jueves, 11 de agosto de 2016

LORNA NO ES


UNO

PPK ha inaugurado un nuevo estilo en el manejo presidencial. Va marcando así la diferencia con sus antecesores, enfundados casi siempre en las rigideces protocolares o en prácticas soldadescas, cuartelarias, como las del comandante Humala, cuando no parranderas y livianas como las de Toledo, o sedentarias y populacheras como las de García. Desde el mismo 28, PPK marcó la cancha. En vez de los soporíferos discursos con sus hemorragias de cifras supuestamente todas en azul, pero casi siempre cuestionadas, el presidente actual se despachó un discurso corto y directo, que se orientó a señalar los blancos que su gobierno promete atacar: salud, educación, corrupción, seguridad, agua potable e infraestructura. 

¡No ha dicho como lo va hacer! chillaron sus antagonistas. Esa es la chamba del premier, respondió, aludiendo a la próxima visita que éste tendrá que efectuar al congreso, para explicar en detalle los alcances de las propuestas, a fin de ganarse la bendición de quien se ha convertido en su principal antagonista político: el fujimontesinismo atrincherado en el recinto legislativo, viendo permanentemente bestias donde solamente hay molinos.

Más adelante, PPK se mandó sus bailecitos, hizo gala de su dominio de la flauta traversa, le mandó sus apachurres a su esposa e hijos, guapas todas dicho sea de paso; sin dejar de meterle sus coscorrones verbales al fujimontesinismo, en respuesta a sus destempladas críticas. "Yo soy el que maneja el carro", les ha dicho, escupiéndoles después el conocido transfuguismo de sus ahora principales voceros o de una buena parte de esa bancada, advirtiendo lo que algunos analistas, impactados por el número de integrantes de la bancada, no habían visto: la precariedad de esos votos en un partido  marcado por los intereses individuales y logreros.

"El manejo espontáneo y desenfadado de Pedro Pablo Kuczynski está empezando a raspar un poco en la política peruana." ha escrito Mirko Lauer. Claro, en un medio donde los políticos brillan por su medianía o chatura, el estilo de PPK, como expresión de su sapiencia, bastante criolla por cierto, y de su larga experiencia política - en los años 60, cuando la mayoría de los políticos de nota ni nacían, ya era ministro del primer gobierno del arquitecto  Belaúnde- tiene que sacar roncha, en tanto que está enfilado a sacarle la vuelta a su propia precariedad partidaria para enchufarse directamente con las organizaciones populares y regionales, a los que les está ofreciendo resolver problemas álgidos que los gobiernos anteriores no se atrevieron a abordar o lo atacaron muy superficialmente.

DOS  

Para estos fines, PPK no ha necesitado convertirse en un enemigo del capitalismo, ni del neoliberalismo o del gran empresariado que es el que se lleva hasta el santo y la limosna en el país. Simplemente, tratando de ponerse a tono con los propios procesos tibiamente autocríticos de organismos como el FMI y el Banco Mundial, otroras abanderados del neoliberalismo brutal y descarnado, o de reputados economistas como Krugman, Stiglitz o Piketty, cuestionadores del capitalismo salvaje,   PPK está comprometiéndose a promover reformas que adecenten el modelo, que le den un rostro mas o menos  humano, haciendo del Estado - ese gran enemigo del neoliberalismo picapedrero- un ariete de primer orden en la cristalización de sus logros.

Además, como sostienen los técnicos, no se necesita quebrar el orden vigente para fortalecer la gestión de entidades como los hospitales, incorporar a los planes de estudios asignaturas propias de un país civilizado: música, educación física, educación cívica, o diseñar planes más o menos serios en relación a la seguridad ciudadana, etcétera,  y alcanzar de este modo metas que beneficien directamente a los usuarios, sin que el sol deje de salir para los intereses de la burguesía, como ésta teme.

A lo largo de la historia republicana la burguesía  nativa le ha corrido a las reformas, como los gatos se espantan con la leche caliente. La promesa de la vida peruana de la que hablaba Basadre, que bien puede sintetizarse en dos palabras: bienestar y desarrollo, presente en la agenda del Perú libertario del siglo XIX, llevaba implícitas esas aspiraciones. Manuel Pardo, en 1872, al asumir la primera magistratura de la nación dijo en el congreso: "...la educación de cada ciudadano es la primera condición de la verdadera grandeza de las naciones". El arquitecto Belaúnde, a mitad de los 50,como candidato, y posteriormente como presidente se comprometió también a materializarlas, todo quedó en el verbo o a mitad de camino. Su reformismo se fue diluyendo conforme se ensanchaban sus relaciones con la burguesía entreguista, retardataria y plutocrática, a la que finalmente se entregó en cuerpo y alma.

