lunes, 2 de mayo de 2016

BREVE BALANCE ELECTORAL Y PROPUESTA




Carlos Olazo Sillau
 
Con su triunfo  en la primera vuelta electoral, la derecha  impuso la táctica imperialista y gran burguesa de forzar a una definición entre sus dos representantes directos de mayor confianza. Pero, a pesar lo abultado de las cifras y de su hegemonía congresal de antemano asegurada,  esta victoria no implica una derrota en toda la línea para la izquierda, ni, lo que es más importante, anula la tendencia hacia el incremento de las luchas populares.

Este proceso electoral se inscribe en el marco general de agotamiento del periodo político inaugurado tras la caída de la dictadura fujimontesinista. El sistema de formal democracia burguesa, un innegable avance conquistado por el movimiento popular antifujimorista de entonces, se encuentra hoy sumido en una crisis de proporciones sin precedentes, acicateada por los efectos de la crisis económica internacional aún no resuelta, y por el agotamiento interno del modelo capitalista neoliberal. Es evidente que no podrá salir de esta crisis con un gobierno de cualquiera de los dos de sus más conspicuos representantes que disputarán el control del Poder Ejecutivo en  la segunda vuelta electoral. Pero, haber conseguido  que la mayoría de electores se identifique con y apoye a sus verdugos, justamente cuando el descontento llegaba a sus picos más elevados, es el más grande éxito político de la derecha. Aunque ello  no sea  suficiente para impedir que las masas sigan sintiendo los efectos de la crisis, ni para  que abandonen sus reclamos pendientes; la derecha, sin embargo, se ha tomado un respiro.

La lucha de clases sigue su curso. No se circunscribe a un calendario electoral, ni mucho menos se resuelve en las urnas. La disyuntiva ante el agotamiento de este periodo político sigue siendo el mismo, independientemente de los resultados electorales que nos depare el 05 de Junio. Lo que está en juego en el Perú de hoy es si la derecha representante de la gran burguesía y el imperialismo logra remontar su crisis general y consolidar su poder a costa de mayor represión, de mayor saqueo del país, mayor opresión contra los pueblos y mayor agresión contra sus intereses; o, en su defecto, se conservan y ensanchan las conquistas democráticas y políticas y se consigue frenar la ofensiva imperialista, para avanzar hacia la transformación revolucionaria del país. Con estas elecciones, la reacción ha ganado una batalla importante. Pero la historia sigue caminando. La crisis seguirá profundizándose y con ello la respuesta popular. El desenlace del periodo político trasciende lo electoral. Se definirá principalmente en las calles, en los campos, en la acción directa.

El apoyo de importantes sectores populares a la derecha obedece tanto a la concientización reaccionaria trabajada profusamente desde los aparatos ideológicos, políticos, educativos y culturales manejados por el imperialismo y la burguesía nativa desde décadas atrás, como también a la manifiesta debilidad de la izquierda marxista y socialista. Sin contar con la organización suficiente , divorciada de las organizaciones naturales de las masas y sin articular un mensaje claro con alternativas integrales en todos y cada uno de los aspectos de la labor cotidiana, la izquierda no ha  estado capacitada para contrarrestar la gigantesca ofensiva derechista en este terreno.

Por ello se puede entender que las dos organizaciones de izquierda partícipes de esta contienda, en particular el mal llamado “Frente Amplio”, no  tuvieran mayor relevancia sino hasta que dos candidatos que sumaban  más del 20% de la intención de voto fueron puestos fuera de carrera. Sin desconocer que existen votantes por Fujimori, Kuczynski, Barnechea u otros candidatos, que creen ver en ellos alternativas de cambio, queda fuera de toda duda que el segmento de la población que se volcó hacia Verónika Mendoza o Goyo Santos ante estas nuevas circunstancias electorales,  es el más interesado en un cambio del actual estado de cosas. Prescindiendo del sector consciente, del “voto duro” de la izquierda, este mayoritario segmento de electores apostó más por el “rostro nuevo” que por alguna convicción política.

