miércoles, 24 de agosto de 2016

EL INVISIBLE...


En los años 50 del siglo XX, a pesar de que Lima era todavía una aldea y algo más, presentaba, sin embargo, un submundo delincuencial bastante movido, que era la comidilla obligada de los barrios tradicionales de entonces y de los diarios populares, caso La Crónica y Última Hora, cuyas páginas reventaban de fotos y escritos sobre los casos más sonados, lo que indudablemente acrecentaban los tirajes.

Uno de los delincuentes que daba la nota en esos tiempos,  fue Luis D´Unián Dulanto, alias Tatán - en la vista con su abogado Carlos Enrique Melgar- del barrio Las Carrozas, en los Barrios Altos, encumbrado por sus actos delictivos, pero también por ser un manirrota con los menesterosos de sus calles. Se convirtió en una verdadera leyenda urbana, que se agigantó cuando fue asesinado a chavetazos en un penal limeño...

Como Tatán, la historia policial consigna al Guta, al Cubano, a la Rayo, a la Gringa, y por supuesto que al Invisible entre los que más dolores de cabeza dieron a los sabuesos de entonces: cada cual se gastaba sus buenos anticuchos, lo que no eran obstáculos  para que entraran y salieran de la prisión utilizando a su favor todos los recursos legales de que podían disponer.

El que merece empero una nota aparte es El invisible. La chapa le cuadraba a la perfección: cuando se agotaba el andamiaje legal sin poder obtener su libertad, sencillamente desaparecía del penal. ¿Cómo lo hacía? Le rompía la mano a medio mundo para hacerse humo.

Hartos de hacer el ridículo las autoridades carcelarias lo confinaron en la isla de El Frontón, pensando ilusamente que poniendo mar bravo y loberas de por medio - lugares de castigo- el incorregible hampón iba a sentar cabeza. Se equivocaron de extremo a extremo. Un buen día, El invisible, haciendo honor a su apelativo, se volatilizó. Cuadrillas especiales, perros maestrados, lo buscaron a lo largo y ancho de la isla y en los islotes cercanos, no encontraron huella alguna. Los pescadores de los alrededores tampoco dieron luces. Hasta nuestros días sigue siendo un misterio el cómo fugó...

¿A donde fue a parar El Invisible?  

Nadie lo sabe a ciencia cierta. Todos lo dieron por ahogado, pero años después algunas voces dijeron que lo habían visto en México, donde seguía haciendo de las suyas. Cierto o no, la leyenda creció. Años después, el arquitecto Belaúnde Terry, confinado en El Frontón por el régimen pradista, demostraría que era posible fugar de tan temible penal, por tanto que dicha versión tenía cierto asidero. La condición clave era ser un buen nadador para lanzarse a las  embravecidas aguas del Pacífico sin más complicidad que las sombras de la noche,  esperando en algún momento el auxilio de una lancha para llegar al litoral.

El arquitecto nadó y nadó hasta dar con la lancha, pero ya en la lancha sus correligionarios lo disuadieron de su plan de fuga. Políticamente no era conveniente, la ciudadanía en las calles lo iba a arrancar de las mazmorras de El Frontón. Y así ocurrió. 

No hay cárcel inexpugnable, como piensan algunos que quieren sembrar de nuevos Challapalcas - ubicado a casi 5000 m.s.n.m.- las áreas altoandinas peruanas. Los delincuentes lo saben y guardando las distancias, los políticos también. Menciono a estos últimos porque finalmente esos penales terminan siendo los habitáculos forzados de los presos políticos, en especial de quienes quieren cambiar el estado de cosas vigente en el país. Eso pasó con El Frontón y también con El Sepa en la selva peruana.

Y no hay que ser un ardiente militante para estar expuesto a estos riesgos. En 1927, Jorge Basadre fue a parar a la isla por haber escrito el artículo: "Mientras ellos se extienden", en el que revelaba un hecho contundentemente real: la expansión del imperialismo norteamericano en esta parte del mundo. Mientras que en los años 30, José María Arguedas fue a dar con sus huesos a El Sexto, terrible centro carcelario que estaba ubicado en las inmediaciones del colegio Guadalupe. En ambos se pretextó lo de siempre: el complot comunista...

Es bueno recordar estos hechos para ver más allá de lo que aparece como una simple propuesta de construir penales de máxima seguridad para delincuentes comunes.


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