lunes, 10 de octubre de 2016

EL FANTASMA DE LA PAZ


"Mientras alguien padezca,/
la rosa no podrá ser bella"
Manuel Scorza

El fantasma de la paz está recorriendo América Latina, la Patria grande, de punta a cabo. Los resultados del plebiscito colombiano, en contra de los acuerdos alcanzados por el gobierno de ese país  y las FARC-EP,  al revés de lo que pregonaban los agoreros de la derecha continental, han espoleado el proceso por el fin de la guerra que ensangrentó por décadas la tierra del Gabo y del vallenato con miles de víctimas. El Nóbel de la Paz, otorgado al presidente Santos por la Academia sueca, han oxigenado desde afuera los esfuerzos que parecían venirse abajo luego de la consulta del 2 de octubre último,  pero es indudable que es el propio pueblo colombiano, volcado multitudinariamente a las calles y plazas, el que está tomando sus manos el curso final de los acuerdos. ¡Queremos paz! /¡Queremos amor!/ ¡Queremos acuerdos, por favor!/ son los estribillos que se escuchan en la Colombia de estos días. Las marchas ciudadanas, hoy por hoy, son el mejor termométro de lo que quiere realmente el pueblo.

El ex presidente Uribe, una de las figuras claves en el impulso del ¡No! a los acuerdos de la paz,  que aparecía como el gran ganador del plebiscito, ha perdido sin embargo fuerza en las últimas horas. Desde el interior mismo de Colombia las fuerzas sociales y políticas, las personalidades que se la jugaron el todo por el todo por el ¡Sí!, se han encargado de ponerle las banderillas, al sacar la sol las entrañas de su campaña, basada en la mentira, en la desinformación, en el terror, en la falsificación grosera de lo acordado en la Habana. La propia burguesía colombiana con un pronunciamiento de casi 400 industriales  acaba de darle la espalda al cuestionado ex mandatario, en tanto que en otros escenarios del poder, moviéndose siempre en los marcos de la constitucionalidad, se barajan salidas legales para salir del entrampamiento.

Desde Cuba, el comandante Iván Márquez, responsable de las FARC-EP en la negociación con los representantes del gobierno colombiano, le ha puesto la cereza al rechazo que está generando Uribe. Primero, porque ha admitido que detrás del ¡No! hay ciudadanos sensatos que no responden a los dictados del ex presidente, que merecen ser escuchados. Segundo, porque ha denunciado que Uribe lo que quiere realmente es traerse abajo los acuerdos de La Habana. "Uribe quiere destruir el acuerdo de paz, quiere la cabeza del propio presidente Santos", ha dicho el comandante Márquez en una última entrevista.

"El No no es de Uribe, no se le puede regalar esa vocería", dijo Márquez.

II

Con los ojos puestos en Colombia, por el inesperado triunfo del No, América Latina, pero también por el control de los medios de comunicación por parte de los dueños del poder, ha perdido de vista la trascendencia del acuerdo adoptado por el congreso chileno sobre el general Pinochet, el gran héroe de las derechas ultracavernarias que pueblan esta parte del mundo.El núcleo de esa resolución lo califica "como el gobernante más violento y criminal que haya tenido Chile en su historia”, prohibiéndose la exhibición de sus imágenes u homenajes en los organismos estatales.

Al igual que su congénere colombiana, la derecha chilena y el imperialismo norteamericano, tuvieron en Pinochet y a las Fuerzas Armadas a los grandes operadores de sus intereses económicos y políticos. Chile se convirtió en una verdadera carnicería desde el momento mismo en que a sangre y fuego cancelaron el gobierno de Allende, que llegó al palacio de La Moneda justamente a través de los sacrosantos mecanismos electorales de la democracia burguesa, violentados por Pinochet y sus secuaces en setiembre de 1973, luego de una larga conspiración de civiles y militares orquestada por los intereses imperiales, conforme lo revelan los documentos ultrasecretos que hoy son de conocimiento público.

El baño de sangre, no lo olvidemos, le permitió a la reacción chilena y a sus aliados externos, hacer de Chile la gran probeta de aplicación del neoliberalismo,  en la que el mismo Milton Friedman, la gran estrella académica de la universidad  de Chicago metió la mano, en apoyo a los famosos "chicago boys" - economistas chilenos formados en ese centro de estudios- que desde antes del golpe de setiembre se pusieron al lado del fascismo sureño. 

Orlando Letelier, ex ministro de Defensa del gobierno de Allende, detenido en las primeras horas del golpe, recluido y torturado por los esbirros del régimen en las mazmorras de la dictadura, para ser posteriormente, en 1976, asesinado en el mismísimo Washington D.C.  - la presión internacional logró arrancarlo de la prisión- antes de su trágica muerte escribió:

"durante los últimos tres años varios miles de millones de dólares fueron sacados de los bolsillos de los asalariados y depositados en los de los capitalistas y terratenientes...la concentración de la riqueza no fue un accidente, sino la regla; no es el resultado colateral de una situación dificil - que es lo que a la Junta le gustaría que creyera - sino la base de un proyecto social" (Citado por Naomi Klein, La doctrina del shock, ediciones Paidós, Barcelona, 2007, p. 122.

Letelier, no pudo saber, como en los últimos años quedó al descubierto,  que la aplicación del modelo - como ha ocurrido en el Perú y en otros países-  le permitió a Pinochet y su cogollo civil-militar amasar grandes fortunas, todas bajos formas ilícitas. Por eso es que se afirma que la resolución última del congreso chileno presenta una gran omisión: la de calificar al genocida como el mayor ladrón de la historia de Chile.

III

Por eso es que afirmamos que la reacción popular colombiana a los resultados del plebiscito, como la resolución del congreso chileno, y el respaldo a ambos fenómenos por parte de las verdaderas fuerzas democráticas  del planeta, en particular latinoamericanas, ponen en mal pie a las clases y grupos sociales y políticos que a lo largo de estas décadas han hecho de la violencia y de la antipolítica sus principales caballitos de batalla para imponer sus intereses. Cuando las masas colombianas se lanzan a las calles para defender el justo proceso de la paz, haciendo de la democracia un ejercicio vivo y multitudinario, pedagógico, político y ético; o cuando los congresistas chilenos, en otro ámbito de acción política, estampan en la memoria de los pueblos, el epitafio que realmente le corresponde a Pinochet,  lo que están haciendo es alentar vientos de paz, de justicia social, de bienestar, renovación y transformación, de reconocimiento pleno a las banderas que los pueblos de esta parte del mundo suelen levantar, a diferencia de los señorones de la guerra y sus opciones económicas y políticas.

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