Nos interesa resaltar y valorar este factor. Que las población exprese su descontento, que proteste de esta manera, aún votando equivocadamente por representantes de la derecha con la esperanza de acabar con sus padecimientos actuales, es nada más que un indicador de nuestra debilidades y limitaciones. Que como resultado de un caudal inesperado de votos se halla afirmado el “Frente Amplio” como opción de izquierda socialdemócrata, o que se perfilen caudillismos electoreros sin ninguna perspectiva estratégica verdaderamente revolucionaria, también es resultado del nivel incipiente de la conciencia popular, que todavía no va más allá de sus percepciones espontáneas más elementales. Pero el descontento popular sigue allí, latente. No tardará en convertirse en acción, en protesta callejera, dando en el traste a quienes dieron su voto y buscando nuevas alternativas. Es aquí donde los revolucionarios debemos fijar nuestra atención de cara al mediano y largo plazo, trabajando con más ahínco para educar, organizar, movilizar, pero sobre todo llevar conciencia política antimperialista y socialista a las masas.

Para los marxistas-leninistas y mariateguistas, empeñados como estamos en alcanzar la reunificación de esta izquierda y en potenciar un verdadero movimiento revolucionario de masas, no nos puede ser indiferente lo que acontezca  en este corto estadio entre la primera y segunda vuelta electoral.  Pues, si bien los dos candidatos que disputarán la segunda vuelta obedecen a los mismos intereses, presentan más similitudes que diferencias programáticas y están comprometidos hasta el tuétano con la corrupción, lo que se juega en esta elección va más allá de estos asuntos. El punto político cardinal que tomamos en cuenta, es  la posibilidad real de la restauración del fujimorismo.  Pero no del fujimorismo derrotado por las luchas populares a comienzos del siglo, sino de un fujimorismo renovado, que se ha erigido en el partido mejor organizado de la reacción con características fascistas inconfundibles, con aparato organizativo insuflado de anti-comunismo, con militancia forjada en las más rancias concepciones dictatoriales, anti sindicales y antigremiales en general, con un sector de masas ideologizada en un “anti-terrorismo” que en realidad no es más que una reedición del viejo fujimorismo que con este pretexto asesinó a centenares de dirigentes populares, destruyó la organización sindical, despidió a miles de trabajadores e instauró el gobierno de terror derechista más escarnecido de nuestra historia, además del más corrupto.

Tampoco pasamos por alto que existe un importante movimiento de masas espontáneo que con las banderas de “No a Keiko” ha protagonizado las más impresionantes movilizaciones de los últimos años, las mismas que seguirán realizándose en lo que queda de la campaña. Este movimiento, si bien adolece de un norte político más allá del antifujimorismo, entraña un profundo sentido democrático, un contenido ético imprescindible para cualquier intento de trasformar el país, además de  poseer una capacidad de movilización con los métodos y recursos propios de las nuevas generaciones, verdaderamente admirables.  Para nosotros el reto es fundirnos con este movimiento, como expresión importantisima del conjunto de las luchas populares, y trabajar por darle un cauce revolucionario, para elevarlo más allá de la mera protesta antidictatorial y orientarlo hacia la alternativa de la lucha revolucionaria para construir una nueva sociedad y una nueva democracia, la democracia socialista por la que han luchado José Carlos Mariátegui y generaciones de luchadores  a quienes debemos todas las conquistas políticas y sociales de que ahora disponemos.

Cerrar el paso a la restauración fujimorista es, por ello, nuestra consigna. Esta alternativa, como es evidente, no se circunscribe a lo electoral,  porque, como hemos afirmado, la lucha de clases no se limita a este cronograma. Nuestro objetivo de cerrar el paso a la ascensión fujimorista al Gobierno tiene que ver principalmente con impedirle el manejo absoluto del poder y, por tanto, descartar su nueva entronización dictatorial, cuyos efectos ahora podrían ser devastadores para el movimiento popular que con tanto sacrificio viene gestándose en los últimos años. Cerrándole el paso al fujimorismo estaremos en mejores condiciones para luchar contra el nuevo gobierno y avanzar hacia una solución popular al fin de ciclo que se aproxima.


Perú, abril del 2016



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