los establos ubicados en los extramuros
de la ciudad, que fueron desapareciendo conforme la urbe se extendía.
Luego vino la leche fresca en botella. En uno u otro caso los lecheros eran una
institución. Don fulano o don sutano garantizaban el producto que
vendían. La textura de la nata - nunca la soporté- revelaba si el agua
había o no reemplazado a la leche de vaca. Con mis contertulios
coincidíamos: de esa nata, en casa, podía hacerse mantequilla. Como de la leche se hacía también "leche cortada" que la tomábamos con miel de chancaca. No existía el yogurt. Algo más.
No había barrio que no tuviera su cafetín, donde no podía faltar la
leche fresca, servida en vaso grande, con sus panes con mantequilla.
¡Qué delicia! Recuerdo esos cafetines: pequeños, con mesas de mármol y
caballerosos mozos que con sus teteras blanquísimas servían café al
gusto del cliente para luego hacerlo con la leche caliente. Era el famoso café con leche. Esos
cafetines, que le daban identidad al barrio, también desaparecieron. La
pica de la modernidad se los llevó de encuentro. No sé si fue el cafetín
de la calle Mapiri, en los alrededores del Palacio de Justicia, o el de
5 Esquinas, en los Barrios Altos, el último en cerrar sus puertas.
Otrosí digo: desde nuestra experiencia personal y generacional me parece
instrascendente, en estos momentos, la discusión sobre si la leche
nutre o no. La puntería hay que centrarla en un blanco: en los grandes
pendejos de la industria láctea que con el auxilio de las autoridades
de turno han estado vendiendo gato por liebre. A éstos hay que
ajustarlos.
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