viernes, 29 de abril de 2016

LA PASCUA DE LOS TRABAJADORES


El 1 de mayo, día de los trabajadores, siempre es, aquí y en el último rincón del planeta, una jornada de unidad, de reflexión y de lucha.

De unidad porque a ella concurren las vanguardias y los trabajadores manuales e intelectuales de todas las vertientes ideológicas y políticas que a nivel mundial se enfrentan al capital, a sus embestidas expoliadoras y opresoras, a sus manejos fraudulentos y corruptores.

En ese combate frontal, los trabajadores y los pueblos del mundo se ponen de pie como lo que son: una sola fuerza, una sola voz, un solo sentimiento, para reclamar libertad, democracia, trabajo y salarios dignos, respeto a sus conquistas y derechos, a sus territorios, a sus hábitats, a sus culturas e idiomas.

De reflexión, porque en ese día dirigentes y dirigidos analizan en voz alta el estado de sus movimientos, sus fortalezas y debilidades, los riesgos que afrontan, la correlación entre ellos y sus adversarios. Ese balance es ideológico y político, ético y organizativo, nacional e internacional. Sobre esos diagnósticos, los líderes, desde una perspectiva independiente, señalan los derroteros del movimiento en la hora presente, las tareas a cumplir, las alianzas a trabajar, los sueños a cristalizar. Nada que interese al movimiento obrero y popular debe escapar a ese balance que suele llevar la impronta del futuro.

En el Perú de nuestros días la unidad y la reflexión sólo tienen sentido si nos aprestamos a contrarrestar la ofensiva de la derecha extractivista, sea cual sea la versión que finalmente se imponga en el repechaje electoral. A no dudarlo será una administración fiel a la Confiep, como lo han sido las últimas administraciones, dispuesta como éstas a construirle un nuevo piso al neoliberalismo impuesto por la dictadura fujimontesinista en los años 90.

Esa derecha se ufana de los resultados electorales, a los que sobredimensiona para obtener una legitimidad que realmente le es esquiva, obviando que en ese mismo proceso, en las calles y en las ánforas los pueblos del Perú han expresado sus aspiraciones de cambio. El neoliberalismo, o lo que es lo mismo: el fujimontesinismo, ha sido duramente cuestionado. Ese descontento, muy visible en determinadas regiones del Perú, es el piso real sobre el que las vanguardias de la izquierda y del progreso deben trabajar ideológica y políticamente en este nuevo periodo de su desarrollo.

Consideramos por ello que este 1 de mayo, además de ratificarse las demandas laborales, propias de los gremios y de los pueblos en lucha, las avanzadas políticas no deben dejar de fijar las coordenadas del futuro, del cambio, de la transformación del orden establecido.

El 1 de mayo de 1905,  en el local de la Federación de Panaderos del Perú, el maestro Manuel Gonzáles Prada, recordando que esa fecha es considerada como el  de la pascua de los revolucionarios, sostenía que en su celebración "...la Humanidad cesa de agitarse por cuestiones secundarias y pide cambios radicales", marcando a fuego ese quehacer político que "nunca satisfacerá el hambre de todos los vientres", ni llevará "la felicidad a todos los desgraciados".

Más claro, ni el agua de los manantiales peruanos.


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