Todo parece indicar que la tecnocracia en el poder, y algunos sectores de la burguesía nativa, permeadas por el fracaso del neoliberalismo a nivel mundial y las críticas de diferentes sectores, estarían dispuestos a impulsar lo que PPK llamó "el sueño de los libertadores" o su mensaje "lleno de esperanza",  que en términos globales y hablando lampedusionamente - es decir, cínicamente- implicaría hacer cambios, reformas, para que en esencia, si del orden vigente se trata, todo siga igual. 

Por esta razón, no debe llamarnos a sorpresa que  oficialmente,  la Confiep, el gremio de los grandes empresarios peruanos no se hagan bolas ni con el discurso ni con el estilo de PPK. Martín Pérez, su presidente, acaba de pronunciarse: "que se cambie todo lo que se tenga que cambiar", ha dicho, porque finalmente a sus representados lo que centralmente les interesa es, en sus propias palabras: "destrabar las inversiones y recuperar la inversión interna y extranjera" .  

No hay que obviar, sin embargo,  la existencia de un nucleo duro, herededero de la impermeabilidad de los tradicionales dueños del Perú,  al que no le hace mucha gracia las chanzas que se gasta PPK, y que al mejor estilo del general Odría de los años 50, está pidiendo hechos y no palabras, menos  ocurrencias para el carcajeo de la platea. El editorial de El Comercio de hoy jueves 11 de agosto lo dice todo: en lugar de bromas y disparates, señala,  es hora de impulsar la reforma laboral o la flexibilización de las exigencias medioambientales. La luna de miel tiene un límite, han puntualizado.

Ese editorial, bien lo sabemos, no expresa el pensamiento del director, es la voz mandona de quienes gustan siempre ajustar, así sea a lo bestia. 



TRES 


En otros términos,  PPK y sus tecnócratas saben lo que se traen entre manos. Tratándose del gringo, no estamos frente a una lorna o un gil, como suele decirse popularmente. Es un hombre recorrido, al que la vida le ha enseñado a tocar el piano con los 10 dedos de las manos y que en la actual situación de crisis del capitalismo mundial y de entrampamientos de la economía local, con los efectos sociales y políticos que ello suele conllevar, estaría buscando corregir el rumbo en la aplicación del neoliberalismo del Perú, sin afectar los intereses de fondo del gran capital y las transnacionales.

"El mayor reto del Perú hoy es evitar los conflictos, sobre todo los sociales, que hay  alrededor de grandes proyectos como mineros y otros",  acaba de decir PPK. La experiencia del comandante Humala en Conga la tiene entre ceja y ceja. Está apostando a resolver esos desencuentros o preveerlos, a sabiendas que aquí puede estar el talón de Aquiles de su proyecto de cambios. El extractivismo neoliberal, que según el último informe de la Bolsa de Valores de Lima sobre rentabilidad patrimonial, la pasa muy bien, pero quiere pasarla mejor, lo sabe también. No hay margen para el error, hay que destrabar las inversiones, ha dicho la Confiep.

La luna de miel con el pueblo tiene un límite, bien lo ha dicho El Comercio. Ese límite lo señalan los propios intereses de quienes parten el jamón en el país.

CUATRO  

Desde una perspectiva independiente,  que implica no sacrificar nuestros sueños de construir un Perú sustancialmente diferente al actual, hay que exigirle a PPK el cumplimiento de la palabra empeñada en la campaña electoral. El voto otorgado, que no es un cheque en blanco, debe permitirle a los trabajadores y a los pueblos del Perú ensanchar sus espacios democráticos, acceder al bienestar sistemáticamente negado,  reclamar el cumplimiento de derechos y logros propios de todo país civilizado, como el respeto de las organizaciones autónomas de todas las sangres.

Eso sí, sin dejar de trabajar para que llegue ese gran día -como decía Vallejo con esa sensibilidad tan terrenal- en el que hablarán los mudos, caminarán los tullidos, verán los ciegos y oirán los sordos...



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