PPK y sus tecnócratas de lujo han resultado ser un fiasco. No hablo del
manejo económico, donde todo el mundo sabía que iban a hacer lo mismo
que sus antecesores. Políticamente están en la vía pública, se han
entregado en cuerpo y alma al fujimontesinismo, porque piensan que por
la vía de no hacer olas accediendo a su voracidad, pueden sacar adelante
sus proyectos. Craso error. Se los están comiendo con zapatos y todo.
Pero además profesionalmente y personalmente
no dan la talla, por más diplomas y palmarés académicos que muestren.
Lo ocurrido con el ministro de defensa es un tremendo ejemplo de su
fragilidad. El cargo, por sus propias particularidades, requería de un
hombre o de una mujer cuajada, firme, capaz de sortear todos los riesgos
que esa delicada cartera entraña. Pero el país se ha dado con un
ministro que a la primera de bastos bajó la guardia ante una de esas
mujeres de ensueño que el Perú sabe entregar al mundo. ¿Fueron los ojos,
la sonrisa, las contorneadas piernas, o quizá la colita de la hermosa
trujillana que fungía de asesora del despacho ministerial, las baterías
naturales que se trajeron abajo lo que se suponía cerradas defensas del
titular de defensa? ¿Tienen razón los deslenguados que le dan más peso a
la caja matagalán en ese tórrido romance? ¿Y si ese ministro tan
necesitado de cariño se hubiera cruzado con una modernísima como
poderosísima Mata Hari? Los intríngulis del affaire amoroso solamente lo
sabe la pareja. Lo cierto, sin embargo, es que el gringo y sus
tecnócratas de lujo están quedando como zapatilla de chino viejo. La
renuncia del ministro, que se caía por si misma, no arregla de por sí el
asunto, muestra más bien flancos que usualmente no se toman en cuenta a
la hora de la nominación de los funcionarios de la alta dirección: su
sequía de amor...
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