sábado, 2 de julio de 2016

CANGREJOS REVENTADOS

Lo recordé mientras leía a Bukowski, el último de los escritores "malditos" de la literatura norteamericana. En una de sus truculentas historias, uno de sus protagonistas se da un atracón de cangrejos a la parrilla. Lo confieso: Yo los prefiero reventados, uno de los platos de bandera de la cocina trujillana, y por cuya sibarítica degustación ocasioné un tole tole en el aeropuerto de Huanchaco. Todos me buscaban para que el avión enrumbase hacia Tarapoto, había sido el primero en registrar mi ticket, pero me había hecho humo. Estaba en Huanchaco, a pocos kilómetros, haciéndole honores al potaje de marras...

Ocurrió en los tiempos de mi trabajo conspirativo. Había llegado a Trujillo, en ruta hacia Tarapoto - en esos años había una línea aérea que cubría el trayecto- cuando al final de las intensas jornadas de discusiones le dije adiós a la ciudad de la eterna primavera para marchar hacia la selva, donde otros grupos de camaradas esperaban mi presencia. El flaco Juan, tan solícito como siempre puso su escarabajo a mi disposición para el traslado hacia el campo de aviación, a donde llegamos - como suelen decir los narradores deportivos- con todo el tiempo que nos daba la vida.

Me registré y esperé. Inquieto por la demora pregunté a los empleados por el vuelo y me aseguraron que la nave venía con retraso, no salía de Lima. Nos miramos con Juan y coincidimos. Podíamos almorzar en Huanchaco, una de las cunas de los cangrejos reventados, tomarnos un par de heladitas y regresar. Total, como los restaurantes huanchaqueros estaban a tiro de piedra, tiempo nos iba a sobrar. Y así fue. Fuimos y regresamos, pero nos quedamos picones por el apresuramiento. Nos habíamos chupado los dedos con la ingesta de cangrejos, pero a la mala tuvimos que volver al aeropuerto.

El avión no llegaba. Otra vez la pregunta y otra vez la misma respuesta. Vuelo atrasado, el avión no sale de Lima, no insista, nos dijeron. Entre quedarnos como lornas esperando el vuelo o volver sobre nuestros pasos para un segundo asalto con los cangrejos reventados, optamos por esta salida. Y ahí vamos una vez más  Huanchaco, y que vengan esos cangrejos y esas chelas. "No se preocupe camarada", me dijo Juan, agregando " desde aquí escuchamos la llegada del avión". Cuando efectivamente escuchamos el ruido del avión, pagamos y salimos.

Mayúscula fue nuestra sorpresa cuando me dijeron que el avión ya estaba volando a Tarapoto. Me habían llamado una y otra vez, me habían buscado a sabiendas que mi presencia estaba registrada,  pero nacalapirinaca. No pudieron esperarme más, la grita de los pasajeros por la nueva demora -venían refunfuñando desde Lima- forzó el despegue. ¿Y el ruido del avión que esuchamos? preguntó Juan. Era real, pero había sido el ruido de los motores del avión alzando vuelto. Enfrascados en saborear  los cangrejos, alabar la cocina huanchaquera y en alzar las copas del yo te estimo, , no habíamos escuchado el aterrizaje de la nave...

De todo ello me acordé, repito, mientras leía a Bukowski, pero insisto, a mi me gustan los cangrejos reventados, al estilo Huanchaco, por este plato soy capaz hasta de perder un vuelo de avión. Lo he demostrado con creces.



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