martes, 14 de marzo de 2017

¡GAY SI, ROJO, NO!

 
Lo dije alguna vez: en mi viejo pasaporte, expedido en la segunda parte de los años 60, todavía se puede ver el sello oficial que me condenaba, al igual que a cualquier peruano, a no pisar los países socialistas existentes en esos momentos. Como recuerdo perfectamente la búsqueda y quema en el correo, por parte de la censura, de lo que ésta consideraba "literatura subversiva", sin hacer distingos de ningún tipo. Eran los tiempos, además, en que los peruanos teníamos que esperar a tener 21 años para ver películas consideradas "obscenas", que dicho sea de paso terminaban convertidos en mamarrachos por los cortes que se mandaban, al estilo de la recordada película Cinema Paradiso.

Ya el cardenal Guevara había pasado a la historia por amenazar con excomulgar a todo aquel que bailase el demoniaco mambo, célebre creación del cubano Dámaso Pérez Prado; en tanto que le iba llegando su turno a Vargas Llosa, cuya laureada La Ciudad y los perros iba a terminar en cenizas en uno de los patios del colegio militar Leoncio Prado; y también a los noctámbulos limeños, amantes de las noches calientes y del strip tease, que un buen día terminaron sin su espectáculo favorito porque a la doña se le ocurrió prohibir el calateo de las estriptiseras.

Eran los 50 y los 60 años del oscurantismo más ramplón, vigente por el predominio ideológico y político de aquellos sectores sociales que desde el poder político, eclesiástico, mediático, o cultural, consideraban que con esas vendas en los ojos, con esa quema de libros o prohibiciones descabelladas iban a mantener incólume la esencia de su hegemonía antediluviana. Los aluviones sociales, políticos y culturales de los años posteriores demostraron cuan precarios eran esos castillos de arena.

Vivimos, sin embargo, una nueva intentona de los viejos y nuevos representantes de la caverna por hacer retroceder el carro de la historia. Las recientes demostraciones de fuerza de aquellos sectores, presentes, en las movidas de la campaña "Con mis hijos no te metas", revelan ese interés. Pero, como ya lo han advertido algunos analistas, la cosa va para más. Basta con leer la columna de Alditus, publicada hoy en Perú 21, para darse cuenta de la existencia de esa estrategia, quien con todo desparpajo confiesa que a él le resbalan el "bizantinismo y galimatías polarizantes sobre género y sexo", presentes en la confrontación de nuestros días. Es más, para escándalo seguro de algunos de sus compañeros de armas llega a sostener que a él le tendría sin cuidado que su hijo "me saliese gay", aunque si le jodería "un hijo rojo".

Por eso es que Alditus ha roto los fuegos de lo que será la próxima campaña de la caverna: borrar de las publicaciones escolares todo aquello que le parezca ideas, hechos, o personajes relacionados con lo que consideran "rojeríos", en una reencarnación criolla y grosera del feroz maccarthismo que asoló el planeta y particularmente los Estados Unidos, en los años de la guerra fría. 
 
Es así que para el nieto del Amauta Mariátegui hay que desaparecer de esos libros toda referencia a personajes como Carlos Iván Degregori, Alfonso Barreantes Lingán, Hugo Blanco, Alberto Flores Galindo, en una lista en la que la propia Beatriz Merino ex premier de la República y Defensora del Pueblo, es vetada por tan controvertido periodista.

¿Quienes o quienes están detrás de Alditus? No es dificil deducirlo. En la columna periodística de marras, como quien no quiere suelta el hueso: ¿La sentencia a Fujimori por Barrios Altos y La Cantuta debe ser de enseñanza obligatoria en los colegios?
 
Saquen ustedes su línea, para mi, Alditus por lo menos acaba de estamparle su sello a lo que bien podría ser una consigna próxima de educación: ¡Gay, sí, rojo, no!



















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