martes, 30 de mayo de 2017

ENSEÑANZAS

Foto: Elbita Vásquez Vargas

"Andar por los caminos enseña mucho", le dice un padre a su hijo en uno de los cuentos de Rulfo...

En los años 60 llegué a Yauyos, en las alturas de Lima. Como periodista formaba parte de la comitiva oficial que inauguraba la carretera Huancayo-Cañete. El presidente Belaúnde encabezaba el nutrido grupo que al llegar a la Plaza de Armas de Yauyos se dio con una señora pachamanca. Las papas de mil colores deslumbraban en el convite comunal, que a lado de trozos y trozos de carnero constituían el ágape andino, servido sobre multicolores mantas puestas sobre la tierra. Unos se dieron monumentales empanzadas, otros patéticos personajes pasaron de largo, prefirieron ayunar...No le entraban a lo que despectivamente llamaban "comida de indios"...

Años más tarde, en alejados parajes puneños aprendí a huatiar en las cosechas de papas. En la misma chacra, con la mismos terrores arrancados del campo, los campesinos armaban pequeños hornos donde se cocinaban las papas recién acopiadas. Los más pobres te ofrecían solamente papa, previo ritual de agradecimiento a la pachamama. Los más solventes le agregaban pedazos de queso y aguardiente. Todo un festín a más de 4 mil metros de altura sobre el nivel del mar...

Finalmente, en las alturas de Chavín de Huántar, en Ancash, probé por primera vez el tocosh, una mazamorra elaborada con una papa corrompida con técnicas prehispánicas. Muy nutritiva y con alcances medicinales dicen los especialistas, pero de un olor desagradable. En la hacienda Chichukancha, el gamonal de horca y cuchillo, alimentaba con tocosh a sus peones -verdaderos siervos de la gleba en el Perú del siglo XX- además de darle coca y aguardiente, pero sin darle un puto centavo por su fuerza de trabajo.

Es cierto, "andar por los caminos enseña mucho", lo recuerdo hoy, Día nacional de la papa.

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