miércoles, 15 de junio de 2016

MARIÁTEGUI Y LOS INTELECTUALES


En abril de 1981 escribí el artículo Los intelectuales en el pensamiento y acción de José Carlos Mariátegui. Al cumplirse 122 años del nacimiento del Amauta (14 de junio de 1894) transcribo algunas partes de dicho texto que estimo pueden ser de utilidad en la hora actual.

Las metas que se impuso "Amauta" - la revista fundada por Mariátegui- fueron las de la renovación. Era, sin duda, una tribuna para los que representaban lo progresista, no para los que representaban lo decadente. Así se explica el aval concedido, por ejemplo, a un Martín Adán. Cuando ahora se reflexiona sobre el autor de "La casa de cartón", se torna a veces inexplicable ese aval. Pero si se lo ubica en las condiciones históricas y culturales en que aparece el libro, no se puede dejar de aceptar lo positivo del gesto del Amauta. Martín Adán, como Mariátegui anota en el colofón de la novela, "no es propiamente vanguardista, no es revolucionario, no es indigenista" pero su literatura si era de vanguardia. No podía dejar de serlo, en tanto expresión de una actitud diferente a la tradicional y conservadora. Era un signo de los tiempos cambiantes, irrespetuoso de los valores y actitudes almidonadas del ambiente aristocrático. En esta perspectiva, "Amauta" la acoge y Mariátegui se convierte en entusiasta promotor de su publicación.

El calor brindado a los intelectuales vanguardistas en las páginas de "Amauta" y "Labor" no podía ser una actitud estática. La primera, en especial, sirvió para reunir a la flor y nata de la inteligencia progresista peruana de los años veinte; empero, para Mariátegui esa mancomunidad lograda no iba a ser eterna. "Amauta" -sentenció en su presentación- cribará a los hombres de la vanguardia - militantes y simpatizantes- hasta separar la paja del grano...

Eran los momentos de la definición ideológica. Aproximadamente dos años duró este periodo. Cuando hubo concluido, Mariátegui señaló que "Amauta" ya no necesitaba llamarse revista de la "nueva generación", de "vanguardia" o de las "izquierdas". Ya estos términos, golpeados por el desarrollo de los acontecimientos sociales y políticos, habían envejecido y no eran útiles para alcanzar las metas que el genial autor de los "Siete Ensayos" se había propuesto. "Para ser fiel a la revolución, dirá en "Aniversario y Balance", le basta ser una revista socialista". A partir del número 17, Amauta ya no tendría entre sus colaboradores a Haya de la Torre...

...Porque podríamos decir que Mariátegui tenía "clasificados" a los intelectuales. Su punto de partida en el análisis era la ubicación concreta del intelectual dentro de la sociedad de la cual formaba parte y la actitud ante ella. Mariátegui, alguna vez lo dijo, no se fijaba en los hombres en sí. Atendía su obra, su actitud, el signo vital de ellos.

Desde su óptica, intelectuales halagados y corrompidos por el sistema, habituados a las medallas, honores y títulos, a la comodidad muelle, eran simples funcionarios del sistema. Otros, que renegaban internamente del estado de cosas pero no tenían ni la valentía ni la iniciativa de exponer públicamente su pensamiento, preferían rumiar secretamente  su descontento. Ambos tipos de intelectuales, para Mariátegui, colocaban las ciencias y las letras al servicio del poder establecido. Existían, sin embargo, los intelectuales libres, los que como José Ingenieros, el escritor argentino, consciente de la función revolucionaria del pensamiento, no temían dar una opinión, asumir una actitud, encarar una responsabilidad. No era Ingenieros un ,militante de la política, seguía siendo un hombre de cátedra, dedicado a los estudios, pero la actitud ante la vida social era lo ponderable.

No podían faltar en esa "clasificación" nuestros conocidos y siempre presentes: los francotiradores. Mariátegui los calificaba de "espíritus sin órbita", o "espíritus cometas", siemnpre disidentes del orden, aunque individuales, anárquicos, caprichosos, y, en algunos casos, incoherentes. Pero supo calibrar lño positivo que en ellos existía y que no era otra cosa que su temperamento negativo respecto al orden, al statu quo. Luchaban contra el pasado pero no luchaban por el porvenir. Su modelo fue  Maximiliano Harden, un polémico panfletario alemán a quien le dedicó no pocas líneas en "Variedades".

Por último, para Mariátegui existía el intelectual revolucionario, que abandonaba conscientemente la acción individual para asumir sin reparos, disciplinadamente, la acción colectiva, no en el cenáculo parnasiano tan del gusto de los intelectuales y poetas, sino en las filas del Partido Comunista. Henry Barbusse, excelente novelista, "soldado del Partido Comunista frances" era su prototipo. Pero Mariátegui mismo puede ser el ejemplo. No rehuyó, a diferencia de otros, la militancia política revolucionaria. Es más, él fue  el que colocó las primeras piedras del partido proletario en el país y jamás exigió privilegios ni descansos, a pesar que por sus múltiples actividades intelectuales o por sus limitaciones físicas pudo hacerlo...

Valoraba el papel que los intelectuales deben cumplir en un proceso revolucionario y acumulaba fuerzas entre ellos, sin que esto significase ni la conciliación ni la sobrevaloración del intelecto. Desde "Amauta" y "Labor" dio batalla contra el oscurantismo. Pero lidió también con quienes, en el seno de la vanguardia intelectual que cobijaba asumían criterios incorrectos. No lo hacía con un un criterio liquidador, sino tendiéndoles siempre la mano, acicateándolos para que siguieran avanzando, sin asumir jamás una pose autosuficiente y petulante. Cuando las contradicciones se tornaban antagónicas supo zanjar rotundamente si el avance del movimiento así lo exigía. Con Haya sucedió así. Le cerró las puertas de "Amauta" ... porque sencillamente la revista no era "empresaria de propaganda de ninguna vedette  prosopopéyica".

Mariátegui luchó por organizar a los intelectuales. Pero nunca  en esta importante tarea confundió los niveles de actuación. Para él lo prioritario fue la organización de los obreros y campesinos. Al morir Edwin Elmore a manos de José Santos Chocano, en las líneas que escribió sobre su idealismo, dijo: " Elmore pretendía ser un agitador de intelectuales. No reparaba en que para agitar a los intelectuales, hay que agitar primero a la muchedumbre"...






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