martes, 26 de julio de 2016

EL DESAFÍO DE SAN MARCOS


La Universidad de San Marcos, cuenta ya con nuevas autoridades, a nivel central y de las Facultades y como suele suceder ellas ya están anunciando los pasos inmediatos que van a dar desde los puestos de mando alcanzados. El flamante rector, Orestes Cachay, por ejemplo, ha señalado que incidirá en el tema de seguridad, tan neurálgico para la comunidad sanmarquina en los últimos tiempos. De mi parte, como sanmarquino de pura cepa,  me permito señalar que hay un asunto crucial a resolver, que trasciende los problemas inmediatos y que le pueden permitir a  la vieja universidad desempolvar sus pergaminos y camino al bicentenario de la independencia patria, reencontrarse con el país y su futuro.

Advierto que no estoy descubriendo la pólvora. Únicamente retomo lo que como profesor activo planteaba en aulas y debates y que las vanguardias académicas sanmarquinas realzaron en las elecciones que acaban de culminar:  el volver hacer de San Marcos el gran referente científico y cultural, ético y político, del país. Ello implica reconocer que la crisis sanmarquina tiene un substrato que no se puede soslayar: el divorcio de la universidad con el país, con su presente y su futuro, y el desencuentro, por tanto, con las aspiraciones libertarias y de progreso de sus pueblos. de sus mayorías nacionales, de sus diversidades.

La hegemonía de un pensamiento único, el neoliberal,  en el campo de la ciencia, de la cultura, de la ética y del día a día, ha impactado negativamente en la cuatricentenaria y sus componentes docentes, estudiantiles y administrativos. Esa pretensión, equivocada a mi juicio, de entender el cambio en San Marcos como la búsqueda de convertirla - con todo el respeto que dichas universidades me merecen- en una nueva Universidad Católica o en una nueva Universidad de Lima, cabalgando sobre el modelo impuesto por el culto al mercado,al individualismo, a la ganancia, al pragmatismo, etcétera, esa pretensión, decíamos, solamente se explica por la asimilación acrítica de ese pensamiento único, de esas supuestas verdades absolutas que dan vida al pensamiento oficial vigente en el país.

San Marcos, por su categoría académica, por sus raíces históricas, por su compromiso con el país y la promesa de la vida peruana de la que más de una vez nos habló Basadre, tiene que dejar de ser eco, universidad epígono, de escuelas y corrientes de pensamiento ajenas a nuestras realidades geográficas, históricas, culturales...No pregono un autismo científico o cultural, bienvenidas sean todas las ideas y teorías foráneas, siempre y cuando procuremos - como decía Mariátegui- aclimatarlas- a las particularidades de nuestra formación social.

Augusto Salazar Bondy, uno de los más importantes filósofos sanmarquinos de la segunda mitad del siglo XX, escribió en algún momento, en referencia al tema que estamos abordando que en el Perú existían excelentes profesores de filosofía, pero que no había una genuina filosofía peruana que tuviera como fuente el estudio, la reflexión, de la singularidad peruana. 

Cuando desde el campo del neoliberalismo y sus supuestas verdades absolutas, se hace del país una caja de resonancia de ideas o propuestas ajenas a nuestra realidad, valederas también para el resto del mundo, se camina en sentido contrario a lo propuesto por Salazar. 

¡Atrévamos a pensar con cabeza propia! En esta línea reflexiva  el educador León Trahtemberg, por ejemplo, acaba de hacer una advertencia: llevados acríticamente por los éxitos educativos de Finandia, no pretendamos copiar su modelo educativo. "Cada país tiene su ADN nacional", ha escrito. El no plagio, dice, "explica los grandes logros de la educación en Cuba, Singapur, Israel y Corea del Sur que no son replicables en otros países".

Ese es el gran desafío para San Marcos camino hacia el bicentenario. En 1971,  al cumplirse 150 años de la independencia, Heraclio Bonilla,  antropólogo sanmarquino, le echó agua helada a las celebraciones oficiales preparadas por el gobierno militar. A la cabeza de un grupo de investigadores, en un libro especialmente publicado para la ocasión,  negó frontalmente la versión oficial  sobre los hechos que desembocaron en la proclamación de la independencia. Como decían los alumnos sanmarquinos de esos años, "mejores historias me contaba mi abuelita".

Hay que subvertir el orden establecido en esos espacios del pensamiento. Desde la cátedra, la investigación científica del más alto nivel, el desarrollo de la cultura y de las artes, San Marcos puede convertirse otra vez en un referente obligado para la reflexión, en un ente crítico del quehacer social, en un verdadero impulsor de la verdad, de la tolerancia, de la democracia, del respeto de las diversidades, de la ciencia y las humanidades. 

Ese es el ejemplo de Ruth Shady, uno de los íconos contemporáneos de la arqueología nacional y mundial, quien en la huella de Julio C. Tello, el padre de la arqueología peruana y de sus maestros sanmarquinos, ha entregado al mundo Caral, obligando, merced a sus investigaciones, a una nueva lectura de nuestro pasado prehispánico.

He ahí la ruta que hay que seguir.









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