Se lo comentaba a la señora Marita Grández de la Universidad de San
Marcos. Alguna vez, ejerciendo el periodismo -hace un buen paquete de
años- formé parte de una comitiva presidencial que liderada por el
presidente Fernando Belaúnde iba a la inauguración de la carretera
Huancayo-Cañete. Pernoctamos en la incontrastable ciudad del valle del
Mantaro, para en la mañana del día siguiente seguir hacia Cañete. En
Yauyos, en la sierra de Lima, a 3 mil metros
de altura, la comitiva fue recibida entusiastamente por la población.
Una pachamanca de primera, con todos sus recutecos, y servida en el
suelo, fue la carta de presentación de los yauyinos. El arquitecto,
hombre recorrido por cierto, no dejó hueso sobre hueso en el platillo
que le alcanzaron y bebió lo que tenía que beber, sin aprensiones,
morisquetas, ni mohines de ningún tipo, mientras saludaba calurosamente a
los lugareños como si fuesen sus viejos amigos o recibía presentes de
diferente tipo. El que fuera profesor de la UNI sabía perfectamente que
en esa invitación, en esos apapaches de hombres y mujeres, iba el
cariño, el aprecio de los yauyinos.
¡Que lejos está de él quien se considera su pupilo!
Me refiero al niño Alfredito, que en un par de semanas ha mostrado hasta la saciedad la petulancia y patanería que lo caracterizan. Primero desairó a los periodistas, pese a considerarse él un hombre de prensa. Luego, no quiso sentarse en una mesa de discusión de planes de gobierno, porque "no podía estar al lado de un reo", refiriéndose a Goyo Santos. Más adelante rechazó, de mala manera, un sombrero y un poncho, que los anfitriones le querían regalar. Posteriormente, también de mala gana, rechazó los chicharrones que le ofrecía una humilde vendedora chinchana. Y la cereza ha sido el desaíre a la señora Mercedes Aráoz, candidata de PPK, a quien dejó prácticamente con la mano estirada, a la entrada y a la salida de un evento a donde acudió tan engreído personaje.
Con el arquitecto Belaúnde, con su pensamiento y sus gestiones gubernamentales se puede discrepar. Pero no se puede negar que era un caballero de esos que ahora parecieran existir solamente en las películas y en la memoria de la gente mayor. ¡Yo no voy a ser presidente porque coma más o coma menos chicharrones" ha dicho muy airado el niño Alfredito. Lamentablemente para los promotores de su candidatura ya es muy tarde para que el niño Alfredito cambie. El engreimiento ya lo debe tener en su ADN.
Me refiero al niño Alfredito, que en un par de semanas ha mostrado hasta la saciedad la petulancia y patanería que lo caracterizan. Primero desairó a los periodistas, pese a considerarse él un hombre de prensa. Luego, no quiso sentarse en una mesa de discusión de planes de gobierno, porque "no podía estar al lado de un reo", refiriéndose a Goyo Santos. Más adelante rechazó, de mala manera, un sombrero y un poncho, que los anfitriones le querían regalar. Posteriormente, también de mala gana, rechazó los chicharrones que le ofrecía una humilde vendedora chinchana. Y la cereza ha sido el desaíre a la señora Mercedes Aráoz, candidata de PPK, a quien dejó prácticamente con la mano estirada, a la entrada y a la salida de un evento a donde acudió tan engreído personaje.
Con el arquitecto Belaúnde, con su pensamiento y sus gestiones gubernamentales se puede discrepar. Pero no se puede negar que era un caballero de esos que ahora parecieran existir solamente en las películas y en la memoria de la gente mayor. ¡Yo no voy a ser presidente porque coma más o coma menos chicharrones" ha dicho muy airado el niño Alfredito. Lamentablemente para los promotores de su candidatura ya es muy tarde para que el niño Alfredito cambie. El engreimiento ya lo debe tener en su ADN.
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