domingo, 11 de septiembre de 2016

EL BUEN MARIO CÓNDOR SALCEDO




Don Mario Cóndor Salcedo se fue hace exactamente un año, en ese viaje sin retorno que el menú de la vida nos sabe ofrecer, tarde o temprano.

¿Cuando un comunista muere? me pregunto ahora recordando ante el teclado tantas jornadas de luto y rabia en las que codo a codo con Mario y muchos otros respondíamos siempre al unísono, colectiva, vigorosamente:  ¡Nunca muere!


Cierto. Porque Mario nunca dejará de existir en nuestros recuerdos, en nuestros corazones. La huella de su amistad, de su camaradería, es honda.

Por eso es que en el café de media mañana, en la Facultad de Ciencias Físicas,  mirar hacia la puerta es una figura recurrente. Se tiene la sensación de que puede llegar en cualquier momento, como año tras año lo hizo.



En las discusiones académicas la ausencia de su palabra es notoria. La sapiencia de quien prácticamente había entregado su vida a la universidad, apostando permanentemente por el cambio, nos sacó más de una vez de los cuellos de botella en las que no pocas veces nos quedábamos estancados.



Fue el gran ausente en las últimas elecciones sanmarquinas. Siempre fue protagonista aunque no necesariamente como candidato. 

Los camaradas bolivianos que de cuando en cuando aparecen por Lima nunca olvidan la mano generosa de Mario, en los años en que las dictaduras con su estela de persecución y sangre asolaban el hermano país.

Los otroras dirigentes estudiantiles, hoy profesionales, tampoco soslayan las relaciones fraternas establecidas con Mario.

Y cómo pasar por alto los recuerdos contagiantes de su terruño, Carhuamayo, a la hora del canto y del baile; como extrañamos "la daga" imaginaria con la que Mario, entre broma y broma, supuestamente iba a zanjar las discusiones.

Buen esposo, buen padre, buen camarada y amigo, Mario Cóndor Salcedo siempre vivirá en nuestro recuerdo...










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